sábado, 20 de julio de 2019

LA ÚLTIMA CARTA DE DALMIRO CORONEL LUGONES.-



       Narrador puntual. Advertó los mínimos detalles de los temas que abordó. Conocedor de lo más profundo de la historia argentina. Dejó por la mitad del camino, la toga del derecho, que había intentado en la Facultad de Derecho. (1), porque sin dudas se impuso, la vocación de cantarle a su tierra gris y agreste, que tanto nombró y amó.
       
    Nos conocimos en un encuentro-debate, en los salones de la Sociedad Italiana, en oportunidad de una charla que abordé, sobre: "La poesía santiagueña de hoy" (2)
       Recuerdo que su presencia en el salón no pasó inadvertida para ninguno de los asistentes, pues ya era considerado como una especie de "monstruo sagrado" de las letras, como se definía por entonces a los escritores consagrados.

       Elegante, de hablar pausado -con voz ronquilla- y de mirada penetrante, se confesó siempre un servidor de la poesía. Admirado y reconocido por todos, jamás dejó de alentar a los jóvenes, ofreciéndose para realizar correcciones a sus trabajos, aconsejando o sugiriendo las formas y el contenido que se debía aportar a cada creación.

       -" La poesía o el canto que no transmite un mensaje, no es canto, ni es poesía"- repetía en todo momento y en toda oportunidad en que se lo consultaba.

       Recuerdo su vieja casona de la Calle Alberdi en la ciudad de la Banda. Y en especial aquel "jardín autóctono" del que se sentía orgulloso por haber logrado que pudieran convivir en su patio, casi todas las especies arbóreas del monte santiagueño.

  Su escritorio, su preciada y nutrida biblioteca y el sinfín de pergaminos, premios y reconocimientos que colgaban de las paredes (desde el piso hasta el techo)  como resumen de una vida fecunda y productiva dedicada al arte de contar historias, escribir libretos, guiones para el cine, cuentos, canciones, composiciones de las más variadas, relatos, leyendas y mucha, pero mucha poesía.

       Una tarde de septiembre, me llamó por teléfono y acordamos en encontrarnos cerca de la glorieta de la Plaza Libertad, porque le había surgido una idea que quería compartir. No quiso adelantar su pensamiento. Prefería trabajar sobre la marcha, no por improvisado, sino porque apelaba al factor sorpresa y porque todo lo planificaba previamente.

       -"Con este fondo de la nueva fuente con sus chorros multicolores haremos un espectáculo que se denominará: "Los poetas cantan a la primavera"  ¿Qué tal la idea?- comentó risueño.
       Al día siguiente ya estuvimos  trabajando en la organización, con la participación de la casi totalidad de poetas locales.  El resultado fue una masiva concurrencia que colmó la plaza en su totalidad aquel día de la primavera de 1969.-

       Al poco tiempo se radicó en Buenos Aires, desempeñándose en un cargo administrativo en la Casa de Santiago, desde donde se comunicaba sin pausas - mediante carta o por teléfono-  con sus más allegados.

LA CARTA DEL ADIÓS

       Días antes de su partida, me dejó una carta, tan insólita, como lacerante y profunda en donde me habló del valor y la trascendencia de su amistad, del profundo cariño que sentía por mis padres, me colmó de consejos, al tiempo que se auto inculpaba… (¿?) nunca supe de qué.

       " Yo quedaré tan solo como un recuerdo lejano. Me hundiré en el silencio. Ve con tu juventud a buscar la juventud que te comprenda. Quizá me quede poco tiempo de vida, por ese mal incurable que me persigue. O la muerte en un accidente, como ya me lo han vaticinado. Adiós Miguel, mi pequeño amigo, hermano y compañero. Si muero en algún accidente de automóvil es porque Yo mismo busqué mi muerte. Adiós. Dalmiro. Hoy 20 de septiembre de 1969."

       Nunca entendí esa carta colmada de dolor y desconsuelo. ¿Lo habré ofendido sin quererlo? -me pregunté durante años- sin respuesta. Sin embargo, nunca comentamos la misiva  en las esporádicas conversaciones telefónicas que se sucedieron con el tiempo. Ambos guardamos silencio, sobre esa carta herida y premonitoria.

       Siempre pensé que a los amigos solo hay que comprenderlos, sin pedirles explicaciones, ni aclaraciones que no están dispuestos a develar.
       El 29 de julio de 1971, recibí el prologo de un libro que nunca publiqué, que llegó acompañado de una breve esquela, con la tarjeta personal del amigo:
       "De mis cosas hay mucho que contarte… (¿?) Solo dándote mis cordiales saludos de amigo y hermano en la poesía. Mis afectos respetuosos para tus padres. Tu siempre amigo. Dalmiro."


       El 20 de septiembre de ese mismo año se escuchó una voz acongojada, decir por la radio: "murió el poeta laureado Dalmiro Coronel Lugones." La profesia se había cumplido.


REF
(1) Fue alumno libre en la Universidad Nacional de Tucuman
(2) Auspiciada por el Centro de Escritores Santiagueños, en 1969.-

Nota: Publicada en Patio Santiagueño: 
https://www.facebook.com/alfredo.pelaez.9678/posts/444023395796311 

DALMIRO CORONEL LUGONES: MÁS ALLÁ DE SUS TARDES AMARILLAS..


Dalmiro Coronel Lugones es sin dudas el mas grande poeta santiagueño de los últimos tiempos. Su poesía clara y sencilla pinta su tierra como ninguno.


        Con los ojos vivaces e inquietos, erguido e impecable para siempre, mostraba su elegancia y su pulcritud al grado de la exageración.

Sabia que su nombradía había superado los límites provincianos y una prueba de ello, fueron las muestras de afectos y reconocimientos que recibía constantemente de parte de su pueblo.

Ganador permanente de cuanto concurso de poesía existiera, citado siempre, como el referente principal de la poesía santiagueña por estudiosos de las letras, reconocían en él a un buceador de las profundidades del lenguaje, debido a la singular adjetivación con que elaborara su obra.

Vivió la amistad, como un estado permanente de cordialidad, en su andar de bohemio y caminante sin reparos. Quizás hoy pueda arriesgar, que nunca antes había conocido, a un ser dotado de un lirismo tan puro que llegaba a desbordar en cada uno de sus actos, que hasta parecía mágico que de sus gestos y palabras no brotasen otra cosa encendidas rimas nombrando a su pueblo y su paisaje.

Simple, sencillo pero con una profundidad sin par, elaboraba constantemente su prolifera producción, proyectada a un universo de figuras reales y seguramente observadas hasta el detalle.

¡Siento que soy mi tierra,
sal, arcilla, arena, mapa,
sol, paisaje, nervio, vida.
vuelo, leyenda y vidala;
         Que hundo en sus senos raíces
      y en sus cielos hecho ramas
           y en el quehacer de mis versos
             siento que en mí vive su alma...!

Una natural franqueza -no vacía de una hondura sin igual- se había asociado a su poesía en tal magnitud que para él no existieron secretos para lograr una obra tan desconocida, como dispersa, por el imperio mismo de su generosidad sin par que lo llevo a escribir en cualquier parte, sin destino, ni tiempo, que pusieran limites a su inagotable erudición.

En 1953, el gobierno de España lo condecoró con la Cruz de Caballero de la Orden de Isabel Católica, en mérito a su trabajo constante de acercamiento y difusión de las culturas Hispano-Argentina, de ahí en mas, fue solicitado por notables instituciones que pretendieron en vano desarraigarlo de su tierra a la que tanto amó y con quien se identificó definitivamente.

Su orgullo de santiagueño está marcado a fuego en su vocación, sus razonamientos y sus expresiones vivénciales y es por ello, sin lugar a dudas, su posterior condición de investigador del folklore.

Que mejor testimonio de su obra: “Tiempo de zamba y malambo” para evocar de una forma magistral todas las danzas conocidas en el país, desde lo tradicional de antaño, pasando por la Pampa, el Litoral, el Centro, Cuyo, el Noroeste y finalmente el Antiplano, quizá una pieza única en su genero, para la consulta permanente de nuestro patrimonio cultural.

No se equivocó el folclorólogo Felix Coluccio cuando dijo: “ha compartido largas jornadas con este hombre santiagueño, que es como decir, he estado al lado mismo de la pasión santiagueña. Lo he escuchado hablar de su tierra, de sus pobladores, del pasado y el presente de su suelo; de su historia y de su presente y de su futuro; de su dolor, de su tierra campesina y de las esperanzas tantas veces fallidas... Santiagueño hasta los tuétanos, Dalmiro Coronel Lugones, cuando escribe o cuando habla, su palabra tiene resonancia de bombos, violines, y guitarras...

“Y aquí estoy en mi Santiago
nutriéndome de su sabia
  Hombre y poeta afirmado 
honda raíz en su drama
bajo los soles ardientes
    quemándome las espaldas
bajo el disco vidalero
        de las lunas trasnochadas.”

Vivió con desmedida intensidad su vocación de viajero, conocedor de todas las expresiones del arte nativo, e incursionó en todos los géneros con conocida suerte. Nombrado constante de nuestras leyendas, inquieto investigador de las esencias de nuestro idioma y nuestra historia, proyectó sus conocimientos en audiovisuales y libros cinematográficos. Colaboró siempre con el docente del interior de quienes obtuvo innumerables testimonios de reconocimiento.

Pensaba -al igual que nosotros- que la base, desarrollo perspectiva del hombre está en la fuente de la educación y en el estudio y difusión de la cultura de los pueblos.


Ingresando al cementeriio de la Banda. Foto diario el Liberal. 23/9/1971

Lejos quedaron aquellos cuatro años en la facultad de derecho en la universidad de San Miguel de Tucumán, quizá por que la vocación muchas veces, es mas fuerte que las realizaciones. 
El destino no lo quiso abogado, reservándole el titulo de “poeta laureado” para el beneplácito de todos y en especial el regocijo del espíritu de quienes lo conocimos.

Nunca dejó de nombrar a su hermana Lidia y en especial a su madre muerta, por quienes sentía una desmedida admiración que pudo reflejar en su poesía:

     “¡Ella fue madre, amiga y compañera
      guía en la lucha, en el ideal bandera
         voz de siembra de paz, en las jornadas
       mies de fe madurada en las esperas...
                 Cuantas veces “no me importa”- me decía -
si no eres otra cosa que poeta
pues no todos en la vida saben
          vivir en comunión con las estrellas...!

Su actitud creadora no entendía de limitaciones y su capacidad organizativa contribuía para que nada quedase el azar. Juntos logramos un espectáculo inédito en la provincia de reconocido éxito denominado: “Los poetas cantan a la primavera”(1969) fiesta popular en nuestra plaza Libertad con la participación de todos los poetas de la provincia, juntamente con músicos, folclorista, que daban gala ante un espectacular marco de público.

Tenía todo a lo grande, que misteriosamente armonizaba con su corazón de niño. Anfitrión permanente -en su casa paterna- de destacadas personalidades del arte, la música, y la política, recordado patio solariego, en donde mostraba orgulloso su jardín autóctono que el mismo diseñara. De arraigadas convicciones nacionalistas, no dejaba de ilustrarnos sobre el coraje de nuestros patriotas -en especial los caudillos provincianos- en cada oportunidad en que ele arte nos convoca.

Hoy, al repasar parte de su obra, pienso, que su riqueza idiomática, conjugada con la armonía y la cadencia de su verso, aun no ha sido superada.

“Me siento cuerda y madera
delirando en las guitarras,
tiempo de lunas crecidas
        soñando insomne en las cajas,
parche legüero de bombos
     golpeando en las Salamancas
y desvelado sonido
en el perfil de las arpas...

Tenía una obsesión que fue premonitoria; era la primavera.

Tras su viaje a Buenos Aires por razones de trabajo, en cartas que conservo, me expresaba: “…quizá me quede poco tiempo de vida, por ese mal incurable que me persigue. O la muerte en un accidente, como ya me lo han vaticinado. Adiós mi pequeño, amigo, hermano, y compañero... esta mañana luminosa de primavera de 1969. Hoy 20 de septiembre...”

No volví a verlo en persona, pero nos comunicamos mediante alguna esquela o cartas y algunas llamadas por teléfono. Exactamente dos años mas tarde, lloré junto a mi pueblo la muerte del amigo y del máximo poeta, que hasta el fin de sus días, le canto a su tierra como ninguno.

Había llegado el momento de “las tardes amarillas”. Casualmente era la primavera de 1971.

        ¡Como he de extrañar entonces
Calor de tierra y de vida
Como he de sentir la ausencia
De mis tardes amarillas
Mientras los parches legüeros
Se alarguen de lejanías
Y los yanarcas me atajen
Presintiendo mi partida...!


Publicado en el diario El Liberal, 20 de septiembre de 1987.-