viernes, 2 de septiembre de 2016

EL ROL DEL ABOGADO Y LA JUSTICIA PREVENTIVA


     El ejercicio de la abogacía en la Argentina, como en el resto del mundo, está demandando un  cambio sustancial sobre las férreas estructuras en donde se encuentra encorsetado, digamos desde siempre. Nadie puede ignorar que la evolución del mundo impone pautas de adaptación, que exigen per se,  la revisión de los elementos y las herramientas con que se debe contar en cada situación en que se materializa el Derecho.

El Ilustre Colegio de Abogados de Madrid impulsó la sugestiva campaña “Al primer síntoma, consulta a tu abogado”, metodología que se está popularizando en los principales países de habla hispana. Dicha campaña ha tomado como base fundamental, el argumento que caracteriza el rol de la medicina en el planeta, ello es la “prevención” que siempre es más beneficiosa que la función de curar.

Así tenemos que resulta elemental, se concientice a la población de que cuando no se actúa con la celeridad que  requiere el caso, este se convierte en más gravoso. Por ello se está orientando al justiciable sobre la necesidad de consultar a un abogado en el momento que advierta cualquier amenaza que pudiere afectar sus intereses.

Esta novedosa campaña publicitaria tiende a asociar las figuras del médico con el abogado, dos profesiones tradicionales que llegan a complementarse entre sí. Desde siempre se escuchó decir que una familia cuanta obligadamente con su médico y un abogado de cabecera, que es lo mismo que decir, no podrás escapar a ningún pleito, ni enfermedad, durante tu existencia.

La acrecida constante de la litigiosidad, los juzgados abarrotados en todos los fueros, la falta de profesionalidad de quienes tienen a su cargo el despacho diario en los tribunales, ciertos litigios que sin causa alguna, se convierten en interminables, los plazos que nadie cumple, la deficiente atención en los mostradores, la cantidad de días, semanas y meses que se tarda en proveer un simple escrito, y tantos otros desatinos, pareciera ser una constante arraigada en el ejercicio de la profesión, que desde siglos pasados se mantiene  incólume. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados…” (1)

A esta altura de la cuestión: ¿Qué sería lo más conveniente: prevenir o enjuiciar? ¿Cuánto cuesta un juicio y éste cuánto dura? A manera de ejemplo observamos que: “En un universo tan complicado y judicializado por preferentes, cláusulas suelo, separaciones familiares y otras cuestiones que han entrado en la vida de las personas, el abogado ha dejado de ser el profesional que acompaña a éstas en un interminable juicio, para tener otro papel más activo de búsqueda de soluciones menos gravosas y complicadas.

En esta situación, los datos corroboran la iniciativa del ICAM, según el propio Consejo de Europa sobre los sistemas judiciales señala que el plazo medio para resolver una demanda civil ante un tribunal español de primera instancia fue en el 2008 de 296 días, sólo superado por Portugal (430) e Italia (533). Con apelación se puede superar el año y suponer un coste económico importante para el litigante.” (2)

Sin duda que transitamos el tiempo en que se debe conceder a la “prevención” un lugar de privilegio en cuanto al mantenimiento y conservación de nuestros intereses. Dejando de lado esa repetida costumbre de abordar al letrado, en cualquier parte, para rapiñarle una consulta sin abonar el correspondiente honorario, pues se corre el riesgo del mal asesoramiento, que a posterior se habrá de lamentar.

Vamos camino a un cambio radical de mentalidad tanto de parte del abogado, como de su cliente. Ambos están conminados a la modernización que impone el mundo globalizado y sus paradigmas colectivos que se dispersan por el mundo.

El abogado de hoy debe necesariamente crear condiciones óptimas para que su desempeño aporte soluciones a lo imbricando del sistema en donde se desenvuelve, lo que se logra con eficiencia, estudio diario y consulta permanente.

La herencia de las malas costumbres, de los subterfugios y los “chicaneos” deben ir cediendo en la medida de que se arribe a mejores logros en base al esfuerzo, la ética personal y la ambición por realizar un buen servicio.

Teniendo en cuenta que un justiciable posee los mismos sentimientos que un paciente en tratamiento médico, se debe colocarlo en idéntico sitial, posibilitándole optar por las opciones que pueden ofrecerse en cada caso particular. Así el ejercicio de la abogacía preventiva se irá posesionando en el sitio idóneo en donde le sea menos gravoso, menos tedioso y ágil al interés que se gestiona.

No creo que las instituciones en donde de apoyan los cimientos del derecho, logren aggiornarse por el mero transcurso del tiempo, si el abogado se mantiene al margen del cambio. Tampoco se puede esperar que sea el Estado quien tome la iniciativa de adecuar el sistema,  ni de brindar las herramientas que posibiliten el logro.

Con la llegada de la informática, se abrieron las puertas de un mundo nuevo al servicio de quienes quieran terminar con el atraso, el inconformismo, el malestar colectivo y la injusticia de no poder hacer justicia.

Fuente
 1.- Hamlet: William Shakespeare, pag. 74

 2.- Luis Javier Sánchez: “Abogacía Preventiva: El cambio cultural llega a los despachos” (Confilegal)