lunes, 16 de enero de 2023

CARTA AL AIRE

 Querido Eduardo:

   No sabes cuánto me cuesta salir de tribunales por la Avda. Alvear y no verte parado en la puerta de tu casa. No tener tu mensaje llamando al encuentro en el magistrado, ni aquellos sostenidos buenos días enviados casi al alba.

No logro superar la ausencia de los tantos diálogos ininterrumpidos, cotidianos e intensos que pocas veces compartí en el curso de esta frondosa vida. El tiempo y la fatalidad me van privando paulatinamente de mis amigos más cercanos. También, reconozco que se arrimaron otros, pero como dice Alberto Cortez: un amigo nuevo no es lo mismo… y le asiste la razón.

El breve café que compartimos –tan inusitado y sorpresivo- no nos advirtió que sería el último y nos dejó continuar con el relato de siempre,  en donde cada uno asumía una pregunta por realizar, o un episodio personal por comentar. Nunca abandonamos el propósito de avanzar por el mismo camino, sin inmiscuirnos en los laterales, que no aportaban nada a esa necesidad extrema de expandir nuestras vivencias.

Tu último cumpleaños se fue sin celebraciones y entendí la razón. Ayer pasó un sábado más y recordé que ese día estaba reservado para los almuerzos con amigos, que después se fueron aletargando hasta convertirse en un simple copetín de dos. La intensidad de esas veladas –que tanto disfrutamos- se reiteró asiduamente entremezclada con la pasión por la buena  música, con la que coincidimos casi siempre.

Le dedicamos tiempo a nuestro folclore y compartimos letras, sin dejar de lado el intercambio borgiano a través de sus sentidos sonetos, que tanto nos deleitaron. Se te iluminaron los ojos cuando te dije que tengo entre mis próximos proyectos, retornar a la elaboración de música autóctona  y que me gustaría que formaras parte de esa producción.

No tengo dudas que en estos emprendimientos afloraba en vos, el talento heredado de tu madre. Coincidimos en eso, que se obtiene desde nuestras raíces y  en aquello que se conquista a fuerza de ejercitar el don que el Señor nos signó desde su creación.

No dejamos bar sin explorar, de mañana, de tarde y en pocas ocasiones de noche. Nos reconfortaba narrar los episodios vividos en el pasado, los pocos del presente y los que habríamos de lograr en el futuro. Hicimos proyecciones que mayormente acertábamos. Y fuimos coincidentes con los vaivenes improvisados que nos dejó el tiempo político en que nos tocó participar.

Extrañan tus pasos mi vieja galería, al igual que tu asiento y copa preferida. Quiero que sepas que no dejaré de agradecer tu gesto noble y generoso, cuando me pedias analizar mis escritos antes de que los publicase. Siempre te extrañó mi contundencia y seguridad cuando indagaba un tema o comentaba un fallo. Si no fueses así –me reiterabas- no serias lo que representas.

Pasaron algunos días desde que ya no estas y no puedo negar que desde tu partida vivo entristecido. La sola circunstancia de recordar tantos hechos vividos, me transportan a episodios que se, no volveré a disfrutar.

Nadie pude aquilatar cuanto duelen las ausencias. Sabemos que los sentimientos son esas sensaciones ingobernables que nos invaden en determinadas circunstancias y muchas veces, somos víctimas involuntarias de sus revelaciones tristes.

Es así, nunca sabremos cuando, ni cuanto nos atrapará la extrañez y el sin sentido de una ausencia no querida.

Otra vez me sorprende la tarde, en la difícil tarea de recordarte y lo que más me duele, es no poder expresar mis sentimientos, no lograr hacerte saber estas cosas que se sienten, cuando se transita por el justo límite de la soledad.

Es por eso que pensaba, que te habría confortado saber que no son pocos tus amigos, que comparten conmigo esta pena del alma.

No sé por dónde transitas tu partida, pero tengo la esperanza que nos vamos de a poco y que siempre volvemos a vibrar en los lugares en donde fuimos felices.

Pensando así, se me ocurrió escribirte esta carta, sin lugar de destino, con remitente cierto. Es una carta al aire, que volará sonora, sin atadura alguna, la navegante altiva en alas de un suspiro.

La lleva mi esperanza que siempre llega lejos, hasta allí donde habitas, con tus misterios.

          Sin olvido

                                      Miguel