lunes, 12 de noviembre de 2018

¿CRISIS O DESENCANTO EN LAS CLASES DIRIGENTES?



       
               En no pocas ocasiones se ha tratado en vano de establecer el origen del fenómeno que se ha empecinado en retrasar el crecimiento argentino, que arrastra consigo, un sinfín de postergaciones y que parecen no tener término. Los artífices de la vida política no quisieron aceptar la palabra “decadente” como la adecuada, para calificar sus gestiones, argumentando al efecto que solamente se trata de una profunda “crisis” producto de la inactividad de tantas interrupciones en la vida democrática.

         Quizás por esta razón el gobierno anterior pensó que con la vuelta a la democracia desaparecerían, como por magia, los serios inconvenientes que acechan el país de los argentinos; que siguen sin encontrar un rumbo solidó de inserción en el plano económico.

         La realidad que estamos viviendo nos enseña una vez mas que falta un ingrediente importante en la receta emprendida y sin el, en vano serán los esfuerzos y los mejores deseos para arribar a un final feliz.

         Por lo visto, no creo que se deba salir en busca de culpables en las horas mas difíciles, tal como se ha venido haciendo en estos últimos años, tampoco es valido el argumento de la herencia recibida sin beneficio de inventario, porque antes de la función se conocía el debe y haber del causante, patrimonio que todos se disputan y que nadie ha demostrado saber administrar. ¿No será que hay excesiva prodigalidad en los repartos de esos bienes?

         Porque tampoco resultó valida la excepción de “instituciones caducas” ya que pasada la “fiebre reformista”, se ha perdido un tiempo y un dinero valioso y ningún cambio importante se experimentó.

                                            LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE

         Todos recuerdan cuando el entonces presidente radical realizaba acusaciones de todo tipo, ante cualquier suceso serio que acontecía en el país. A la extrema izquierda, como la productora de los males, pero al poco tiempo pensaba que era la extrema derecha, la que trataba de desestabilizar el sistema democrático; hizo mención al peligro de una “libanizacion” para finalmente reconocer, que la clase dirigente estaba en crisis.

         Alfonsín, señaló que en su gabinete reinaba la incoherencia y que lamentaba profundamente que los dirigentes de su propio partido “ataquen” a sus ministros. Los funcionarios realizaban declaraciones que luego eran desmentidas y asumían promesas que posteriormente no se cumplían.  Algunos memoriosos compararon a ese  diciembre como el mismo de 1975, algo así como un mosaico de coincidencias en donde la historia se repite, lo que significa un retroceso, que nadie quiere reconocer como cierto.

         El facilismo permanente y la aplicación de métodos improvisados que no alcanzan a solucionar problemas coyunturales, parecieran ser las herramientas mejores de los gobernantes de estos tiempos; después reconocerán que no quisieron, no pudieron o no supieron encontrar un camino mejor, mientras el pueblo continua acomodándose, antes que llegue el pedido de un nuevo sacrificio.

                                                     CRISIS O INMADUREZ

         ¿Es ésta una crisis de credibilidad, es moral o simplemente es la inmadurez política de dirigentes y gobernantes, cuyos efectos nos colocan en ésta incómoda situación de angustia y desesperanza, a la espera de quién sabe qué nuevos temores nos han de procurar en el futuro inmediato?

         Creo que todos los que formamos el variado espectro político nacional, somos tan responsables, como los que mal nos gobiernan. 
“La respuesta está en la enajenación de la dirigencia política cuya crisis es una especie, dentro de la crisis global. La dirigencia deviene cada vez más en una oligarquía política que se beneficia del actual estado de cosas con independencia del empeoramiento de la situación nacional. 
Aun en riego de incurrir en sociologismos, diría que de clases dirigentes devienen en clases opresivas, cuando operan para perpetuar un sistema que envilece las condiciones de vida de la población. De tanto escucharse entre ellos, han llegado a convencerse de que expresan, en conjunto, las apetencias, necesidades, y aun los sueños de la comunidad. 
Tanto han hablado que han terminado por creer su propio discurso. El país real ha seguido caminando por otro lado, cada vez con problemas mas agudos” (Rogelio Frigerio,  diario clarín, 29/6/88)

         ¿La clase dirigencial y la clase gobernante le escapan a la autocrítica o reconocen para sus adentros cierta incapacidad o inmadurez en la búsqueda de soluciones acreditadas?¿No será que buscan su autodestrucción, con ciertos actos que se encuentran lejos de considerárselos como políticos?

         Nada resulta tan claro como la evidencia de las cosas; el realismo es el gran ausente en los planes que se reclaman. La utopía crece en las conciencias de los que gobiernan y las voces de la clase dirigente estallan contra el muro de la soberbia del poder.

         Al que quiere ayudar, le dan le espalda, al que propone, no se lo escucha, por que entienden que la critica es destructiva, provenga de donde sea, aunque ésta tenga la buena intención de colaborar.

                                             BUSCANDO LAS COINCIDENCIAS

         Las provincias en particular y la Nación en su conjunto, no han creado las condiciones necesarias para la formación y orientación de la clase dirigente, que son quienes deberán, tarde o temprano, conducir los destinos de los pueblos y el de la Nación en su conjunto. Resulta indispensable crear escuelas de formación política e incentivar con cursos intensivos la realidad del propio país, que probado está, se desconoce.

         No son las franquicias partidarias las soluciones idóneas para el funcionamiento de los partidos políticos. A estos hay que estimularlos con otros medios, exigiéndoseles al mismo tiempo, una formación ideológica conforme a las necesidades de los tiempos que se viven y de lo que la República necesita.

         Los que gobiernan deberán terminar con las dádivas y la dispersión de los dineros públicos, en canje por voluntades a la hora del voto, pues de nada sirven a los interés de la comunidad los vicios del consentimiento, ni las actitudes cortesanas y obsecuentes.

         El ejercicio del poder, debe ser en esta tierra, como alguna vez lo fue, una carga pública, asumida con amor al prójimo y vocación de servicio. ¿Qué mejor que servir y ayudar a quién lo necesita?.

         Por ahora tengo la sensación de que algo no funciona como es debido y coincidiendo con Eclesiastés :10,5:  “ me he dado cuenta de un error que se comente en este mundo y que tiene su origen en los propios gobernantes: que al necio se le da un alto cargo, mientras que la gente que vale, ocupa puestos humildes”.

 Me queda una pregunta: ¿La clase dirigente aun vive en crisis o ya ha llegado a vivir el desencanto? 

Publicado en el diario el liberal 19 de diciembre de 1989