sábado, 10 de agosto de 2019

JUSTICIA A CONTRAMANO
















                 A pesar de la constante evolución que se observa en materia de  derecho procesal, los meditados estudios de tinte constitucional que se aplican con éxito, a la hora de reformas de fondo en la mayoría de los países desarrollados, el hemisferio sur del planeta, parece estar aislado o distraído a la hora de revisar sus instituciones que por años han permanecido incólumes, de espaldas al crecimiento y mutación del comportamiento social.


El mundo no es estático, tampoco el hombre un ser inanimado. Ya Heráclito (535 a. C 475 a. C)  nos informó el fundamento de que todo está en el cambio incesante. “El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa”. Y el Derecho no es una excepción, como para que se mantenga estacionario y pasivo en un mundo en constante movimiento.

Llama la atención que a pesar de las tantas e ingratas experiencias vividas en las luchas por la libertad, entendida ésta como un valor superlativo en la vida del hombre, se insista en el mantenimiento de figuras rancias y en desuso, tendientes a restringir el derecho a permanecer en libertad a quienes afrontan un proceso de corte penal.

El Estado -garante del debido proceso-, no cumple con tamaña obligación, cuando no provee los elementos esenciales para la realización de la justicia e incurre en omisiones severas que atentan en contra de su propia integridad y siembra un germen de la desconfianza, en una comunidad que observa absorta los vaivenes en que se someten a sus instituciones.

Cárceles atiborradas, sin insumos elementales, comisarias que ofician de presidios que se grafican como verdaderas jaulas humanas, donde no se asiste al prevenido que afronta un encierro en la soledad de cuatro paredes, sin nada. Cuando no se sabe si es culpable o inocente.

Un declamado art. 18 que luce en la Constitución Nacional diciendo que consagra las garantías de la defensa en juicio, estableciendo que las cárceles deben ser “sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”, haciendo responsable a los jueces por los derechos de los presos. 
¿Qué está sucediendo en la Argentina que últimamente apareció disfrazada de progresista, pero mostrando la hilacha cuando se le acabó el carnaval?  Resultó un contrasentido la predica de la vanguardia en cuanto al juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad producto de la dictadura militar, tanto en América Latina como en el mundo entero, y al mismo tiempo mirando para otra parte, cuando su propio sistema carcelario está a punto de estallar.

MIRANDO HACIA ADENTRO

La justicia en un letargo, se conduce a contramano. Nadie dice nada de la lentitud de los tribunales, del peligroso hacinamiento que produce la superpoblación carcelaria en todo el país, el constante maltrato y las vejaciones que casi sin excepciones se multiplican como políticas penitenciarias.

Nuestra provincia no es una ínsula –al decir de un ex gobernador- que se pueda destacar, para bien, en el contexto nacional. Aquí repercuten los mismos males y nadie quiere asumir responsabilidades. 
No hace mucho, tres jueces del crimen “destituidos” y detenidos por supuestos hechos de corrupción, promueven el estancamiento de las causas en curso y el relegamiento de quienes se encuentran privados de libertad produciéndose un estrepitus de puertas adentro en juzgados y comisarias, que seguramente avisaran del colapso en cercanías al fin de año.

Y la lista continúa. Resulta patético verificar que en los pasillos de tribunales hay más extraños que propios. Nadie controla el ingreso y egreso de personas que permanecen merodeando los despachos, sin actividad que justifique su permanencia en el lugar. 
Se instalan en las ventanillas de mesa de entradas interfiriendo la labor de los profesionales.

El dantesco trajinar de policías conduciendo a detenidos que transitan esposados por las calles, sin cumplir con los protocolos de seguridad, entre otros desatinos, poniendo en riesgo de vida no solo a los prevenidos, sino también a quienes caminan desprevenidos por la misma senda.

No pasan por esta zona, los vientos del “cambiemos”. Tampoco se escuchan voces que alienten tiempos de reformas o cambios estructurales. 
 Por ahora, todo está como era entonces.

Publicado en Revista La Columna No. 1339  22/8/2019