A pesar de la constante evolución que se observa en materia de derecho procesal, los meditados estudios de
tinte constitucional que se aplican con éxito, a la hora de reformas de fondo
en la mayoría de los países desarrollados, el hemisferio sur del planeta,
parece estar aislado o distraído a la hora de revisar sus instituciones que por
años han permanecido incólumes, de espaldas al crecimiento y mutación del
comportamiento social.
El mundo no es estático, tampoco el hombre un ser inanimado. Ya Heráclito
(535 a. C 475 a. C) nos informó el
fundamento de que todo está en el cambio incesante. “El ente deviene y todo se
transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa”.
Y el Derecho no es una excepción, como para que se mantenga estacionario y
pasivo en un mundo en constante movimiento.
Llama la atención que a pesar de las tantas e ingratas experiencias
vividas en las luchas por la libertad, entendida ésta como un valor superlativo
en la vida del hombre, se insista en el mantenimiento de figuras rancias y en
desuso, tendientes a restringir el derecho a permanecer en libertad a quienes
afrontan un proceso de corte penal.
El Estado -garante del debido proceso-, no cumple con tamaña obligación,
cuando no provee los elementos esenciales para la realización de la justicia e
incurre en omisiones severas que atentan en contra de su propia integridad y
siembra un germen de la desconfianza, en una comunidad que observa absorta los
vaivenes en que se someten a sus instituciones.
Cárceles atiborradas, sin insumos elementales, comisarias que ofician de
presidios que se grafican como verdaderas jaulas humanas, donde no se asiste al
prevenido que afronta un encierro en la soledad de cuatro paredes, sin nada.
Cuando no se sabe si es culpable o inocente.
Un declamado art. 18 que luce en la Constitución Nacional diciendo que
consagra las garantías de la defensa en juicio, estableciendo que las cárceles
deben ser “sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos
detenidos en ellas”, haciendo responsable a los jueces por los derechos de los
presos.
¿Qué está sucediendo en la Argentina que últimamente apareció disfrazada
de progresista, pero mostrando la hilacha cuando se le acabó el carnaval? Resultó un contrasentido la predica de la
vanguardia en cuanto al juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad producto
de la dictadura militar, tanto en América Latina como en el mundo entero, y al
mismo tiempo mirando para otra parte, cuando su propio sistema carcelario está
a punto de estallar.
MIRANDO HACIA ADENTRO
MIRANDO HACIA ADENTRO
La justicia en un letargo, se conduce a contramano. Nadie dice nada de la
lentitud de los tribunales, del peligroso hacinamiento que produce la
superpoblación carcelaria en todo el país, el constante maltrato y las
vejaciones que casi sin excepciones se multiplican como políticas
penitenciarias.
Nuestra provincia no es una ínsula –al decir de un ex gobernador- que se
pueda destacar, para bien, en el contexto nacional. Aquí repercuten los mismos
males y nadie quiere asumir responsabilidades.
No hace mucho, tres jueces del crimen “destituidos” y detenidos por supuestos hechos de corrupción, promueven el estancamiento de las causas en curso y el relegamiento de quienes se encuentran privados de libertad produciéndose un estrepitus de puertas adentro en juzgados y comisarias, que seguramente avisaran del colapso en cercanías al fin de año.
No hace mucho, tres jueces del crimen “destituidos” y detenidos por supuestos hechos de corrupción, promueven el estancamiento de las causas en curso y el relegamiento de quienes se encuentran privados de libertad produciéndose un estrepitus de puertas adentro en juzgados y comisarias, que seguramente avisaran del colapso en cercanías al fin de año.
Y la lista continúa. Resulta patético verificar que en los pasillos de
tribunales hay más extraños que propios. Nadie controla el ingreso y egreso de
personas que permanecen merodeando los despachos, sin actividad que justifique
su permanencia en el lugar.
Se instalan en las ventanillas de mesa de entradas interfiriendo la labor de los profesionales.
Se instalan en las ventanillas de mesa de entradas interfiriendo la labor de los profesionales.
El dantesco trajinar de policías conduciendo a detenidos que transitan
esposados por las calles, sin cumplir con los protocolos de seguridad, entre
otros desatinos, poniendo en riesgo de vida no solo a los prevenidos, sino
también a quienes caminan desprevenidos por la misma senda.
No pasan por esta zona, los vientos del “cambiemos”. Tampoco se escuchan voces que alienten tiempos de reformas o cambios estructurales.
Por ahora, todo está como era entonces.
Por ahora, todo está como era entonces.
Publicado en Revista La Columna No. 1339 22/8/2019
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