In memorian a Troilo Maldonado
El tema de la muerte nos despoja
de todo. Pareciera que nos vuelve diferentes. Es como si nos acercara o
convocara a mirarnos por dentro atrapando el pasado y el futuro en una sola
imagen que fue o no lo fue. Quizá la muerte cuando es temprana, nos parece más
injusta que nunca y pocas son las veces en que la comprendemos sin dolor.
Generalmente, nos suele
sorprender en una esquina cualquiera, cuando menos nos la imaginamos, en el
momento justo en que más nos aferramos a la vida, cuando aún nos queda mucho
por hacer por decir.
Una muerte cualquiera nos hace
pensar en serio, nos sobresalta y nos enternece, indicándonos como a propósito,
un camino a seguir o un futuro inmediato que tarde o temprano a de acontecer
con todos, sin importarle la ventura de un momento o la desdicha de una
existencia permanente.
No hay imagen posible, ni palabra
certera para evocar al “negro” Troilo. Con él se fue un pedazo de historia, una
porción de tiempo y de dolor –que no por ser reciente es menos valida- lo que seguramente signará su paso por un
tiempo de glorias y de brillos.
Grorioso equipo mil rayas del Club Atletico Union |
No hace mucho tiempo nos
encontró, a él la juventud y la pujanza y a mí una niñez llena de asombro y entusiasmo,
cuando acostumbrados al sol de alguna practica con las manos marcadas y
anhelantes por la presión de la tela de alambre y la nariz sobresaliendo por el
rombo de su forma, palpitando la inquietud de una gambeta al fragor de la
ansiedad por gritar uno de esos goles de factura inigualable como los que solo él
producía.
A veces me pregunto: ¿qué fue de
aquellas tardes de tribunas repletas, sin odios, ni violencia de corazones pletóricos
de júbilo deseosos de alentar al equipo mejor? Los tiempos de empapar la
camiseta, sin precio, ni contrato, de la garra incipiente en camino hacia el
triunfo, señero y sin igual.
Todo parece un cuento de un
tiempo imaginario, incrédulo y esquivo pero que fue mejor que lo que nos ocurre
ahora, de domingo en domingo, cuando
vamos en busca de aquellas emociones que también se murieron ajenas, como vos.
Ayer fue la alegría pintada en
fondo blanco con mil rayas azules. Fuiste más que talento, una augusta presencia
que marcaba el estilo de una estampa de corte personal. Erguido y orgulloso
desde siempre, trotabas la cadencia de un amague, que si no se hacía un centro,
seguro que era un gol.
¿Cómo te has muerto tanto Negro
de mirada alargada y cabellera plena de gomina y brillo sin igual? Parece fantasía
que todo haya pasado a ser la circunstancia de un momento, donde vivimos tanto
tu ingenio merecido, que aprendieron muy pocos a lucir como vos.
El futbol no es lo mismo que la
vida aunque parezca verso. No sé lo que sentías ese otro tiempo tuyo, sentado
en la tribuna como testigo mudo deseos años pasados. No estabas en la cancha, corriendo
con el ocho adherido a tu espalda, entonces habitaban tus ansias presurosas por
tomar la pelota y dormirla en la red.
Si pudiera contarte que en tu Unión, cambiaron muchas cosas desde que
vos te fuiste a intentar el aplauso en nuevos y lejanos horizontes y también se
marcharon a fuerza del destino los muchachos de entonces.
Ya no están en la cancha, ni Paco, ni Cañita, ni el Mono, ni
los Lotos, ni Buriki, ni Kent, las
cosas de Éibar Ríos han quedado
latentes, pero ya no es lo mismo, pues no se han repetido, ni el Polaco, ni Polo, ni Camus, ni García, ni el Beco, ni los Betos volver a ingresar.
Esta absurda ironía que te relato
a medias es parte de una historia que me duele contar. Que nos alcanza a muchos
que andamos todavía detrás de una esperanza por un futbol mejor.
Morirse no es tan malo, Negro Troilo… si alcanzamos la dicha de
vivir una vida tan llana, como fueron las tardes de en canto y de esplendor.
Volverás como siempre en el
recuerdo, con tu más caro estilo de pasear tú figura, alegre y triunfador. Sentiré
que el domingo volverás a la cancha
fugaz e iluminado a imponer tu presencia de recio goleador, pero yo sin el niño
asombrado de entonces, evocaré tus goles diciendo una oración.
Publicado en el diario El Liberal el jueves 25 de abril de 1985.-
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