No sabes cuánto me cuesta
salir de tribunales por la Avda. Alvear y no verte parado en la puerta de tu
casa. No tener tu mensaje llamando al encuentro en el magistrado, ni aquellos sostenidos
buenos días enviados casi al alba.
No logro superar la ausencia
de los tantos diálogos ininterrumpidos, cotidianos e intensos que pocas veces
compartí en el curso de esta frondosa vida. El tiempo y la fatalidad me van
privando paulatinamente de mis amigos más cercanos. También, reconozco que se
arrimaron otros, pero como dice Alberto Cortez: un amigo nuevo no es lo mismo…
y le asiste la razón.
El breve café que
compartimos –tan inusitado y sorpresivo- no nos advirtió que sería el último y
nos dejó continuar con el relato de siempre, en donde cada uno asumía una pregunta por
realizar, o un episodio personal por comentar. Nunca abandonamos el propósito
de avanzar por el mismo camino, sin inmiscuirnos en los laterales, que no
aportaban nada, a esa necesidad extrema de expandir nuestras vivencias.
Tu último cumpleaños se fue sin celebraciones y entendí la razón. Ayer pasó un sábado más y recordé que ese día estaba reservado para los almuerzos con amigos, que después se fueron aletargando hasta convertirse en un simple copetín de dos.
La intensidad de
esas veladas –que tanto disfrutamos- se reiteró asiduamente entremezclada con la
pasión por la buena música, con la que también coincidimos casi siempre.
Algunas veces le dedicamos tiempo a
nuestro folclore y compartimos letras, sin dejar de lado el intercambio
borgiano a través de sus sentidos sonetos, que tanto nos deleitaron. Se te
iluminaron los ojos cuando te dije que tengo entre mis próximos proyectos,
retornar a la elaboración de música autóctona
y que me gustaría que formaras parte de esa producción.
No tengo dudas que en estos
emprendimientos afloraba en vos, el talento heredado de tu madre. Coincidimos
en eso, que se obtiene desde nuestras raíces y
en aquello que se conquista a fuerza de ejercitar el don que el Señor
nos signó desde su creación.
Me gusta recordar que no dejamos bar sin explorar,
de mañana, de tarde y en pocas ocasiones por la noche. Nos reconfortábamos narrando episodios vividos en el pasado, los pocos del presente y los que habríamos de
lograr en el futuro. Hicimos proyecciones que mayormente acertábamos. Y fuimos
coincidentes con los vaivenes improvisados que nos dejó el tiempo político en
que nos tocó participar.
Siento la sensación de que extraña tus pasos mi vieja galería,
al igual que tu asiento y copa preferida. Quiero que sepas que no dejaré de
agradecer tu gesto noble y generoso, cuando me pedías analizar mis escritos
antes de que los publicase. Siempre te extrañó mi contundencia y seguridad cuando
indagaba un tema o comentaba un fallo. Si no fueses así –me reiterabas- no
serias lo que representas.
Pasaron algunos días desde
que ya no estas y no puedo negar que desde tu partida vivo entristecido. La
sola circunstancia de recordar tantos hechos vividos, me transportan a
episodios que se, no volveré a disfrutar.
Nadie pude aquilatar cuanto
duelen las ausencias. Sabemos que los sentimientos son esas sensaciones
ingobernables que nos invaden en determinadas circunstancias y muchas veces,
somos víctimas involuntarias de sus revelaciones tristes.
Es así, nunca sabremos
cuando, ni cuanto nos atrapará la extrañez y el sin sentido de una ausencia no
querida, que no se puede retener.
Otra vez me sorprende la
tarde, en la difícil tarea de recordarte y lo que más me duele, es no poder
expresar mis sentimientos, no lograr hacerte saber estas cosas que se sienten,
cuando se transita por el justo límite de la soledad.
Es por eso que pensaba, que
te habría confortado saber, que no son pocos tus amigos, que comparten conmigo
esta pena del alma.
No sé por dónde transitas tu
partida, pero tengo la esperanza que nos vamos de a poco y que siempre volvemos
a vibrar en los lugares en donde alguna vez, fuimos felices.
Pensando así, se me ocurrió
escribirte esta carta, sin lugar de destino, pero con remitente cierto. Es una carta
al aire, que volará sonora, sin atadura alguna, la navegante altiva en alas de un
suspiro.
La lleva mi esperanza que siempre
llega lejos, hasta allí donde habitas, con tus misterios.
Sin olvido
Miguel
2 comentarios:
Muy buena carta. Exactos los momentos que recuerdas. El misterio de la vida, la muerte, la Luz Eterna están presentes en este escrito.Lo conocí al hombre, no tanto como vos, pero le tomé aprecio rápidamente.
Saludos
Felizmente compartimos muchas noches de vino y arte con este invalorable amigo que nos dejó en silencio, así cómo vivió.
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