lunes, 17 de marzo de 2025

EL PECADO POLÍTICO TAMBIÉN ES SOCIAL

 

                             Desde hace tiempo estamos viviendo un clima enrarecido con permanente estado de tensión y nerviosismo creciente, pareciera que una especie de psicosis colectiva se moviliza sin dirección previsible y urgencia extrema. Mientras desde el Poder, un gesto vacilante e indolente se desliza ante las reiteradas denuncias sobre corrupción e ineptitud en el ejercicio de la función publica, ambiciones desmedidas de poderío, retribuciones para pocos que llegan a la exageración, en comparación con el salario popular, traiciones varias a los mandatos encomendados y tantos otros desatinos, que extenso seria enumerarlos.

Sin lugar a dudas vivimos un relativismo moral, agravado por una enfermedad de esta época materialista, que parece signar la vida del hombre indicándole un único camino: el monetarista. Lejos, en otros tiempos quedó la ética como forma de vida y proyección de generaciones futuras. El hombre esta mutando. ¿El cambio lo beneficia?

En política hay hechos que no son afortunados para la comunidad, los mismos que en variadas ocasiones traen perjuicios irreparables para el Estado. Los responsables no experimentan el castigo que prevee la ley, porque técnicamente no incurren en delito. En definitiva existe un daño no punible. ¿Será un pecado político?

Se entiende por pecado a todo hecho, pensamiento u omisión condenados por los preceptos de la religión. Es una trasgresión libre o deliberada de la ley de Dios, su naturaleza es la rebelión en contra del orden creado y es pecaminoso cualquier acto en el cual la voluntad humana se opone a la voluntad divina conocida por la conciencia.

JURAMENTO Y PERJURO

Desde siempre el hombre buscó reflejarse en un Ser superior, una especie de guía y rector de sus propias limitaciones, y encontró en el juramento la forma más sintética y confiable para advertir a sus semejantes que cumplirá con sus promesas. Dijo Cicerón que: “el que quebrante un juramento ofende a la Fe y merece la pena que los dioses inmortales han reservado al que miente y al perjuro, pues los dioses se muestran airados y coléricos con lo hombres, no tanto por la faltas a las palabras, sino porque estos hacen victimas a otros de los lazos que les tienden con su perfidia y maldad”.

Cuando se asume la función pública su titular debe cumplimentar el requisito constitucional, consistente precisamente en el Juramento y lo hace sobre Sagradas Escrituras, prometiendo desempeñarse con lealtad y patriotismo. ¿Cuándo ello no se cumple, se comete un pecado político? 

En la actualidad la practica del juramento esta perdiendo la eficacia que tuvo en otros tiempos, copiosa jurisprudencia se ha manifestado negativamente en el sentido de que no corresponde imponer a individuos que no profesan credos religiosos juramentos de  ningún tipo. Pero las constituciones que consagran como requisito previo la asunción de un cargo –tal el caso de la nuestra- exige someterse a ello y por consiguiente se debe entender que el que presta el juramento se identifica con la creencia religiosa consagrada en la invocación de la formula.

Es cierto lo expresado por Bielsa en su obra: Derecho Constitucional, criterio que compartimos, cuando expresa: “el juramento no constituye garantía alguna del buen cumplimento en el desempeño del cargo, ni de la veracidad o fidelidad del acto para el cual se jura, como lo prueba la experiencia. Lo que se hace es aumentar el número de perjuros. Tan poca seriedad se concede a este formulismo, que nadie se niega a cumplirlo. Lo cierto es que siendo de formalidad y no formulismo, se pueden hacer muchos perjuros, lo que no deja de recordarse en detrimento de la autoridad de la función misma”

LOS PECADOS SOCIALES

Recientemente el Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Monseñor Primatesta, expreso que: “la usura es un pecado social”. En la Argentina no solo se da en préstamo el dinero, sino también cosas necesarias para la vida, los alimentos, los remedios y los servicios. Un pacto social debe ser para dar a la Patria nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio, nuestra entrega. ¡No para cobrar réditos!

¿Hay conciencia suficiente y criterio adecuado cuándo se ejercita un acto político que sume en la desesperanza al pueblo que se gobierna?

Encender un “generador” de rumores advirtiendo un cambio de signo monetario, deslizar por intermedio de una infidencia, el posible perfil de un plan económico y luego transformarlo como por magia en un esbozo de contraria naturaleza, creando inseguridad e incertidumbre, ¿No es un pecado político?

El pecado político es también un pecado social, porque reconoce su fuente inmediata en la esfera del poder público y así,  un hecho que escapa a la sanción o castigo de la ley humana, no queda impune ante la ley divina.

En lo político, todo pecado, cualquiera fuere su especie –llamase actual, mortal, original, capital contra el Espíritu Santo, los que claman venganza del cielo o el venial- tarde o temprano impondrán su condena. Los que los cometen a sabiendas, tendrán que confesarlos, recordando quizá, para la ocasión, una bella canción que consagrara a los Plateros… Es pecado mentir.-


Publicado en el diario El Liberal, 12 de enero de 1990

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