Desde
hace tiempo estamos viviendo un clima enrarecido con permanente estado
de tensión y nerviosismo creciente, pareciera que una especie de
psicosis colectiva se moviliza sin dirección previsible y urgencia
extrema. Mientras desde el Poder, un gesto vacilante e indolente se
desliza ante las reiteradas denuncias sobre corrupción e ineptitud en el
ejercicio de la función publica, ambiciones desmedidas de poderío,
retribuciones para pocos que llegan a la exageración, en comparación con
el salario popular, traiciones varias a los mandatos encomendados y
tantos otros desatinos, que extenso seria enumerarlos.
Sin lugar a dudas vivimos un relativismo moral,
agravado por una enfermedad de esta época materialista, que parece
signar la vida del hombre indicándole un único camino: el monetarista.
Lejos, en otros tiempos quedó la ética como forma de vida y proyección
de generaciones futuras. El hombre esta mutando. ¿El cambio lo
beneficia?
En política hay hechos que no son afortunados
para la comunidad, los mismos que en variadas ocasiones traen perjuicios
irreparables para el Estado. Los responsables no experimentan el
castigo que prevee la ley, porque técnicamente no incurren en delito. En
definitiva existe un daño no punible. ¿Será un pecado político?
Se entiende por pecado a todo hecho, pensamiento
u omisión condenados por los preceptos de la religión. Es una
trasgresión libre o deliberada de la ley de Dios, su naturaleza es la
rebelión en contra del orden creado y es pecaminoso cualquier acto en el
cual la voluntad humana se opone a la voluntad divina conocida por la
conciencia.
JURAMENTO Y PERJURO
Desde siempre el hombre buscó reflejarse en un
Ser superior, una especie de guía y rector de sus propias limitaciones, y
encontró en el juramento la forma más sintética y confiable para
advertir a sus semejantes que cumplirá con sus promesas. Dijo Cicerón
que: “el que quebrante un juramento ofende a la Fe y merece la pena que
los dioses inmortales han reservado al que miente y al perjuro, pues los
dioses se muestran airados y coléricos con lo hombres, no tanto por la
faltas a las palabras, sino porque estos hacen victimas a otros de los
lazos que les tienden con su perfidia y maldad”.
Cuando se asume la función pública su titular
debe cumplimentar el requisito constitucional, consistente precisamente
en el Juramento y lo hace sobre Sagradas Escrituras, prometiendo
desempeñarse con lealtad y patriotismo. ¿Cuándo ello no se cumple, se
comete un pecado político?
En la actualidad la practica del juramento esta
perdiendo la eficacia que tuvo en otros tiempos, copiosa jurisprudencia
se ha manifestado negativamente en el sentido de que no corresponde
imponer a individuos que no profesan credos religiosos juramentos de
ningún tipo. Pero las constituciones que consagran como requisito previo
la asunción de un cargo –tal el caso de la nuestra- exige someterse a
ello y por consiguiente se debe entender que el que presta el juramento
se identifica con la creencia religiosa consagrada en la invocación de
la formula.
Es cierto lo expresado por Bielsa en su obra:
Derecho Constitucional, criterio que compartimos, cuando expresa: “el
juramento no constituye garantía alguna del buen cumplimento en el
desempeño del cargo, ni de la veracidad o fidelidad del acto para el
cual se jura, como lo prueba la experiencia. Lo que se hace es aumentar
el número de perjuros. Tan poca seriedad se concede a este formulismo,
que nadie se niega a cumplirlo. Lo cierto es que siendo de formalidad y
no formulismo, se pueden hacer muchos perjuros, lo que no deja de
recordarse en detrimento de la autoridad de la función misma”
LOS PECADOS SOCIALES
Recientemente el Presidente de la Conferencia
Episcopal Argentina Monseñor Primatesta, expreso que: “la usura es un
pecado social”. En la Argentina no solo se da en préstamo el dinero,
sino también cosas necesarias para la vida, los alimentos, los remedios y
los servicios. Un pacto social debe ser para dar a la Patria nuestro
esfuerzo, nuestro sacrificio, nuestra entrega. ¡No para cobrar réditos!
¿Hay conciencia suficiente y criterio adecuado
cuándo se ejercita un acto político que sume en la desesperanza al
pueblo que se gobierna?
Encender un “generador” de rumores advirtiendo
un cambio de signo monetario, deslizar por intermedio de una infidencia,
el posible perfil de un plan económico y luego transformarlo como por
magia en un esbozo de contraria naturaleza, creando inseguridad e
incertidumbre, ¿No es un pecado político?
El pecado político es también un pecado social,
porque reconoce su fuente inmediata en la esfera del poder público y
así, un hecho que escapa a la sanción o castigo de la ley humana, no
queda impune ante la ley divina.
En lo político, todo pecado, cualquiera fuere su
especie –llamase actual, mortal, original, capital contra el Espíritu
Santo, los que claman venganza del cielo o el venial- tarde o temprano
impondrán su condena. Los que los cometen a sabiendas, tendrán que
confesarlos, recordando quizá, para la ocasión, una bella canción que
consagrara a los Plateros… Es pecado mentir.-
Publicado en el diario El Liberal, 12 de enero de 1990
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