De los tiempos del “Barquito Bar” en horas de la siesta, hasta bien entrada la tarde, asoman los fantásticos relatos de entrañables amigos que por entonces, parecían saberlo todo, desde don Gaspar Villarreal, el periodista Segundo Osorio, el actor Justo José Rojas hasta el maestro Victoria, quienes narraban sus encuentros –no sé de qué tipo- con los misteriosos fantasmas que habitaban en los túneles y en el propio recinto del teatro 25 de Mayo.
A fines de los
años sesenta no era mucha la información verificada, sobre los insólitos
acontecimientos que – por dichos de los amigos- se reiteraban en nuestro primer
coliseo. Se trataba de una especie de amena coincidencia con “Los fantasmas del
Roxy” que no hace mucho inspiró Joan Manuel Serrat. (1)
Por ese entonces
el edificio de la calle Avellaneda, no había festejado sus sesenta años y eran
tantas las anécdotas que cobijaba, que superan a las más febriles mentes de la
época, cuando solamente algunas publicaciones aisladas, confirmaban la existencia de los recónditos
túneles, mientras que otras lo negaban sin más explicaciones.
Al poco tiempo
de aquellas amenas charlas de café, asumí como Director General de Cultura de
la provincia, (2) con competencia sobre bibliotecas y museos, más el teatro de
las mil anécdotas. Como no podía ser de
otra manera en ese organismo, no existía presupuesto para iniciativa alguna. Se
trataba de una dependencia dentro de un organigrama sin planificación, ni
proyectos, centralizada, pero con una caja afectada, solo para el pago de
sueldos al exiguo personal.
En el mes de
septiembre de 1973, por intermedio del periodista Cesar Leonino Suarez y el poeta Dardo del Valle Gómez convoqué a todo el personal de maestranza de
la casa, para que colaborasen con el proyecto de averiguar sobre la existencia
de los comentados túneles existentes en el subsuelo del teatro.
También
solicitamos la colaboración de los bomberos voluntarios, quienes pudieron
descender hasta la parte baja del escenario, desde donde extrajeron varias
camionadas de polvo puro, previo a lograr transitable el lugar.
Iluminamos mediante
poderosos reflectores la zona acicalada y se avanzó hasta aproximadamente lo
que sería la fosa, previa a las primeras plateas, hasta que se detuvo el trabajo
por falta de oxigeno. No contábamos con máscaras especiales, para lograr el
cometido, tampoco con otros elementos de iluminación.
Hacia la
izquierda, es decir con vista paralela hacia calle Avellaneda, pudimos divisar
dos túneles o galerías de reducidas dimensiones de aproximadamente un metro y
medio de alto por igual tamaño de ancho, ambas podrían orientarse hacia la
plaza principal y de allí bifurcarse hacia otros destinos.
Estos túneles, se
encontraban franqueados por rejas de medio punto, gruesas cadenas y un candado
de significativo tamaño. Sin intentar ingresar por el reducido pasaje, iluminamos
la zona y advertimos que a escasos metros se elevaba –franqueando el paso- una
construcción de tipo medianera, con ladrillos vistos, sin evidencia de vieja
data.
REF:
(1) Álbum “Bienaventurados”
(2) Agosto de
1973
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