jueves, 30 de mayo de 2019

JOSE RICARDO SANTILLAN ENTRE EL RECONOCIMIENTO Y EL OLVIDO


Hace trece años no dejó José Ricardo Santillán, un músico "groso" como lo define hoy la juventud folclorista de Santiago del Estero.

Nació en esta provincia el 25 de noviembre de 1945. Con el querido "Pelao" compartimos todos los emprendimientos folclóricos que pudimos realizar en la provincia. Participó en: “Devociones Populares Santiagueñas”,” Así es Santiago”,” Personajes Populares Santiagueños”, donde aportó una zamba notable, dedicada a nuestra amiga y poeta Pocha Ramos. También le puso música a mi gato: “Elpidio” dedicado a las Sacha guitarras atamisqueñas entre muchos otros temas que aún se mantienen inéditos.

Su inconfundible voz que se mezclaba y adaptaba a la perfección, a todos los géneros musicales, nos sirvió de base para la composición de zambas, chacareras, guarañas, tangos, boleros, etc. Guitarrista de ley,  descifraba de inmediato las creaciones musicales de Coco Lescano, y como nadie, transcribía su silbido al pentagrama y esos acordes secos, cuando usaba su pecho como cajón peruano, para comunicarnos una nueva creación.
Con su amigo José Herrera en la misa santiagueña

Nos divertía su simpatía, sus anécdotas, los relatos de sus innumerables viajes, acompañando con su “bajo” a los conjuntos locales en gira.

Sus gestos elocuentes y definidos. Su memoria prodigiosa y por sobre todo, su deseo de perfeccionamiento en todo lo que emprendía, caracterizaba a un artista pleno y sagaz, buscado por jóvenes y artistas consagrados a la hora de la consulta melódica.

Alma mater de Los Sin Nombre, uno de los mejores conjuntos vocales que se conocen en suelo santiagueño, así como base y soporte de Los Demonios, apoyó incondicional de Los Rock lands y de tantos otros grupos que signaron el pentagrama local.

Ricardo estaba considerado entre los músicos cultos del folclore santiagueño. Así lo consideré durante aquellos largos diálogos en "la pieza del fondo" sobre esa añosa mesa “tacuchada” de letras. Ahí entre esas charlas de mate y vino, descubrí que el “Pelado” era un tipo diferente de lo que constituye la masa de músicos y folcloristas. Sin duda fue un ser especial, que mereció mejor destino, conforme su esencia personal.

Carismático, responsable, respetuoso, lector incondicional, critico agudo, irradiaba un don de gentes muy característico de aquellos, que tienen mucho más para dar.

Su talento siempre fue reconocido e indiscutido. Lástima que se conozca poco de su personalidad y de su obra musical.

El 10 de marzo de 2006, falleció repentinamente. Esta recordación no es más que la síntesis de la nostalgia de aquellos tiempos compartidos.

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