(Recuerdo de una noche que cambió el rumbo de la historia)
La
noche del 23 de marzo de 1976 me encontró estudiando en compañía de
Luís Marcelo Quiroga y José Antonio Uñates, dos queridos y entrañables
amigos, lamentablemente fallecidos.
Recuerdo muy bien la teoría de los contratos, la
locación, el mandato y un sin fin de especulaciones, que se mezclaban
con el café cada media hora, los “jockey club” de Tito, los “colorado”
de Tuky y mis clásico habanos que le aportaban al escritorio un aroma de
púb nostálgico.
En Buenos Aires, la Sra. Presidente de la Nación
Maria Estela Martínez viuda de Perón, recibía a los políticos del
momento, los que pretendían salvar la democracia desde un sector y a los
otros, que anhelaban seguir participando, pero desde la otra posición a
la que estaban acostumbrados.
Mi poderosa radio de entonces Tonomac Platino, informaba por
minutos los avances del noticiero de radio El Mundo, pero como éste no
era confiable, sintonizábamos radio Colonia, emisora que aun transmite
precisamente cuestiones de Argentina, desde Colonia, en la República del Uruguay.
Aproximadamente a las 20 y 30 Oscar Alende el legendario presidente del partido
Intransigente declaraba: “Tengan confianza los argentinos estamos lejos
de un golpe”... Y nosotros nos mirábamos sin opinar. No discutíamos sobre los
acontecimientos nacionales, pero cada uno sabía, desde su óptica, que
las cosas no estaban bien en las esferas del Poder central.
En Santiago del Estero, como no podía ser de
otra manera, gobernaba el Dr. Carlos Arturo Juárez, secundado por su
compañera Mercedes Marina Aragonés quien por entonces se encontraba a
cargo de la Subsecretaria de Desarrollo que dependía del Ministerio de
Bienestar Social. Arturo Frondizi informaba que: “Es necesario
consolidar el FREJULI para aventar los rumores golpistas que tanto daño
le están haciendo al tejido social”. Nosotros estábamos atentos y
continuábamos estudiando, pero con la radio prendida.
En ese tiempo la inflación se hacía sentir como
nunca, digamos como ahora. La sensación de que existía un “vacío de
poder” estaba presente en todas las conversaciones de los argentinos.
La caída de los salarios, la devaluación del peso, los reclamos
sindicales, el aumento de las tarifas en un 100 x 100, colocaban a los
trabajadores en un estado de angustia permanente. A ello se sumaban los
constantes crímenes de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como
la “triple A” conformado un clima expectante y no precisamente, para alentar la
continuidad democrática.
Los nombres de José López Rega, Casildo Herrera,
Celestino Rodrigo y otros, se reiteraban en las mesas de las acusaciones
contribuyendo al descontento generalizado.
El uso de una “licencia por salud” -más
provocada que solicitada- por la Presidenta, el atildado Italo Luder como
la contra cara de Lastiri y sus miles de corbatas, los efectos del
“rodrigazo” y los movimientos nerviosos en Campo de Mayo recalentaban un
ambiente tan elocuente y propicio, que no resultaba extraño ni para el
más democrático de los argentinos.
YO NO TENGO SOLUCIONES
Cerca de las 23 de ese día 23, se anunciaba la palabra de
Ricardo Balbín, el jefe del partido radical. En mi escritorio se hizo un
silencio elocuente. Esta vez nos miramos ansiosos, preocupados, porque
sabíamos que el radical disponía de mayor información y era
conocido como un hábil negociador.
Ya habíamos escuchado a los voceros del
optimismo que se mantenían reunidos en los despachos de la presidencia.
Este era el último de los oradores.
No habló mucho, como era su costumbre, sus discursos estaban confeccionados dentro de una síntesis bien definida. “Yo no tengo soluciones” –dijo- sentenciando el fin de la democracia y se cortó la comunicación.
Cerca de la media noche, como era habitual en la
época de exámenes, salíamos a a comer los tan mentados “panchitos con
licuado de banana y leche” sobre la entonces acequia Belgrano, al frente
del Automóvil Club. Al volver –como éramos tres- varios militares y
presuntamente civiles que ya habían ganado las calles, nos interceptaron - con evidente ganas de subirnos al camión estacionado a la vera- sobre Libertad y 25 de Mayo. Felizmente pudimos zafar por obra y gracia de las credenciales policiales que identificaban a mis compañeros.
Cuando llegue a mi casa, me informaron que
habían llamado los doctores Vicente Solano Lima y Alberto Fonrouge, para
alertarme sobre la inminencia de un golpe de Estado.
A la semana siguiente me visitó mi padre,
pidiéndome prudencia en mis actos, pues gente de los “servicios” le
habían comunicado que desde el Ministerio del Interior habían requerido
mis antecedentes, pero que no me preocupara. ( para que en realidad me
preocupe)
Antes de fines de abril recibí el decreto en donde me dejaban “prescindible” en mi cargo del PAMI local, de donde era su Jefe.
No rendimos en ese turno del trágico marzo. Mis
amigos con exceso de trabajo. Yo desocupado, como tantos. Y... después llegó
el miedo y una angustia permanente.
Desde la terraza de mi casa observaba casi todas
las noches, movimientos de combate, gente corriendo, a veces gritando,
todo a oscuras, en silencio… como el de los sepulcros.
Hoy se celebra el día por la Memoria, la Verdad y
la Justicia instituido por la Ley No. 25.633. Pasaron 49 años desde esa
noche que sirvió de prologo al 24 de marzo de 1976, cuando un genocidio
inútil y perverso, acentuó una vez mas el desconcierto entre los argentinos.
Suscribo nombre y apellido
y ruego a Ud. tome partido
para intentar una solución
que bien podría ser la unión
de los que aun estamos vivos
para torcer nuestro destino
saluda a Ud. un servidor.
(V. Heredia)