Nota editorial del 15 de julio de 2008.-
Muchos
se preguntan: ¿Quién es Gustavo Grobocopatel, conocido por estos días
como el rey de la soja? Se trata de un ingeniero agrónomo y productor
agropecuario exitoso, que capitanea un pool de siembra que en otrora
simpatizaba con el matrimonio gobernante, pero cambió de parecer cuando
se aumentaron las retenciones al agro, porque a su criterio "concentran
la riqueza y distribuyen al revés".
El titular del Grupo los Grobo, le dijo al
diario La Nación el 2 de diciembre del año pasado, a días de la asunción
de la Presidenta Cristina Fernández que su propuesta es: "crear un
impuesto fijo a la tierra que remplace las retenciones. Al ser fijo
cuando hay mayor productividad el impuesto se diluye y entonces se
estimulan la producción y la inversión. Este impuesto a la tierra es
fácil de recaudar y difícil, casi imposible, de evadir como las
retenciones".
Además sugirió como propuesta que los
Intendentes manejasen directamente una parte de ese ingreso: "Sería un
sistema descentralizado, en red, más propio de la sociedad del
conocimiento".
Estoy más que seguro que quienes leyeron el
reportaje publicado en el suplemento Enfoques, poco entendieron de lo
que se trataba, menos aun la terminología empleada hace apenas siete
meses, la misma que hoy suena hasta el hartazgo en todos los medios de
comunicación.
Es que sin saberlo (¿?) este rico empresario
encendía una mecha de efecto tardío, que explotó cuando una vez más -en
tan poco tiempo- se recurría al embolse rápido y mágico de las
retenciones.
Felizmente la capacidad de asombro sigue intacta
entre los argentinos después de tanta anomia y sin razón, que marcó
estos últimos lustros de estabilidad democrática. Nadie imaginó lo
acontecido en la escena política en la primera mitad de un año con
estreno de nueva imagen presidencial.
Gatopardismo, sugieren algunos, otros creen en
el retorno del dios Jano el de los dos rostros, pero esta vez con una
cara de mujer. Lo cierto es que el tema de las retenciones no estaba
instalado hasta hoy en la arena política, pues se reservaba a los
dogmas de la fina e intrincada economía, porque no todos los ex
presidentes acogieron esta manera de recaudar, lo que no quiere decir
que con anterioridad éramos ricos, sino que para formar recursos se
"metía la mano" en otros bolsillos que también eran ajenos, con la
diferencia de que estos no sabían, o no podían protestar.
Tengo dicho que: "El Poder es como el vuelo de
un barrilete siempre depende del viento circunstancial que lo mantiene"
y se conoce que cuando cesa el viento o cambia su rumbo, sobreviene el
tembladeral que es lo que está aconteciendo en estos momentos de
angustia colectiva, sorpresa y vacilación. ¿Vientos contrarios?
¿Pero… a quién se le ocurrió que se podía, sin
el menor riesgo político, asumir el manipuleo a las retenciones? ¿Fue en
verdad una brillante idea del ex Ministro Martín Lousteau que aparecía
en todo momento respaldado por la presidenta? ¿Y si se fue dando un
portazo en medio de la tembladera, porqué no se dio marcha atrás con la
medida? ¿Por qué se apeló al enfrentamiento y a la pulseada en lugar del
siempre digno reconocimiento ante el error? No sabe. No contesta. Ya
nadie quiere asumir como el gestor de la derrota.
Lo malo es que a esta altura del partido el
Estado nacional perdió inexorablemente lo que pensaba recaudar con la
aplicación de las mentadas retenciones por lo que debe analizar la
manera de suplir el déficit que ello traerá aparejado y de pronto
también tendrá que advertir que se encuentra jugando en una cancha
distinta a la que no estaba acostumbrado y para su pesar con otras
reglas en el juego que no son las más beneficiosas.
LAS PENAS SON DE NOSOTROS
Del otro lado del escenario estamos los
argentinos observando boquiabiertos lo que está aconteciendo en la
res-publica. Más que sorprendidos, desilusionados, amargados,
apesadumbrados ante tanta improvisación mezclada de prepotencia y
arrogancia vana y estéril. El peligro latente y permanente de un
enfrentamiento entre pares, mete miedo y trae consigo consecuencias
imprevistas que como efecto gatillo recaen sobre la integridad misma de
la sociedad en su conjunto.
Estamos viviendo en un clima de tensión
permanente, al tiempo que se descubren o reaparecen síntomas de
enfermedades que creíamos superadas o de las nuevas, las que existen y
se expanden según la calidad de vida y el estado de seguridad en que nos
desarrollamos.
Las crisis, no son privativas de los engranajes
en donde se mueve el Estado, acontecen también con los seres vivientes.
Son cambios espontáneos, no esperados, que aparecen repentinamente y
requieren soluciones. Atacan tanto lo físico como lo espiritual y se
transforma en un estado de ansiedad permanente que va minando
progresivamente el tejido social. Produce desazón y desencanto. Ello se
traduce en una serie de trastornos que nos debilitan en forma
progresiva.
Hoy se habla de: "estado de pánico con y sin
agorafobia", "conflictos de ansiedad social y generalizada", la conocida
depresión en sus más variadas concepciones, "esquizofrenias y
trastornos psicóticos", fobias especificas, etc., y desde un informe
recientemente publicado en el diario El Tiempo de Colombia ya están
apareciendo los hiposexuales, apragmáticos y anhedonicos, lo que viene a
coincidir con estudios de entidades medicas de la especialidad que dan
cuenta del aumento de esos trastornos en la sociedad Argentina en estos
últimos tiempos, como consecuencia de la desesperanza instalada en la
sociedad.
En fin, sin quererlo, los argentinos estamos
conviviendo en desventaja, en medio de un clima enrarecido que de
improviso se introdujo entre nosotros en estos últimos meses, donde ya
contamos lo que fue un "otoño imperdonable".
Ojala que podamos "pasar el invierno" sin que nos afecten demasiado las malditas re-tensiones.-
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