jueves, 6 de septiembre de 2018

OTRO OTOÑO IMPERDONABLE.

Nota editorial del  24 de junio de  2008 .                           
       
                                                


                     Lo que nos dejó el otoño de 2008 en la Argentina pasará sin dudas a integrar la galería del espanto cuando pasen algunos años y se tenga como un hecho de referencia lo acontecido a lo largo de 100 días de pulseadas, dimes y diretes, entre el Poder Ejecutivo Nacional y los referentes del campo argentino.
Sin duda se trata de un suceso inédito en la historia política argentina, es más, ya que no resultaría desafortunado calificar este hecho como insólito, en atención a los efectos nefastos provocados en el ámbito social y económico, los que se mantendrán por un tiempo imprevisible.

¿Dónde se ha visto que las cabezas visibles de un Estado en pleno, salgan a disputar fuerzas de igual a igual, con un sector de la sociedad, produciendo un desfasaje inusitado en los parámetros de la convivencia en paz, que debiera estar precisamente garantizada por ese Estado, que es parte en el conflicto?

Lo que constituye un acto gubernamental, de naturaleza eminentemente política, ha provocado el alzamiento en pleno de un sector de la producción que se dice afectado por una suerte de "impuesto" distorsivo, que según lo acredita reiterada jurisprudencia de la CSJ. tendría alcance confiscatorio por exceder el limite de la razonabilidad. ¿Es un acto válido?

Cortes de rutas nacionales y provinciales, quema de pastizales en el otoño -léase hierbas verdes- que producen una humareda incontrolable que afecta la salud de la población. El ya conocido desabastecimiento, pero esta vez de todos los productos vitales para la subsistencia, falta de trabajo y producción, desempleo en todos los rubros. Una economía "congelada" que necesitará un buen tiempo para rehabilitarse, ha dejado entre otras cosas, una herida sangrante entre el pueblo y el gobierno, puesto a gobernar precisamente por ese mismo  pueblo.

¿Pero, cuál es la razón de tanto desencuentro? Muchos se preguntan sobre las causas, las motivaciones y el resultado de estos acontecimientos imprevisibles que están horadando la credibilidad popular. Y muchas son las respuestas que desde distintas ópticas se hacen sentir, pero que no llegan a consensuar.

Lo tenemos dicho que "manosear" las instituciones socava las estructuras en donde se apoya la República. A diario observamos que están pasando cosas raras dentro de las estructuras del Poder. Esto tiene un origen inmediato cuando hace algunos años, se convalidó concederle poderes especiales a un ministro que se auto tituló "salvador de la patria" y avanzamos tanto que hasta se forzó al Poder Legislativo, para que delegase poderes que le eran propios por imperio de la ley.

Los sabios constituyentes del 53 sabían que estos procedimientos resultan perniciosos y que tarde o temprano desestabilizan el ordenamiento jurídico y democrático, por lo que ab-initio en la carta fundamental, prohibieron expresamente las facultades extraordinarias, como así la suma del Poder público, ambas concesiones contrarias al sistema democrático. Es que no se debe recurrir a prácticas extrañas cuando la ley impone un sentido contrario al rumbo que se pretende imponer.

¿La cultura de la desobediencia y el autismo -involuntario o consentido- ante los reclamos sociales, forman parte de una estrategia política o se ha convertido en un moderno arte de gobernar? 
¿Porqué insistir con posturas irracionales apelando a las bravuconadas en lugar del diálogo civilizado? 
¿Hasta cuándo tirar de la cuerda produciendo ansiedades colectivas cuando estas bien se pueden evitar? 
¿Porqué echar mano sobre "voceros" incoherentes que cobran subsidios escandalosos para producir la irritación generalizada, cuando las cabezas del Poder exhiben una preparación adecuada para la mediación pacífica?

Este otoño sarcástico y bizantino se adelgaza en su final pronosticando más de lo mismo  y ello repercute dañando la sensibilidad del tejido social que no termina de entender que estas cosas nos ocurran a los argentinos.

Otoño imperdonable escribió a fines de la década del 40 una joven poeta que asomaba tímidamente a la escena cultural y gracias a su talento, terminó constituyéndose en la observadora implacable de la realidad nacional de los convulsionados años 60 y 70. 
 María Elena Walsh,  no encontró el perdón, solicitado en su primer libro de poemas. Nosotros tampoco.

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