miércoles, 10 de abril de 2024

RELACIONES IMPROPIAS


   

Resulta común en la esfera política, el envío indiscriminado por cualquier medio, de lo que se conoce como información subliminal, que se realiza con el solo propósito de captar adhesiones, imponer ideologías o atributos personales, sin que a menudo importe el destino del anuncio, como tampoco su procedencia.

Estos viejos, malos hábitos, que vulgarmente se asimilan al recurso del llamado “doble mensaje”, que vendría a ser lo mismo, sostener que algo es blanco, cuando en realidad se sabe que no lo es, parece ser la tendencia impresa que se está imponiendo en estos tiempos.

A ello se debe consignar que los protagonistas, de ésta novedosa forma de ocultar o confundir, realizan sus propuestas a sabiendas del fuerte impacto que producirán en el tejido social, sin que se interesen demasiado por el resultado o la percusión del resultado, pues un discurso ambiguo, como una aclaración engorrosa, seguramente dará motivo a diversas interpretaciones y de ahí en mas, el propósito empeñado, estará cumplido, pues pareciera que lo que se busca es la confusión colectiva.

                               
                                         LA POLÍTICA DE LA ANTÍTESIS 

Esta extraña practica, que se viene reiterando en casi todos los campos del pensamiento político, como de la realidad social, es una muestra elocuente de que en la actualidad se ha generalizado una especie de malformación del ejercicio de las acciones y derechos que - por su naturaleza - debieran ser simples y transparentes.
Así, como en el juego del gran bonete, nadie quiere hacerse cargo  de sus propios errores o desviaciones, ni de los posibles y desafortunados defectos que quedarán al descubierto a causa de su mal obrar.

La mayoría, prefiere mirar para otra parte, cuando es descubierto en falta u omisión, porque la exigencia de lograr la perfección, que le imponen estos tiempos exitistas,  obligan  necesariamente al protagonista, a esconder el producto o resultado de sus actos de la misma forma con que naturalmente lo hace el avestruz.

Esta contrariedad podría denominarse como la política de la antítesis o la mejor manera de “… tirar la piedra y esconder la mano” porque, a enmendar una mala gestión, reconocer un hecho desafortunado, o asumir en plenitud  el calificativo de irresponsabilidad que puede serle propio, nadie parece estar dispuesto.

   
Asimismo, el acto virtuoso de saber pedir perdón, ante las consecuencias de una falta cualquiera, resulta hoy demasiado mezquino ante circunstancias en que imperan los efectos de una moral ligh, en donde todo está desnaturalizado, hasta los márgenes de la propia conciencia, lo que nos lleva a preguntarnos por el rumbo futuro que ha de asumir nuestra sociedad de cara al comienzo de este nuevo milenio.
   
¿Servirá a los fines del Estado el ejercicio de la política, conocida vulgarmente como el juego del “todo vale”, donde el  hombre ya dejó de ser el fin para transformarse en un simple medio...?  
   
                                          EL HOMBRE ESTÁ MUTANDO

Los cambios bruscos, sin duda, alteran los efectos rutinarios que por siglos caracterizaron las costumbres y actitudes del hombre. Pero no siempre esas transformaciones contribuyen a hacer realidad las anheladas soluciones que con impaciencia se procuran.
El hombre está mutando sobre la suerte ignota de un comienzo de siglo, en que las asechanzas y las inseguridades son como moneda corriente en el transcurrir cotidiano y es quizá por ello, que  se siente rebasado ante la sensación de tener que purgar una condena de ante mano, prefiriendo asumir la negación y el ocultamiento,  antes que salir a  defender a cara descubierta, el fundamento de su propio obrar que - bueno o malo - asumió con anterioridad.
¿Dónde va el hombre, sin ocultar la búsqueda de un perfeccionismo sin límites, ni controles?  Quizá  lejos del debido reconocimiento de saberse condicionado y que resulta mas que factible que pueda equivocarse una y mil veces, por el solo hecho de su propia condición, porque debe admitir, que por naturaleza, es constante actividad y creación. 

Graves acusaciones sin elementos probatorios, aseveraciones calumniosas sobre hechos falsos, verdaderas condenas sociales, sin juicio previo, la búsqueda de urgentes presunciones de culpabilidad ante el estado de inocencia, cobardes anónimos, y hasta sentencias complacientes, se invierten, - como el rostro del dios Jano - en el ámbito de una sociedad que mira absorta y siempre con desconfianza, tanto a lo actual como al porvenir.

El siempre inconciente prejuzgamiento, la sensación permanente de inseguridad, la cotidiana impunidad, el descontrol, la agresión gratuita y la irreverencia, navegan juntas por el mismo río,  sin dejar de asimilarse a esa especie de concepción discepoliana  que vaticinó con precisión las similitudes que caracterizaron al siglo pasado y a este que recién comienza. 

Hoy casi sin darnos cuenta, estamos ingresando al tiempo de las “relaciones impropias” - esa graciosa definición pergeñada del ex Presidente Clinton cuando fue sorprendido en una confusa situación de índole privada - , que viene a sintetizar esa presunción, que fluye en casi todos los ambientes, es decir la vuelta al oscurantismo, porque, en este mundo heredado con la globalización incluida, nadie parece estar dispuesto a reconocer y asumir sus propias equivocaciones y mucho menos a poner la otra mejilla.

Publicado 18-2-2007


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