Aquellos años sesenta y esos viejos pupitres de madera del Colegio Nacional, nos miraban a diario concurrir casi insomnes, transitando por esas aulas sombrías con pisos de pinotea que crujían en verano e invierno.
Esos eran los tiempos de los días
largos, interminables y de unas siestas encendidas de cervezas derramadas por
doquier en las carnestolendas del club Estudiantes o donde quiera que estemos.
Después llegaron las noches joviales de los sábados que nos miraban pasar por las calles del centro, ataviados con trajes relucientes y abrillantados con gomina.
La calle San Martín esquina Entre Ríos, reunión segura para mirar
de paso a dos vecinas que tal vez nunca supieron que existíamos.
La misma arteria por donde deambulaba el mítico personaje popular santiagueño Luis
Ambrosio Salvatierra, el Marques de Canta Rana.
Y la vida fue transitando indiferente tras su rumbo puntual, entremezclada con Charles Aznavour, Raphael y los Iracundos, con Julio Cesar Montenegro, Arturo Toty Sydow , el zorro Manuel Arce y Carlitos Suarez, y en silencio siguió su curso sin importarle cual sería el derrotero de cada uno de aquellos integrantes del grupo del sesenta.
Después se fue poblando de recuerdos y cada uno se fue con su cada cual a generar vivencias y sin pensarlo, ni quererlo, aquella algarabía rechoncha de juventud se fue poblando de distancias y de ausencias, que parecen ser parte del itinerario de la vida.No hace mucho, nos volvimos a encontrar sobre la gramilla del legendario Old Lyons en la costanera. Y como viejo ritual chocamos nuestras copas en las tardes de rugby, entusiasmados y pletóricos de orgullo, viendo a nuestra descendencia, disputándose el ovalo en clásicos irrepetibles.
Cuantas veces nos vimos desde la
distancia, al marchar bajo el sol por las
aristas del rió, pensando ilusionados que
aquellas caminatas bastaban para para achicar un talle, sabiendo que más tarde
volveríamos a la reincidencia del brindis generoso.
En fin... una vez más ganaran las nostalgias, cuando se está agotando el tiempo de contar madrugadas. Sí, nos estamos yendo por el mismo destino.
Hasta la vista mi Mariscal...
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