Elsa Castillo Carrillo de Gimenez |
Seguro que me están sobrando las palabras para decirte adiós, pero no me resulta fácil, simplificar el tiempo compartido durante tanta vida.
Pasaron sin querer cincuenta años, de andar y desandar nuestros caminos y en el medio aprendimos, entre tantas otras cosas, lo gratificante y sencillo que confiere el valor de la amistad, la grandeza del lazo familiar y el honrar el sentimiento, que la generosidad del Señor, nos mandó a ejercitar.
Qué triste es admitir que sin darnos cuenta,
fuimos creciendo juntos y el destino nos fue repartiendo a veces, pesares y
alegrías, olvidos y tristezas y un sin fin de entusiastas fantasías que nunca
dejaron de asombrarnos. Fueron más las victorias, que las luchas perdidas, que al
fin y al cabo se transformó en haber, a
la hora del balance.
Tu vocación por el estudio se plasmó en la enseñanza
y fuiste portadora de la fuente, en donde abrevaron un sin fin de generaciones,
que desde tu cátedra entendieron el alfa y el omega, la encubierta la raíz del
verbo y el arcano que emerge del latín.
Muchos van a extrañar el oui o el mon amour de tu dicción perfecta, la gala tu excelsa
simpatía y ese aire perfumado de Paris… aromando el paisaje de Santiago.
Esa elegancia innata que adornó tu franca
bizarría, acumuló cadencias tras tus pasos y creció nostalgioso ese glamour
pausado, que engalanó el nivel de tu presencia.
Quizá nunca advertiste los nobles sentimientos
que dejaste arraigados en el corazón de tus alumnos, ese reconocimiento pleno,
trasmitido por décadas, el mismo que seguirá resonando, tras cada evocación de
quienes te conocieron.
Vivir es recordar, que duelen las ausencias,
aunque quede el consuelo de esta amistad profunda, bordeando el medio siglo que
no ha pasado en vano. Los años se nos fueron depreciando tras el alto
compromiso de existir.
Ya no estas, no te veremos más, pero intuyo,
que fuiste jubilosa a la casa del Padre a ofrendar tu humildad al pasar por el
mundo. Agradezco tu ahínco por
advertirme siempre enmendar mis errores, desde la predica del deber y la
enseñanza y en el nombre de todos, quienes fuimos tus alumnos, te damos las
gracias por tanto… sin dejar de llorar por tu partida.
Requiescat in pace
1 comentario:
Hermosas palabras Miguel... Ella fue así, tal como la describiste. Nunca dejé de aprender, cuantas lecciones suyas mi alma aprendió. Se nos fue una amiga de verdad. una mujer extraordinaria !! Un sincero abrazo...
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