En la poesía de Homero Manzi persisten todas las temáticas y todas las historias, ahora entrelazadas con lo sociológico, lo filosófico y lo digital de nuestra era.
Hay en ella amor, como hay
también dolor, miedo, rebeldía y soledad –emociones que trascienden el tiempo,
amplificadas por las redes sociales y las crisis globales contemporáneas.
Pareciera que para Homero el
amor era una etapa lejana, inalcanzable, difícil, y esta constante búsqueda se
inserta a lo largo de sus entregas, clamando por lo que pudo ser y no fue... En
un mundo de conexiones efímeras y algoritmos que dictan afectos, sus versos resuenan
como un eco de lo analógico en lo virtual.
“Pero hoy en medio de lo que
todavía no he podido amar.
Y tu amor en la ventana
Todo ha muerto, ya lo sé...”
O cuando dice, en “Ninguna”,
con voz definitiva y queja consecuente...
“Todas murieron en el momento
que dijiste adiós...
Sabrá que sufro pensando en
ella
Desde la tarde que la
dejé...”
Sea como fuere, Manzi lloró
un amor y lo interpuso entre verso y verso, como si fuese una culpa o un
castigo que definitivamente debía ir hermanado a su obra y a sus propios
recuerdos. Hoy, en 2025, esa melancolía se lee como un presagio de las rupturas
digitales: amores que se desvanecen en pantallas, fantasmas en chats
archivados.
EN CADA VERSO SU CORAZÓN
De entre las tantas cosas
publicadas por Manzi en diarios, periódicos y revistas especializadas –muchas
de las cuales hoy sobreviven solo en archivos digitales o repositorios en línea
como la Biblioteca Nacional o plataformas de hemerotecas virtuales–, Luis C.
Alen Lascano[1]
rescató un extenso poema firmado por el autor y que fuera publicado en el
diario La Prensa en su sección dominical, poco antes de su desaparición en
1950.
En aquel poema: “Hombre”, Manzi
deja sentado para siempre su rol de escritor meditativo y profundo, de
conocedor rutinario y certero, de visionario nato –cualidades que anticipan las
distopías modernas de la inteligencia artificial y el cambio climático:
“Corres como un gigante
desolado
con fuerzas que tú mismo has
convocado.
Eres trágico así y eres
absurdo
cuando te vistes con el
gesto burdo.”
Hay en estos versos más que
un alegato al presente de posguerra; una acusación al futuro del hombre en la
era de la hiper conectividad y la crisis ecológica, un interrogante que
pregunta incansablemente y responde al mismo tiempo las pautas dadas, las
creadas para ser así. En 2025, con el auge de las IA generativas y las redes
que amplifican lo absurdo humano, estas líneas suenan proféticas.
Otro de los logros de Homero
Manzi es su poema “El último viaje de Quiroga”, escrito poco antes de su muerte
y lamentablemente inconcluso. Sobre este tema tan trajinado –la trágica
expedición de Horacio Quiroga al Amazonas–, me atrevo a afirmar que, a mi
juicio, sigue siendo lo mejor que se ha escrito hasta el momento, lástima que
haya quedado sin terminar. En la era de documentales en streaming y
reconstrucciones digitales, su narrativa cruda gana nueva vida.
Hay en estos versos un sabor
extraño, como la forma de contar la historia con conocimiento del lugar del
hecho y absoluta veracidad en el concepto que se expone. Particularidades
visibles al comparar con otros poemas o relatos modernos que versan el mismo
tema –incluso adaptaciones cinematográficas o podcasts contemporáneos–, y sin
dejar de ser correctos, no poseen la fuerza que le da Manzi a lo largo del
relato:
“¡Déjense de pavadas y
enganchen la galera!
Por cuenteros y maulas les
metería una soba.
¿Qué quieren que a mis años
pida la escupidera
y me quede en Santiago
masticando algarroba?”
No solo pinta una realidad
histórica, sino que cuenta una verdad con estilo y gracia muy particular,
características en él. Hoy, en un mundo de fake
news y narrativas virales, esta autenticidad cruda resalta como antídoto.
NADA MENOS QUE TÚ ERES POETA
Otros de los buenos poemas
de Manzi lo constituyen esos “42 versos a la Facultad de Derecho” y un largo
poema que titulara “30 años”, en donde deposita toda una gama de recuerdos y
experiencias vividas en su niñez y parte de su juventud –ahora releídos en el
contexto de movimientos estudiantiles globales como los de 2018 en Argentina o
las protestas por el cambio climático.
“Pero siempre fui avaro Con
mi propio dolor.
Abandoné los libros y me
hice luchador.”
La vida de Homero se
encuentra escrita en estos versos que constituyen su cronología versificada con
increíble sencillez y candor, un testimonio que inspira a generaciones de
activistas en redes sociales.
Aquellos “42 versos…”,
publicados por primera vez en la revista El Hogar el 7 de marzo de 1948 –y que
hoy circulan en ediciones digitales y antologías en PDF–, deambularon por
cuentas casas de altos estudios, en el país; entre los estudiantes de esa
carrera, que parecen identificarse tras los conceptos vertidos por Manzi, que
se conjugan entre la seriedad y la farsa, satirizando un sistema educativo que
muta… pero no cambia.
[1] en
su obra “Manzi: poesía y política” (publicada en los años 70, pero reeditada y
digitalizada en décadas recientes),
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