sábado, 16 de enero de 2016

VERDAD Y MENTIRA DEL 17 DE OCTUBRE.

Solo dos revoluciones populares:

                       
    
                                            
     
 
Ayer se cumplieron treinta años de la revolución del 17 de octubre 1945, una fecha de hondo significado para las memorias contemporáneas que constituyen un vivo documento para los galones de la historia, ya que éste levantamiento popular constituyó uno de los hechos de mayor importancia en el presente siglo, registrado en nuestro país.

       Sin embargo el real significado de ésta fecha ha sido a todas luces distorsionado, mal interpretado, confundido y ocultado por los detractores de siempre. Nunca se festejó éste hecho histórico con las características que le fueron propias, ni siquiera podemos afirmar que alguna vez -después del golpe de 1955- ésta fecha adquirió alguna notoriedad.

       Es mas que obvio que esa circunstancia nunca fue analizada como es debido, es decir desde la objetividad y cuando se lo hizo, fue deformando su esencia, negando su proyección popular é imputando a éste episodio risibles consecuencias que al decir de algunos, se trataba de otro de los desbordes de la “barbarie” humana de los cuarenta.

BÁRBAROS Y BARBARIES

Ya que el término “bárbaro” y los derivados de “barbarie” suelen salir a relucir en cada oportunidad  que un gobierno popular se instala en el poder y vistas las consecuencias y los alcances que hoy tratamos, sería ideal recordar y citar un pasaje del libro de don Arturo Jauretche que titulara - con efectivo acierto-“Los profetas del odio”.

Allí narra el autor un episodio de la historia argentina (a la que todavía no terminamos de comprender) que se desarrolla precisamente en nuestra provincia y tiene como protagonistas al Brigadier General Juan Felipe Ibarra y al Dr. Tezanos Pinto.

        Resulta que cuando éste último llegó a nuestra tierra en misión oficial a cumplir con una directiva ministerial trayendo un mensaje para el Gobernador Ibarra, se había presentado ante el caudillo norteño en horas de la siesta, justamente cuando el sol santiagueño vence al mismo diablo y hecha por el suelo a todo tipo de ceremonias, por más formales que éstas fueran.

Ibarra que estaba en chiripa y tomando un mate a la sombra de un tala, invitó al funcionario a compartir la reunión. Segura fue la negativa de Terzanos Pinto que cumplió con su misión y se retiró en compañía de sus funcionarios “engalerados” y bañados por el sudor que provocaban esos pesados trajes que se habían puesto para no dejar de ser formales.

El porteño oligarca a poco de retirarse, expresó a sus seguidores: “Bárbaro el santiagueño, tomando mate y en calzoncillos…” A lo que Ibarra comentó a sus milicianos:  “Bárbaro el porteño andar vestido con traje de lana  en semejante calor”.

He aquí dos ejemplos de la palabra “bárbaro”. Dos comparaciones que se realizan dentro de un mismo marco y que recogen diferentes interpretaciones. Una que peca de soberbia, la otra redundante en la humildad.

      De todas maneras sabemos el origen de la palabra en cuanto a su uso intencional, recordar también la “ civilización y barbarie” de Sarmiento. Y basta. Si hemos recordado ésta anécdota tratando un tema como el que estamos abordando, es porque tiene un significado, y éste deriva de las interpretaciones, que como dije, suelen algunos aventureros dar una equivocada interpretación.

DOS REVOLUCIONES POPULARES

Volviendo a los orígenes del tema que tratamos, debemos recordar que su significación no es privilegio de ningún partido político, no se trata de un mero partidismo oficialista (en nuestros días) tal como suele afirmarse en algunos sectores, no precisamente en los populares.

Aquí queremos tratar un hecho sin precedentes dentro de la historia de nuestro país en el presente siglo, que injustamente se trata de ocultar. Ya los argentinos tuvimos la oportunidad de hacer conocer nuestras opiniones y de participar en las decisiones gubernamentales  cuando se logró la sublevación ante los atropellos que ocasionaban nuestros primeros ensayos constitucionales.

No podemos ignorar lo que fuera aquella revolución que  es recordada en la historia como “el golpe del 6 y 7 de Junio de 1811”. En esa oportunidad quienes salieron a la calle en busca de sus destinos, no era otro que el pueblo todo en su conjunto motivados por una causa y un interés común.

Tuvieron que pasar 134 años para que éste mismo pueblo tomara la misma iniciativa que los anteriores, que vivieron otras circunstancias y otra época. Fue precisamente el 17 de Octubre de 1945, cuando las masas se levantaron en busca de sus destinos, que en éste caso era el futuro de un hombre que más tarde se erigiría en el conductor de América – tal como le llamaron hasta sus adversarios políticos – y líder espiritual del Tercer Mundo, me refiero al General Juan Perón.

FECHA AUTÉNTICA Y NACIONAL

Insistimos que estamos lejos de querer significar –por medio de ésta recordación – a un mero hecho sin trascendencia derivado en un triunfo de tinte político. Cuando invocamos la historia y cuando sentimos la necesidad de esclarecer al pueblo, no somos partidistas ni de los unos, ni de los otros, tratamos de ser lo más objetivos posibles.

De todas maneras estamos rememorando un hecho contemporáneo que puede ser constatado muy fácilmente, con tan solo recurrir a la memoria de los argentinos de la década del 20 ó el 30, que cuando se desencadenaron los acontecimientos, eran las reservas de nuestro futuro.

Ésta fecha insigne no fue otra cosa que la voluntad general de una mayoría comprometida con el futuro de su pais, al exteriorizar sus anhelos y verter sus pensamientos frente al edificio en dónde se gestó nuestra historia.

       Fue un espontáneo milagro que se dio en virtud de una injusticia intencional. Fue un ejemplo digno de mención y recuerdo; ojala los argentinos, inspirados en éste acontecimiento puedan clarificar sus ideales en cada circunstancia que vean limitados sus derechos.

       Tal vez se logre comprender las realidades, que suelen esconderse detrás de los misterios interesados que tratan de eclipsar las autenticidades por medio de mezquinos intereses personales. Nos consuela saber que nuestro pueblo es capaz –cuando reacciona- de luchar por las conquistas que no son fáciles de conseguir y de mantener, lo sabemos pujante, laborioso y sincero. 

       Lo importante del caso, es que hasta la fecha solo se conocen dos revoluciones populares, en las que el pueblo fue el artífice de su destino: La gesta del 6 y 7 de junio de 1811 y el 17 de octubre de 1945, lo que nos lleva ha confirmar que cualquier levantamiento aislado, sea o no numeroso, no constituye un hecho revolucionario, pues para ello debe existir previo un consenso nacional que así lo justifique y se lo reconozca como tal.

      Por lo demás -quedó dicho- que cuando se agota su paciencia, los pueblos suelen hacer tronar el escarmiento…


Publicado en Diario LA HORA, 18 de octubre de 1975.

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