viernes, 29 de enero de 2016

HOMERO MANZI: AÑATUYA PAREDÓN Y DESPUÉS...





                   Mil novecientos, comienzo de un siglo que sería para la Argentina un “envión” adecuado a la extensión del progreso, a la creación de nuevas pautas y modernas costumbres.

Una nueva era daba sus primeros pasos, se inauguraba un siglo que mas adelante estaría aparejado de in justificativos conflictos, producto - para muchos- del tiempo que se vivía, convulsiones y enredos, viejas estructuras derrumbadas, contorno de cosas que comienzan a ser historia.

Era la segunda presidencia del general Roca, cuando toda Europa, quería “hacer la América” llegándose a la Argentina, en donde se decía que el dinero estaba tirado por las calles.
Así con esos sueños largos y azarosos se vinieron los Manzione a sentar reales en un Buenos Aires que prometía lo que el viejo mundo no pudo otorgarles.

SAN JUAN Y BOEDO ANTIGUO

El barrio de Boedo era el sitial en donde don Luís Manzione se afincaría desde el comienzo en el nuevo país. Allí junto a su compañera Ángela Presttera, uruguaya, proyectarían sus tantas ilusiones.

Sus ambiciones de recién llegados y las tremendas ansias de cumplir con su cometido; vivir de otra manera.
Después vino la idea de caminar distancias, seguramente el matrimonio se interrogó con la mirada cuando se habló de Santiago del Estero, aun mas, cuando había que llegarse hasta Añatuya, un pequeño pueblito próximo al departamento Matará, situado cerca de las márgenes del Salado.
Y hasta allí se llegaron don Luís con su hermano Carmelo, ávidos de progreso, deseosos por trabajar el suelo de esa nueva ciudad: Santiago del Estero.

AÑATUYA ES...AÑA MIA

Añatuya era un sueño alado de don Luís Manzione y su hermano, pero la realidad le advirtió que tampoco ese era el camino de la quimera, a través de las largas luchas en procura de las transformaciones de las áridas tierras santiagueñas.
Allí todavía está la vieja casona llamada “El 13”, cercana a las vías del ferrocarril, hoy convertida en una precaria escuela.

Allí nacen santiagueños: Luís; Esther, Dora, Román, Raúl, Homero, Nicolás, Guillermo, e Hilda.

Es en Santiago del Estero, precisamente el pueblo de Añatuya un primero de noviembre de 1907 cuando Homero Nicolás Manzione abre sus ojos a la realidad lugareña, a la sequedad de los campos, al dolor del obraje, al altar de la miseria de los que trabajan sin descanso dando la espalda a un sol que sabe hacerse sentir cuando la se hace la siesta:

“Tras un verde ventanal
junto al mismo algarrobal
conocí la luz del día”.

Así cuenta Homero su nacimiento, en su poema “Añatuya” al que no se le conoce su música.
Cortos días de infancia pocos, por no decir nada, vivió Homero en Añatuya.

No se trataba de decidir un camino, ni una ubicación, había que seguir el rumbo que el destino había dispuesto para un autentico poeta de las cosas cotidianas. El no podía quedarse en su tierra natal, tenia que seguir la marcha de los acontecimientos a los que estaban sujetos sus padres.

Otra vez Buenos Aires, porque el cordón que ligaba a don Luís no estaba cortado en definitiva como lo hizo su hermano Carmelo, al casarse con doña María Isabel Gómez Alcorta, perteneciente a tradicionales familias santiagueñas, y afincándose definitivamente en la provincia.

ESA PUERTA SE ABRIÓ PARA SU PASO

Homero pudo haber nacido en cualquier parte, pero el destino quiso que sea santiagueño y aun mas “añatuyense” como para demostrar mas aun, su condición de provinciano que a fuerza de ver y sentir las injusticias, se hacen poetas cuando no nacen artistas, quizá de haber vivido su juventud en contacto con la naturaleza de su tierra, hubiese sido distinto su camino al igual que su verso y su pasión.

Quizá hubiese preferido ser “hombre de letras” que haber elegido ser un “creador de letras para los hombres”. Pero todo fue distinto, casual, le llamaría, a su nacimiento en Santiago y su permanencia en Buenos Aires. Allí vivió su juventud y su niñez iniciada en su tierra natal, allí se hizo hombre y poeta.

Lo importante es que siempre se reconoció santiagueño, e hizo gala de su condición de provinciano como que afirmó que se sentía: “un provinciano otario que quedaba con la boca abierta, ante un tranvía”.

Veintidós años habían pasado desde que los Manzione estaban en la Argentina, quince años cumplía Homero y las primeras letras ya estaban en el:

“Dame un beso
te dije ferviente
y un beso sin fuego
pusiste en mi frente”.

“Era el vals “¿Por qué no me besas?”, con evidentes influencias de rezagado modernismo, justificables si pensamos en la juventud de Manzi. Era su primera letras de acuerdo con las reglas establecidas por el gusto sensiblero, tan en boga.” (Homero Manzi: antología. Selección de prologo de Horacio Salas).


Publicado en el diario La Hora, el 11 de marzo de 1975.- 

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