Nota editorial del 7 de marzo de 2009.-
El
día 2 de abril de 2005 se encontró muerta en un barrio de Santiago del
Estero, a una joven de conocido perfil emprendedor e independiente, con
ansias y capacidad de progreso, incorporada al contexto social de manera
exitosa y con calificados antecedentes ambientales y morales, a quien
nunca se le conoció enemigos, ni adversarios de ninguna índole.
Hoy,
su muerte es un misterio, al igual que los puntos de contradicciones,
los indicios nunca investigados, la documental no ponderada y las
testimoniales no rendidas en el sumario judicial que investiga los
hechos de su trágica desaparición. Expte. 259-A "Motivo de establecer
las causas que produjeron la muerte de la ciudadana que en vida se
llamara Claudia Gabriela Orozco".
Han
trascurrido cuatro años sin que se lograse, ni siquiera la modificación
de la carátula, que pretende arribar a las causas del deceso.
Cuatro
años de dudas acumuladas, de dimes y diretes, de no instar desde
adentro lo que se pide desde afuera. De no escuchar, ni incorporar lo
que se solicita, de no atender como es debido, de no advertir, ni
siquiera de analizar, aquello que se encuentra incorporado, a falta de
otros perdidos elementos, que pudieron haber servido- aunque más no
sea- para la sospecha.
Cuatro
años tras la búsqueda de la verdad, a secas, sólo la verdad. Tiempo
mezquino que aun no es administrado por las vías de la coherencia, que
deja a su paso, infinitos interrogantes que se van adelgazando en la
letra y en la memoria. Tiempo malsano, cobarde, embozado en las sombras.
¿Qué se tiene hasta el momento?
Cuatro años de lamentos, de no se sabe, de no se puede, de idas y venidas con ningún resultado. De
marchas de afuera y contra marchas de adentro. De pedidos de justicia y
desde el fondo de la angustia, alaridos de piedad, que ya no encuentran
lagrimas después de tanto lamento y desconcierto estéril.
Cuatro
años es mucho tiempo de espera para un justiciable y se agrava la mora,
cuando los que aguardan son los padres de una hija muerta, que piden
explicaciones por doquier y no encuentran respuesta de parte de quienes
manejan el servicio de justicia, en donde se encuentra radicada la
causa.
¿Cómo
es posible que la sin razón venza a la ley? Alguien debió escuchar
gritar a Claudia Orozco. Los que se van por su propia voluntad suelen
dejar avisos, cuando no señales, para que se interprete el gesto. Se van
convencidos de que no pudieron con la vida. Tal vez, porque no
encontraron la manera de convivir con ella.
Pero
éste no es el caso. La vida no se va por los silencios. La juventud es
un canto a la vida y si se atenta en su contra, hay que buscar un
responsable. ¿Quién se encuentra en ejercicio pleno de la impunidad?
El
tiempo pasa, pasa la vida, todo pasa, queda la muerte. La muerte
inexplicable que no tiene destino, que no encuentra responsables, que no
responde al llamado de los que sienten el dolor de la impotencia,
hasta el último latido. ¿Será justicia?
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