lunes, 25 de enero de 2016

ROSSEAU… LA VIGENCIA DE UN CONTRATO SOCIAL DESPUÉS DE DOSCIENTOS AÑOS. (primera nota)


                               
       N. de la R. : Miguel Brevetta Rodríguez, no precisa presentación, su obra especialmente la literaria es bastamente conocida en Santiago del Estero, sus libros de poemas han transpuesto la frontera provincial, sus jugosos artículos, notas y comentarios; muchos de los cuales hemos insertado en nuestras ediciones diarias,  han demostrado que posee una fibra en este difícil campo del periodismo.

Pero había una actividad que no conocíamos que poseía Brevetta Rodríguez, es en el terreno del derecho, por ello éstas notas sobre el Contrato Social de Juan Jacobo Rosseau, le dan el espaldarazo definitivo.

LA HORA: se honra en contarlo entre sus colaboradores más asiduos, publicaremos cuatro notas sobre el inmortal libro de Rosseau que hoy comenzamos con la difusión de la primera de ellas, continuándolas en los sucesivos días.
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       Juan Jacobo Rosseau (1712- 1778), filósofo ginebrino, fue uno de los escritores que adquirió gran reputación por haber asociado a sus obras el amor y la esencia de la naturaleza, empleando un lenguaje apasionado, elocuente y persuasivo. Encarnó la propuesta espiritualista y preconizó la sociedad natural contra una civilización artificial.

Tan elocuentes fueron sus ideas que se lo consideró Padre Espiritual de la Revolución Francesa, no olvidar que falleció éste 11 años antes de producido el levantamiento. También se lo calificó como heredero del escepticismo no iban más allá del concepto de Voltaire, Rosseau, en cambio, se le pone en cierto modo así como a los materialistas, haciendo prevalecer sobre su filosofía la fuerza de la naturaleza.

Se puede decir que éste escritor es el primero qué en una obra de gran trascendencia literaria expone su teoría naturalista de la vida y su concepto de la organización de la sociedad, ya que consideraba falsos los principios pedagógicos de la época y opuso a éstos el suyo propio.

En su Contrato Social, trata de poner en evidencia para eliminarlo, todo aquello que hay de convencional en la organización social existente, al dividir ésta obra en cuatro partes: el autor habla en pleno conocimiento desde las primeras sociedades hasta lo que entiende por religión civil; y dice –refiriéndose a lo primero- que no se puede dejar de confesar que Adán fue soberano del mundo como Robinsón de su isla, mientras que la habitó solo; y lo que tenía de cómodo éste imperio era que el Monarca seguro sobre su trono – no tenía que temer ni rebeliones; ni guerras, ni conspiraciones.

Muchas veces hablamos de derecho sin advertir, en la generalidad, que la palabra Derecho, tiene muchas acepciones por ejemplo en la ley del más fuerte: “La fuerza no es más que un poder físico. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad y no de voluntad, cuándo más es un acto de prudencia”. Se ve, pues que ésta palabra Derecho – añade Rosseau- nada toca a la fuerza, ni tiene significación alguna.

Convengamos, pues la fuerza no constituye derecho  y en que sólo hay obligación de obedecer a los poderes legítimos, ya que por naturaleza, nadie tiene autoridad sobre sus semejantes, y que la fuerza no produce ningún derecho, sólo quedan las convenciones por base de toda autoridad legítima entre los hombres.

Éste tema nos lleva a descifrar – o a mejor entender- lo que significa la palabra libertad; sus medios; su poder y sus alcances.

Renunciar a la libertad, es renunciar a la calidad  de hombre, a los derechos de la humanidad y a sus mismos seres. Así pues de cualquier modo que las cosas se consideren; el derecho de esclavitud es nulo; no sólo porque es ilegítimo sino; porque es absurdo y nada significa.

Rosseau se preguntaba:  Si un pueblo elige a un Rey y si éste pueblo es “pueblo” antes de darse a un Rey, citando a Grocio.

¿Es acaso una obligación ineludible el elegir a un postulante que no cumple los mínimos requisitos que exige nuestra conciencia é investirlo de plenas atribuciones para que nos gobierne…?

Rosseau sostiene que es preciso retroceder siempre hasta una primera convención, pues si no existiese una convención anterior: ¿Porqué motivo, a menos de ser la elección unánime tendría obligación la minoría de sujetarse al elegido por la mayoría? y ¿Porqué razón cientos que quieren tener un Señor, tienen el derecho de votar por diez que no quieren ninguno? 

La misma ley de la pluralidad de votos se halla establecida por convención  y supone, una vez a lo menos, la unanimidad.

En el capítulo VI, se refiere el autor sobre el Pacto Social, tema muy en boga que reviste singular importancia en nuestros días, y lo hace propio con una increíble seguridad, que bien hoy es aplicable a nuestra realidad, versión que cumple un vaticinio inobjetable  en lo que hoy consideramos: “país en reconstrucción”.

¿Qué significa pacto…? ¿Es una reunión?  ¿Una asociación organizada? ¿Es necesario la creación de un Pacto Social, como anexo y procura de bien común…? Nadie puede vivir – nos dice la experiencia –en estado primitivo y perecería el género humano si no variase su modo de existir.

La voz popular nos dice a menudo que “la unión hace la fuerza” y es éste dicho una realidad palpitante en los momentos que vive el país. “Unidos y jamás esclavos”, sostuvo no hace mucho un estadista. Y es ésta la unión necesaria que procura el ser humano en beneficio de su propia subsistencia, de su libertad.

“Más como los hombres no pueden crear por sí solos nuevas fuerzas;  sino unir y dirigir las que ya existen, sólo les queda un medio para conservarse, y consiste en formar por agregación una suma de fuerzas capaz de vencer la resistencia, poner en movimiento éstas fuerzas por medio de un solo móvil y hacerlas obrar de acuerdo. Ésta suma de fuerzas sólo pueden nacer del concurso de muchas separadas; pero como la fuerza y la libertad de cada individuo son los principales instrumentos de su conservación, ¿Qué medio encontrará para obligarlas sin perjudicarse y sin olvidar los cuidados que se debe a sí mismo?

Encontrar una forma de asociación capaz de defender y proteger con toda la fuerza común la persona y cada uno de los asociados; pero de modo que cada uno de éstos, uniéndose a todos, sólo obedezca a sí mismo y quede tan libre como antes. Es la respuesta”.

La solución del pacto; sus provechos y sus beneficios están definidos en una filosófica y real visión del autor. El principio matemático que antiguamente se exigía poseer a los filósofos estaba dado en la capacidad de Rosseau é implícito en su género literario.

“En fin dándosele a cada cuál a todos, no se da a nadie en particular; y como no hay socio alguno sobre quién no se adquiera el mismo derecho que uno le cede sobre sí, se gana en este cambio, el equivalente de todo lo que se pierde, y la fuerza mayor para conservar lo que uno tiene.

Si quitamos del Pacto Social lo que no es de su esencia, veremos que se reduce a éstos términos: cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la Voluntad General recibiendo también a cada miembro como parte invisible del todo.

Es lógico que cuando se realiza un pacto de común acuerdo: un negocio; en donde existe ó se juegan las posibilidades de ganar o de perder; una de las partes es la favorecida y la otra actuante la perjudicada. Pero al tratarse de un Pacto Social deben minimizarse las consecuencias posteriores, puesto que en donde juegan muchos, son pocos los que pierden.

Y en éste caso el autor dice: “…que lo que el hombre pierde por el Contrato Social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que intenta y que puede alcanzar, y lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo lo que posee”.

Al finalizar el libro primero o primera parte, Rosseau establece las condiciones que deben darse para que el pacto tenga vigencia; es decir para que pueda ser utilizado y comprendido con el objeto de su real significado. ¿Pues de qué sirve una estructura que debe ser montada sobre sólidos cimientos, si éstos no poseen la suficiente fuerza que la de sostener lo proyectado?

“En lugar de destruir la igualdad natural, el Pacto fundamental sustituye al contrario una igualdad moral y legítima a la desigualdad física que la naturaleza pudo haber establecido entre los hombres, quienes pudiendo ser desiguales en fuerza o talento, se hacen iguales por convención  y por derecho.

En un mal gobierno, ésta igualdad solo es aparente e ilusoria;  sirve tan solo para mantener al pobre en la miseria y al rico en la usurpación”.-


Publicado: Diario La Hora, 1974.-

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