En
los últimos tiempos, en todas las ciudades del país se difunden
anónimos de todo tipo, contra diversas personas é instituciones. De más
está decir que éste ominoso fenómeno público obedece a causas tanto
sociales como individuales.
Se supone que las sociedades otorgan
determinadas condiciones que lo alientan, pero también la existencia de
un tipo de personalidad específica que los escribe y los difunde.
Precisamente en una revista norteamericana
especializada en psicología (Psycological Review), se publicó no hace
mucho un artículo del caracterólogo Mac Intyre, de mucho interés en la
temática por lo que transcribimos sus partes más sobresalientes.
Según el autor, el escritor de anónimos
es una persona psicológicamente enfermiza, un verdadero “enano moral”,
animado de impulsos sádicos que goza imaginando el presunto dolor ajeno
que seguramente producirá su libelo. Generalmente padece de un odio
patológico que lo impulsa a intentar destruir todo aquello que supone un
obstáculo a sus ambiciones desmedidas, normalmente de índole material.
Suele atacar a personas ó instituciones
que han sobresalido en algún aspecto de su actuación, lo que les produce
envidia y resentimiento. Esto demuestra una personalidad entre
esquizoide y paranoica, carente de toda clase de escrúpulos morales.
En su impotencia por competir lealmente recurre a
un medio vil y cobarde propio del medroso que tira la piedra y esconde
la mano. Hay con todo que distinguir, sostiene Mac Intyre, entre quién
escribe la verdad, pero por temor ó impotencia se refugia en el
anonimato, y quiénes a sabiendas falsean la verdad.
El primero revela indudablemente pequeñez de
espíritu y cobardía. El segundo, que inventa truculentas historias
difamatorias pensando que basta mentir mucho para que algo se crea, es
un alienado dominado por fobias incontroladas que lindan con lo
demencial.
Ésta hipocresía grotesca y barata demuestra ó
una inteligencia diminuta ó que ha sido deformada por pasiones
incoercibles. A menudo, el impulso a escribir anónimos, es consecuencia
de las culpas que sienten estas personas por algunas manifestaciones de
su propia enfermedad, y pretenden sentir alivio ó justificativos de los
mismos, cargando éstos a los difamados.
Generalmente, lo volcado en los anónimos, son
rasgos de su propia personalidad y siempre hablan de aquellos que los
escriben, que por conocer la vergüenza de su forma de ser, pretenden
compartir esa vergüenza, con el difamado.
Con frecuencia, sigue Mac Intyre, el
“anonimista” es una persona soberbia é insolente, que se cree capaz de
llevar todo por delante.
Para él no hay obstáculo que no pueda superar
por algún medio lícito ó ilícito. Recurre cuando puede al halago, a la
seducción por la lisonja para lograr sus fines. Cuando esto fracasa,
acude a la presión con amenazas cada vez más desembozadas.
Estos rasgos de la personalidad del
“anonimista”, lo convierten en una persona desagradable y le impiden
forjar auténticas amistades.
Sólo tiene cómplices ó socios en su empresa,
pero no verdaderos amigos. Cuando toman conciencia de su orfandad
espiritual se envenenan y se ensañan con aquellos a quiénes les atribuye
ser causantes de sus males.
En suma, ésta investigación sobre el perfil
psicológico del anonimista, revela rasgos precisos de una personalidad
desequilibrada, antisocial y enfermiza, por eso son más dignos de
comprensión, perdón y reeducación que del legítimo anhelo de castigo y
represión.
Cabe acotar, con estos elementos aportados por
Mac Intyre, que queda a todo aquel que esté animado del espíritu de
pesquisa el identificar a los autores de cualquier anónimo que se
difunda. Y si puede hacer algo… pues que lo haga.
Publicado Diario El Liberal, 15 de marzo de 1991.-
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