domingo, 24 de enero de 2016

PENSIÓN PARA EX LEGISLADORES: Entre la burla y la Ironía


                                    Solía contar mi abuelo que en sus tiempos –cuándo había que llenar varios requisitos para poder ser diputado provincial- las dietas apenas cubrían los gastos y gestiones que lógicamente demandaban tan loable misión.

Aquellos eran los tiempos en que la actividad política se confundía con el caro anhelo por legislar y ordenar todo lo que no existía por ese entonces –que a no dudarlo, era mucho- y ellos los diputados provinciales no se desilusionaban cuando al final de cada mandato, el balance les resultaba negativo, pues habían invertido en su trabajo, mucho mas que lo que las provincia les había asignado como única remuneración.

Sin duda aquellos años fueron los de la siembra fecunda, en donde se sembraban ideales y afloraba el mejor espíritu patriótico impreso en cada accionar de esos legendarios legisladores que le brindaban ha  aquella democracia de antaño, la necesaria cuota de fe y esperanza en la Patria, que estaba creciendo.

Salvo encendidas oratorias y retóricas posturas, no se conocieron mayores diferencias entre los integrantes del cuerpo legislativo. No eran los tiempos de las traiciones, ni de las agresiones gratuitas, no se conocía al mentado vedetismo, solo sobresalía el conjunto, no el individualismo. Mas allá del servilismo obsecuente transitaban los diputados ad-honorem –que por cierto no eran mudos- pretendiendo hacer de nuestra tierra un ejemplo de amor de paz y de trabajo.

Las primeras pautas

Fueron ellos los que legislaron las primeras pautas para una Seguridad Social. Son los primeros que advirtieron las contingencias que acontecen con todas las personas y así gestaron la previsión, pero sin entenderla como individual, es decir que se olvidaron de ellos mismos y de sus familias en lo estrictamente personal, no fueron previsores, claro, pues no era digno de un diputado de entonces regularse sus propias dietas, llevándolas a escalas siderales, entendían que el “deber ser” y esa función publica, era incompatible con el enriquecimiento. Nunca legislaron para ellos, siempre para los demás.

De haber vivido mi abuelo habría festejado el centenario de su natalicio junto con sus compañeros de ruta, entre ellos Ricardo Rojas, Ramón  Carrillo, Tristan Argañaras y muchos otros ilustres santiagueños que hoy los memoriosos recuerdan y veneran en nombre del ejemplo y la dignidad, que impusieron a sus vidas publicas. Y digo que se ocuparon de la previsión y que no fueron previsores por que entendieron al deber, en función social, así se murieron en silencio, pobres y orgullosos, quizá porque entendieron al final de camino, que la vida les había brindado una oportunidad a la que sin duda supieron aprovechar.

Los gratos recuerdos

Hoy solo han quedado los gratos recuerdos y algunas viudas a quienes el Estado provincial pretende amparar dentro de la ley No. 2201, modificatoria de la Ley No. 1613, sancionada por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia, con fecha  27/9/50, por la cual se les asigna una pensión graciable (ex legisladores) cuyo monto en la actualidad inspira el titulo de esta nota.

No pretendo reseñar, en este caso, un  olvido inmerecido, sino tratar de que sirva como antecedente para los que hoy legislan en la provincia, las dos caras de la moneda, lo que fue ayer y lo que vivimos hoy.

Constituye una burla desconocer la historia, permitiéndose el avance de los privilegios que tanto daño le están haciendo a la Seguridad Social, no pueden partes, con iguales derechos e idénticos estados percibir importantes haberes en contraposición con el dinero envilecido que en recompensa a idéntica función, se otorgan a las ancianas amparadas por la ley mencionada.

Solo una ironía

No es más que una ironía que se pregone la justicia social y con ese lema se levante una bandera de lucha, cuando se permite con silencio, olvido u omisión, que estoicas mujeres –ancianas y enfermas- realicen angustiosas travesías en las cajas pertinentes para cobrar propinas oprobiosas en atención a los patrióticos y sacrificados servicios que cumplieron sus maridos, aquellos legisladores de otrora.

Ayer cuando llevaba a mi abuela a cobrar su pensión, pensé todo el trayecto en mi país, en mi provincia y en ésta democracia floreciente. Cobró exactamente $a 700 (setecientos) justo lo que marcaba el taxímetro, para llevarla cada treinta días al lugar de la burla e ironía


Publicado en el Diario el Liberal, 30 de noviembre de 1984.-

No hay comentarios.: