domingo, 24 de enero de 2016

PENSIÓN PARA ESCRITORES



                                      El ultimo acto jurídico del gobierno de facto fue la sanción de la ley No. 23.007 mediante la cual se concedió a 28 escritores una pensión vitalicia equivalente a la suma de tres jubilaciones mínimas de las que se otorgaban por imperio de la Ley No. 18.037.-

         Los considerándos de la norma citada exigían, para poder acceder al beneficio, que los beneficiarios hallan logrado una: “fecunda y prolongada labor en el campo de las letras” y así se eligieron veintiocho nombres, sin el consentimiento de de los beneficiarios, quienes se enteraron de tal merecimiento, mediante las publicaciones en los diarios.

         Entre los escogidos sobresalen personalidades que rebasan el quehacer cultural y que son también conocidos en el ámbito político, perteneciendo los mismos a las más diversas extracciones partidistas que actúan en el campo de la política nacional.

         Sin dudas el hecho no llamó la atención por considerarse a la medida, como un caso de excepción, plausible por cierto, entre tanto desatino administrativo por parte de las autoridades salientes. Pero a muy poco de conocida la noticia, ésta no colmó las expectativas esperadas por los autores, sino que por el contrario, mereció la dura critica no solamente de los sectores culturales, sino de los propios beneficiados que exteriorizaron su desagrado, renuncia de por medio, a una pensión rodeada de todos los requisitos de legitimidad que no es incompatible con la jubilación, por tratarse de una gracia de  excepción.

         Otros se llamaron a silencio, pues el monto a percibir -unos 7.000 pesos argentinos- no es suma para regalar en críticos momentos y en un país en donde publicar un libro es todo un privilegio.

         Así, escritoras consagradas, no por la seriedad de sus obras, sino por la taquilla que producen las mismas elevaron plegarias de descontento y los diarios mas importantes del país se hicieron eco de los desagrados y de las biografías de las afectadas, que insistían  poseer también una “fecunda y prolongada labor en el campo de las letras…” y que por ello también debían ser incluidas en la ley del proceso, claro, ideología al margen de los otorgantes.

EL PORQUE DE LA DISCORDIA

         A esta altura de la circunstancia, nos preguntamos: ¿Cuál fue el móvil que inspiró al gobierno saliente por adjudicar pensiones graciables a estos escritores…? ¿Por qué no se consultó previamente a los interesados…? ¿Por qué son todos residentes en la Capital Federal…? ¿Por qué acordarse de la cultura recién cuando faltan veinticuatro horas para entregar el poder, mientras se continúa manteniendo las famosas “listas negras” y la cesura desmedida a toda expresión con visos de cultura…?

         Son estos interrogantes que seguramente no van a encontrar una respuesta inmediata, porque es extraño que en este país se hable de justicia con absoluta normalidad.

         Todavía se sigue bregando por la anhelada “ley del libro”, por una adecuada “política educativa” y por el encuentro con una “cultura nacional y popular”, tantas veces reclamada sin el conocimiento exacto de su contextura, ya tantas veces silenciada por la falta de un presupuesto digno o por el servilismo puesto al imperio de culturas extranjerizantes.

         Se piensa que es ésta la hora de la conciliación y del reencuentro con nuestros valores fundamentales, porque después del vendaval es natural hacer un inventario de las cosas que quedaron. Hay que mirar para adentro por si está haciendo falta una ley de motivación cultural, de estímulos constantes para los jóvenes trabajadores de nuestra cultura, para así poder forjar con el orgullo de todos, un gran patrimonio provincial, sin exclusiones, ni mezquindades, con la activa y plena participación de todos los sectores que pretenden el despegue provincial.

         Tendrán que entender los gobernantes que un pueblo sin cultura carece de identidad y es precisamente que por sus obras que se lo reconocerá.


         Esperemos que a la hora de la democracia, a Santiago del Estero, y de una vez por todas, se lo deje de citar en las estadísticas, como la provincia con el índice de analfabetos más alto de todo el país.-

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