Indudablemente
– como ya dije- Manzi además de poeta fue un autentico visionario, lo
que se pudo advertir en el mensaje que ofreció. Su pensamiento de alto
contenido popular, estuvo siempre al servicio de las corrientes en masa
que nacían al toque inaugural de los nuevos tiempos que se insinuaban
sobre nuestra tierra.
Agudo observador de las intrincadas
realidades que el clima político ofrecía y critico decisivo de los
acontecimientos a desencadenarse visionó la nueva corriente que
orientaría al pueblo argentino en estos últimos 30 años, cambiando así
toda aquella lucha nacida en el radicalismo de Yrigoyen y del seno de
FORJA por un “peronismo” que avanzaba a pasos agigantados sobre todas
las conciencias del pensamiento nacional.
Manzi no había cambiado en vano, ni había
efectuado en ese paso un corte definitivo a su eterno ideal, solamente
visionó un futuro no lejano y se plegó a las circunstancias que la época
ofrecía, es decir que como siempre se colocaba cerca del sentir popular
y acompañaba la firme decisión de la mayoría como un autentico
demócrata que fue.
TUS VEINTE AÑOS TEMBLANDO DE CARIÑO.
Lejos habían quedado aquellos viejos recuerdos
de la inolvidable juventud, lejos de la palabra de fuego y de la letra
impresa con sangre, junto a la multitud de tribunas políticas, mítines
de barrio y ruedas de café.
El tiempo había pasado inexorablemente para el
país y para Homero, que lentamente se consumía bajo las garras de los
efectos de un mal incurable.
Era consiente de su estado de salud y de su
dolor, de los pocos días útiles que le quedaban para producir, los que
no debían desaprovechados. Fue participe conciente de todo lo que se
avecinaba y de lo que se estaba muriendo con el.
Quizá Aníbal Ford tenía razón cuando escribió:
“imagen amarga en medio del peronismo. Encerrado en el tango triste,
frente a la muerte, ahondando siempre sus frustraciones y no sus éxitos
con la mente junto al peronismo, pero tal vez con el corazón junto a
aquel yrigoyenismo que sintió tantas veces traicionado, acostumbrado
durante muchos años a caminar junto a los vencidos...”
Pero Manzi, fue inmodificable, como lo
definió su amigo Arturo Juaretche: “una mezcla curiosa de porteño de
barrio de intelectual del centro con un arrastre provinciano,
santiagueño y campero, curiosa mezcla que coordinaba muy bien, dando un
tipo de hombre argentino integrado...”
ARRABALES PORTEÑOS DE CASITAS ROSADAS.
Dile que fue un visionario porque a la vera del
camino no pudo olvidar las cosas que había amado, no podía olvidar ese
amor producto de muchas noches de pluma y de papel, de ideas y
recuerdos.
Presintió su final y el de su gran amigo y
colega Enrique Discépolo. Quizá el simple contacto de muchos años le
había otorgado a Manzi advertir por una cuestión de piel y de alma el
dolor ajeno y la emoción guardada de triunfos y fracasos.
Casi el final concretó un poema, pero no uno
cualquiera, fue uno especial que estaba viviendo en sus últimos días.
Creó un poema con miedo y ansiedad, con rencor, con ironía... con
culpa...”
Allí estaba él reflejado en todas sus facetas.
Estaba Buenos Aires, estaba Discepolin y todo el cariño que los unió a
lo largo de aquella amistad de noche y de música.
“Sobre el mármol helado,
migas de media luna
y una mujer absurda que
come en un rincón,
tu musa esta sangrando
y ella se desayuna
el alba no perdona,
no tiene corazón.”
Evidente alegato en contra de la muerte y a
favor de la vida. Manzi mira el mundo con desazón y tristeza está
evidentemente, cansado y tiene rabia. Dolor de saber que debe, que
aunque se resista debe marcharse tan temprano.
Allí clama, busca, llora. Se aferra a sus
últimos días y lo llama, a su amigo, porqué presiente que muy pronto
también ha de marcharse para siempre de las noches de Buenos Aires, el
autor de “Cambalache”
“No ves que están bailando...”
¡No ves que están de fiesta...!
¡Vamos que todo duele...!
¡Viejo Discepolin...!
TUS MANOS DOS PALOMAS QUE SIENTEN FRIÓ
En ese poema a escrito en homenaje a su
entrañable amigo, Discepolín, el poeta santiagueño puso el poco calor
que le quedaba, al igual que las ultimas noches con vida, que sabía eran
cortas.
Manzi parecía tener mucho que ver con la
inspiración de Alejandro Cassona, hasta el punto de comparar su vida,
con la obra del insigne dramaturgo, precisamente con aquella que decía
que: “Los árboles mueren de pie” aunque le estén talando el alma,
poblada de tantos episodios y mágicos recuerdos.
El tres de mayo de 1951 la capilla ardiente
levantada en el local de SADIC, de donde fuera su último Presidente, fue
el mudo testigo que acompañó el féretro de Homero.
Llantos por las calles y el silencio
característico que vierte en lágrimas la noche de Buenos Aires. Amigos,
colegas, correligionarios y el pueblo están presentes ante los restos
del poeta muerto.
Todo pareciera que lleva el clima del final pero
la realidad indica que no es así porqué en cualquier lugar alguien esta
pensando o tal vez llorando a un poeta que siempre se jugo de frente,
cuando hubo que dar la cara. Seguramente a muchos les está doliendo el
chau definitivo de Homero de ese muchacho que quiso una cultura para el
pueblo, esa misma cultura que nos está doliendo a todas nosotros y a
quien todavía no podemos liberar.
BIBLIOGRAFIA: Alen Lascano Luís C., Homero Manzi
Poesía y Política. Brevetta Rodríguez, M. Hombres Santiagueños (en
preparación); Ford Aníbal, Homero Manzi.; Salas Horacio, Homero Manzi:
antología.-
Nota del Autor: Todos los títulos de los
artículos publicados, además de los epígrafes utilizados en dichas
notas, son estrofas de los versos de H. Manzi.-
Publicado Diario La Hora, 1975.
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