viernes, 29 de enero de 2016

HOMERO MANZI: “VAMOS QUE TODO DUELE ¡VIEJO DISCEPOLIN!”


                              Indudablemente – como ya dije- Manzi además de poeta fue un autentico visionario, lo que se pudo advertir en el mensaje que ofreció. Su pensamiento de alto contenido popular, estuvo siempre al servicio de las corrientes en masa que nacían al toque inaugural de los nuevos tiempos que se insinuaban sobre nuestra tierra.
         Agudo observador de las intrincadas realidades que el clima político ofrecía y critico decisivo de los acontecimientos a desencadenarse visionó la nueva corriente que orientaría al pueblo argentino en estos últimos 30 años, cambiando así toda aquella lucha nacida en el radicalismo de Yrigoyen  y del seno de FORJA por un “peronismo” que avanzaba a pasos agigantados sobre todas las conciencias del pensamiento nacional.

Manzi no había cambiado en vano, ni había efectuado en ese paso un corte definitivo a su eterno ideal, solamente visionó un futuro no lejano y se plegó a las circunstancias que la época ofrecía, es decir que como siempre se colocaba cerca del sentir popular y acompañaba la firme decisión de la mayoría como un autentico demócrata que fue.

TUS VEINTE AÑOS TEMBLANDO DE CARIÑO.

Lejos habían quedado aquellos viejos recuerdos de la inolvidable juventud, lejos de la palabra de fuego y de la letra impresa con sangre, junto a la multitud de tribunas políticas, mítines de barrio y ruedas de café.

El tiempo había pasado inexorablemente para el país y para Homero, que lentamente se consumía bajo las garras de los efectos de un mal incurable.

Era consiente de su estado de salud y de su dolor, de los pocos días útiles que le quedaban para producir, los que no debían desaprovechados. Fue participe conciente de todo lo que se avecinaba y de lo que se estaba muriendo con el.

Quizá Aníbal Ford tenía razón cuando escribió: “imagen amarga en medio del peronismo. Encerrado en el tango triste, frente a la muerte, ahondando siempre sus frustraciones y no sus éxitos con la mente junto al peronismo, pero tal vez con el corazón junto a aquel yrigoyenismo que sintió tantas veces traicionado, acostumbrado durante muchos años a  caminar junto a los vencidos...”

    Pero Manzi, fue inmodificable, como lo definió su amigo Arturo Juaretche: “una mezcla curiosa de porteño de barrio de intelectual del centro con un arrastre provinciano, santiagueño y campero, curiosa mezcla que coordinaba muy bien, dando un tipo de hombre argentino integrado...”

ARRABALES PORTEÑOS DE CASITAS ROSADAS.

Dile que fue un visionario porque a la vera del camino no pudo olvidar las cosas que había amado, no podía olvidar ese amor producto de muchas noches de pluma y de papel, de ideas y recuerdos.

       Presintió su final y el de su gran amigo y colega Enrique Discépolo. Quizá el simple contacto de muchos años le había otorgado a Manzi advertir por una cuestión de piel y de alma el dolor ajeno y la emoción guardada de triunfos y fracasos.

Casi el final concretó un poema, pero no uno cualquiera, fue uno especial que estaba viviendo en sus últimos días. Creó un poema con miedo y ansiedad, con rencor, con ironía... con culpa...”

Allí estaba él reflejado en todas sus facetas. Estaba Buenos Aires, estaba Discepolin y todo el cariño que los unió a lo largo de aquella amistad de noche y de música.

“Sobre el mármol helado,
migas de media luna
y una mujer absurda que
come en un rincón,
tu musa esta sangrando
y ella se desayuna
el alba no perdona,
no tiene corazón.”

Evidente alegato en contra de la muerte y a favor de la vida. Manzi mira el mundo con desazón y tristeza está evidentemente, cansado y tiene rabia. Dolor de saber que debe, que aunque se resista debe marcharse tan temprano.

Allí clama, busca, llora. Se aferra a sus últimos días y lo llama, a su amigo, porqué presiente que muy pronto también ha de marcharse para siempre de las noches de Buenos Aires, el autor de “Cambalache”

“No ves que están bailando...”
¡No ves que están de fiesta...!
¡Vamos que todo duele...!
¡Viejo Discepolin...!


TUS MANOS DOS PALOMAS QUE SIENTEN FRIÓ

En ese poema a escrito en homenaje a su entrañable amigo, Discepolín,  el poeta santiagueño puso el poco calor que le quedaba, al igual que las ultimas noches con vida, que sabía eran cortas.

      Manzi parecía tener mucho que ver con la inspiración de Alejandro Cassona, hasta el punto de comparar su vida, con la obra del insigne  dramaturgo, precisamente con aquella que decía que: “Los árboles mueren de pie” aunque le estén talando el alma, poblada de tantos episodios y mágicos recuerdos.

El tres de mayo de 1951 la capilla ardiente levantada en el local de SADIC, de donde fuera su último Presidente, fue el mudo testigo que acompañó el féretro de Homero.

       Llantos por las calles y el silencio característico que vierte en lágrimas la noche de Buenos Aires. Amigos, colegas, correligionarios y el pueblo están presentes ante los restos del poeta muerto.

Todo pareciera que lleva el clima del final pero la realidad indica que no es así porqué en cualquier lugar alguien esta pensando o tal vez llorando a un poeta que siempre se jugo de frente, cuando hubo que dar la cara. Seguramente a muchos les está doliendo el chau definitivo de Homero de ese muchacho que quiso una cultura para el pueblo,  esa misma cultura que nos está doliendo a todas nosotros y a quien todavía no podemos liberar.


BIBLIOGRAFIA: Alen Lascano Luís C., Homero Manzi Poesía y Política. Brevetta Rodríguez, M. Hombres Santiagueños (en preparación); Ford Aníbal, Homero Manzi.; Salas Horacio, Homero Manzi: antología.-

Nota del Autor: Todos los títulos de los artículos publicados, además de los epígrafes utilizados en dichas notas, son estrofas de los versos de H. Manzi.-


Publicado Diario La Hora, 1975.

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