Nos referimos en nuestra nota anterior respecto a la crisis mundial que
repercute notablemente en nuestro país y que llega a impactar
notablemente dentro de las esferas culturales, lo que deriva que en
estos momentos nuestro libro argentino afronte una decadencia sin
precedentes jamás imaginada.
Referente a este tema, se han ocupado ya
numerosos órganos periodísticos que en extensos y concienzudos
editoriales reflejaron pautas, medidas y algunas soluciones a seguir en
el caso que se busque terminar con el problema.
Algunas que otros pocos entusiastas en
oposición al gobierno actual, pretenden constituirse en estos cruciales
momentos en salvadores de la patria, fustigando a través de duros
conceptos las tantas innovaciones que ensayan a diario las autoridades
vigentes. Se entiende que estos ensayos, van en salvaguarda de las
instituciones como el bienestar de la población para la que trabajan y
no creo que sea éste el momento oportuno para elaborar proyectos y
futuras soluciones si se tiene en cuenta que la oportunidad para muchos
ya ha cumplido su término.
Digo que ya ha cumplido un termino
entendiendo que la hora de los que pretenden solucionarlos todo, tuyo su
lapso y durante él mismo no demostraron otra cosa que lo que hoy
representan y definir esa situación creo que no corresponde, pues esta
sobre entendida en las pautas que hoy nos ofrecen los hechos históricos.
EL MAL LLAMADO Y CONSIDERADO INTELECTUAL.
Seguramente una crisis proviene de las malas
interpretaciones, de la desinteligencia entre partes interesadas, el mal
empleo o el abuso de ciertos poderes. En estos momentos los argentinos
desconocemos muchas cosas, no solamente las que corresponden al terreno,
siempre importante como lo es el económico, si no que esta vez me
refiero al estrictamente cultural que pareciera estar al margen del
quehacer de los actuales dirigentes.
Quizá por ese motivo el término
“intelectual” parece sonar mal en los oídos de muchos que muy pocas
veces suelen concurrir a la compañía de los libros, o a la simple
información. Para otros la terminología resulta incomprensible,
abstracta, irreal, e innecesaria. Ojala en un día no lejano se llegue a
comprender la causas del principal problema que desempeña este
incomprendido personaje al que lamentablemente conocemos poco ya que
pocos son los que habitan nuestras tierras. El motivo de ello lo
sabemos: falta de oportunidad.
En cuanto a nuestro temas especifico,
debemos dejar en claro que un libro es producto de un intelectual y sin
el no existirían los libros, aunque paradójicamente estos si pueden
existir sin ellos y es a este punto al que quería arribar.
EL MERCADO PRODUCTIVO DE LO INTRASCENDENTE
El mercado del libro varía, como se sabe,
según su condición y es por ello que los hay de todo tipo y tamaño. Al
respecto la UNESCO considera como libro a cualquier compilación con más
de 48 paginas haya en su interior alguna utilidad o no.
Si hachamos un vistazo hacia otros tiempos,
recordaremos que solamente era considerado como libro al volumen que
pudiera sostenerse por si solo, o sea al que pudiera equilibrarse en una
superficie plana. Hoy libro es “cualquier cosa”, menos lo que la
palabra indica, y sobre este tema creo que hay que mejorar la puntería.
Como conclusión de esta nota es preciso
dejar sentado que no es hora, ni tiempo de continuar haciendo el ojo
esquivo a los avances del imperialismo ideológico que al parecer ha
sentado sus cuarteles en América Latina, publicando libros sin valor
cultural que se consumen mas rápido. Pues lo cierto es que postergando a
verdaderos intelectuales de los que ya hicimos mención y coartando
ciertas libertades, no vamos a arribar a ninguna conclusión.
Por el momento propongo un análisis severo
de la situación cultural vigente en todo el país que afecta sobremanera
el sentimiento intelectual lo que se vislumbra en la decadencia del
libro argentino. En cuanto a la posición o actitud a seguir de parte de
los escritores damnificados por esta situación, creo oportuno recomendar
que por el momento que... hay que desensillar hasta que aclare.-
Publicado Diario La Hora, 1970.-
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