La
natural evolución de los pueblos nos han llevado paulatinamente a la
aceptación de cambios profundos en el seno de la sociedad y con ellos
creció también el pensamiento generacional reclamando para así mejores
posibilidades de desarrollo, como el adecuamiento de un derecho positivo
que proteja y reglamente las conquistas adquiridas con toda
legitimidad, cuando no, reclamando para sí una activa participación
dentro del marco de las decisiones y de los planes programáticos a
llevarse acabo.
Quizá nunca como en este tiempo se habló tanto
de los derechos individuales y ello se debe sin lugar a dudas a los
episodios inéditos que los argentinos hemos vivido durante el proceso de
facto que ha venido a quebrantar el orden institucional en un momento
decisivo de la historia argentina, desbaratando las esperanzas
depositadas en un estilo de vida que la tradición y nuestras propias
historias nos lo habían impuesto.
Idea libre y libertad de expresión
El surgimiento del derecho social afirmó el
concepto de participación y el Estado reconoció como derecho individual o
de la personalidad
humana el de pensar y expresar el pensamiento en
la forma oral y escrita, y, en conexión con la vida política, el
derecho de la prensa.
Así desde los albores de nuestra concreción como
país, hemos entendido como una vital necesidad la normativa de publicar
las ideas por la prensa sin censura previa dando sustento, al amparo de
la norma constitucional, del naciente derecho de expresión.
La libertad de expresión se encuentra hoy
establecida como una condición sine qua non dentro de los atributos de
la persona humana, pues ha trascendido del mero plano de lo
programático, para constituirse en un derecho inalienable que acompaña a
las personas durante su existencia, habida cuenta de que se vive en una
República de firmes convicciones y esencia cristiana.
Ya no se puede concebir a un pueblo desarrollado
sin que se garanticen para sus miembros las ideas libres y la libertad
de expresión, pues sin ella desnaturalizaría la noción de República y el
Estado lejos de garantizar un derecho y asegurar su libre ejercicio, se
convertiría en un aparato persecutorio y castrador buscando siempre
encontrar en infracción a quienes se atrevan a opinar en voz alta.
Necesidad de aprender y derecho a la información
La libertad a la que aludíamos ha traído
consigno su lógica consecuencia ya que si somos libres de expresarnos,
necesitamos informarnos de lo que se dice y de lo que se piensa, razón
por la cual un nuevo derecho ha sido inspirado, que no es otro que el
derecho a la información.
La comunicación y el desarrollo de la prensa
libre han venido a llenar una sentida necesidad en la vida de los
pueblos. Han servido de instrumentos idóneos para el crecimiento de la
capacidad intelectual, se han constituidos en vínculos de acercamiento y
difusión cultural y han acompañado el curso de la historia como
testigos fidedignos del acontecer cotidiano.
Sin duda alguna de la información y la necesidad
de aprender, marchan juntos en el camino de la modernización y el
crecimiento de una sociedad pretenciosa, que día a día exige un mejorado
accionar y un necesario perfeccionamiento, pues sabe que esos logros
tienen como único destinatario el desarrollo del pensamiento universal.
Inestabilidad y peligrosidad
Recientemente se ha elaborado un proyecto de ley
mediante el cual se generó la inestabilidad de un derecho raigambre
constitucional, como lo es la libertad de expresión, cuya peligrosidad
hace temerla vida misma de nuestro sistema y organización como Nación.
El derecho de replica, reglamentado conforme a
un criterio mas cercano a la temeridad que a la cordura, a provocado la
reacción de todos los sectores abrazados a la vida democrática
advirtiendo la imprevisible consecuencia que su legislación podría traer
aparejada para el caso de refrendarse como derecho positivo vigente.
Tanto la Nación como nuestra provincia han
tomado la iniciativa de provocar la inestabilidad y crear en la
población una nueva angustia al entender que la represión aun no ha
terminado.
No será la mordaza opresora la que contenga la
injusticia y la sinrazón: los pueblos que suelen ser tolerantes han
demostrado a lo largo de la historia que cuando toman decisiones son
capaces de hacerse escuchar hasta en el mismo país de los sordos y en el
que no lo son y dicen que no escuchan.
Publicado en el diario El Liberal, 5 de febrero de 1986.-
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