viernes, 29 de enero de 2016

HOMERO MANZI: EN EL ÁLBUM AZUL ESTÁN LOS VERSOS


               Escribir sobre aspectos de la vida de Homero Manzi, es lo mismo que iniciar la búsqueda de un tiempo lejano, ajeno a la existencia de gente común, seria como penetrar en el corazón mismo de la música del pueblo y desentrañar verso a verso el contenido mágico de sus letras vividas con tanta intensidad y amor.

Escribir a cerca de la vida de un poeta es como apoderarse de su mundo, tan particular e intimo que vivió, abrir la puerta de su vida sin permiso y descubrir las cosa que se esconden, no por ser malas, si no por pertenecer únicamente al protagonista.

Además seria no salir de la vulgaridad o de lo común, repetirse una y otra vez decidiendo y afirmando lo que ya se escribió con certeza o no. En esta serie de notas, prefiero evocar a Homero Manzi a mi manera, con mi estilo, porque creo estar en deuda con sus cosas, con el mensaje suyo en el dolor de cada verso, con su vida bohemia con sus luces y desvelos.


Yo creo estar en deuda con Homero artista, así como su nombre lo indica, con un poeta nacido en esta tierra que hizo mucho por su provincia y por el país.
Quiero agradecer a Manzi por su amor desmedido, por las cosas cotidianas que también amamos todos, por su dolor constante, por su lucha en pro de nuestra cultura, por querer que lo popular tuviese vigencia en ese tiempo, cuando hablar de pueblo, era una mala palabra. No fue un iniciador - el ya lo dijo- fue un revolucionario de su verso y de su tiempo de su vida y de su idea... de su ideal.

COMO UNA DEUDA QUE NOS UNE

Obvio, no alcance a conocerlo porque el destino había indicado que las cosas se terminan y vuelven a empezar. Se mueren los poetas y renacen los poetas, al parecer ello es así porque Dios no puede dejar a la tierra sin poetas, ellos deben transmitir el mensaje, hacerlo conocer.


Esta es a la deuda a la que me refiero, que me une a Homero, su obra, el contenido de su verso, la misión de hacer conocer su pensamiento, lo que nos dejó en herencia perpetua para que nunca podamos olvidarlo, no solo por lo grande de su talento, si no porque según tengo entendido sabia hacerse querer, tanto que el mismo presintió su condición cuando dijo:

“Se que hay lagrimas
Largamente preparadas para mi ausencia.
Se que mi nombre resonara en oídos queridos
Con la perfección de una imagen
Estoy llena de voces y de colores…”


Estas son la crueles definiciones para espera mi muerte escritas por el poeta en el mes de abril de 1951, algunos días antes de su partida, también por ese viaje inmotivado hacia ese “sur desconocido y triste “ o por que no, habría iniciado su marcha por algún barrio de tango, y a propósito esa puerta se habría para su paso o como diría su entrañable amigo y compañero Cátulo Castillo: “se recorrió en aquella callada, pensativa y acelerada auscultación del hecho que habría de producirse inexorablemente cuando la revelada fatalidad del mal que estaba desgajándolo lo venia a “pungear” –lanza en ganchote- sobre el preciso instante en que estaba cargando su “cuero” de esperanzas, orejeando en “la yuca” y sin recelos. El barrio no es el mismo y la ternura troila de Pichuco para llorar que cosa? “ No alcance a conocerlo...pero creo que lo vi.

Parado por algunas de esas calles vacías de Buenos Aires, cuando las primeras luces de una nueva mañana decretan salpicar de luces las calles y los altos edificios de esa ciudad callada.

QUIZÁ LO VI EN SANTIAGO


O acaso me sorprendió miles de veces en cualquier tarde de verano, cuando sentado en la vereda del viejo café Tortoni hablamos de poesías con los muchachos del ambiente, o cuando simplemente recordamos su paso santiagueño por la misma puerta de ese viejo café, o por la escaleras que conducían a aquella peña famosa denominada El lazo, en donde otro comprovinciano nuestro hacia conocer la música de nuestro interior en un intento mágico como lo hizo don Andrés Chazarreta cuando llevaba el folclore hasta Buenos Aires.


Quizá lo vi, en Santiago como lo veo ahora, perpetuado en las calles del recuerdo y en la veredas angostas después del empedrado, prendido en las copas de los árboles viejos y frondosos y en la canción del viento a la que seguro también le puso letra.


Así quiero evocar a Homero con un poco de alegría y otro tanto de tristeza, como se recuerdan las cosas que se quieren aunque estén lejos y a veces no nos pertenezcan, porque simplemente nadie es dueño de nada, pero eso no quita que los seres humanos tratemos de adueñarnos siempre de lo que mas nos gusta o lo que mas nos llegue, aunque siempre ocurra lo impredecible y lleguemos tarde, pero todo esta cerca, porque no existe la distancia inmensa cuando se quiere amar o cuando se ama.


Publicado en el diario La Hora, 1975

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