En
el cuarto y último libro Rosseau se refiere a la forma de votar y a
algunas acepciones que presenta éste sistema cuando entra en vigencia.
Dice que “una sola ley exige por su naturaleza un consentimiento
unánime, y es el pacto social porque la asociación civil es el acto más
voluntario de todos: habiendo nacido todos los hombres libres y dueños
de sí mismos, nadie puede, bajo ningún pretexto sujetarlos sin su
consentimiento.
Es ésta una verdad inobjetable pues nadie puede
privar de sus derechos naturales a nadie, es decir que no debe existir
privilegio alguno que distinga a unos hombres por encima de otros… “
decir que el hijo de una esclava nace esclavo, es decir que no nace
hombre”.
Acertada realidad muestra la posición que debe
adoptar un ciudadano en disconformidad con los principios del pacto,
para él ni existen principios, ni habrá exigencias sólo ha de marginarse
y su posición no será nada cómoda. Pues: “si cuando se hace el pacto
social encuentra opositores, ésta oposición no anula el contrato, sólo
impide que los que se han opuesto estén comprendidos en él; hace que
éstos sean unos extranjeros en medio de los ciudadanos.
Otro de los peligros políticos que recaen
sorpresivamente en el seno de la Voluntad General es lo que se denomina
“dictadura”, es por eso que la inflexibilidad de que no permita que se
modifique según las circunstancias, puede hacerlas perjudiciales en
cierto caso y causar de éste modo la pérdida del Estado en una crisis.
La censura también juega un papel de suma
importancia en las leyes de estado, como así también cobra resonante
actualidad en estos tiempos. Aquí quedan establecidos los puntos
básicos que no deben permitirse, para conservar lo tradicional.
Referente a esto el autor sostiene que: “Las
opiniones de un pueblo nacen de su Constitución. Aunque la ley no
determine las costumbres degeneran. De aquí, se sigue que puede la
censura ser útil para conservar las costumbres, jamás para
establecerlas. La censura mantiene las costumbres impidiendo que las
opiniones se corrompan”.
La Iglesia en cuanto a factor de poder ha sido
el comentario de las más encontradas observaciones. Críticos,
especialistas en materia religiosa y política han colocado a la Iglesia
en el sitial más escabroso que uno se puede imaginar; atribuyéndole todo
tipo de pactos, negociaciones; resoluciones, etc.
Para nuestro autor la Iglesia no solamente es
una sola, sino que constituye una serie de divisiones y se encuentros
por lo tanto algo diseminada, ante las perspectivas que detectan el
poder. Es lógica y bien notable la evolución del hombre, sus ritos
primitivos; sus creencias posteriores y las circunstancias que lo van
llevando en la medida que evoluciona, por senderos que nunca transitó y
aún más no creyó conocer.
Entonces: “Los hombres no tuvieron al principio
más Reyes que los dioses, ni más gobierno que el teocrático. La guerra
política era también teológica: los departamentos de los dioses estaban
señalados por decirlo así, por los límites de las naciones. El Dios de
un pueblo no tenía ningún derecho sobre los otros pueblos.
Ante tanta diversidad de dioses, lo que
seguramente traía a la confusión general, una serie de problemas de
orden internos, no podía negarse que la inseguridad manifiesta en todos
los órdenes estaba jugando su principal papel y necesitaba de una mano
fuerte que contenga los desbordes ganaderos en todo momento.
En estas circunstancias fue cuando vino Jesús a
establecer sobre la tierra un reino espiritual, que separado del sistema
teológico político, hizo que el Estado dejase de ser uno, y causó las
intestinas divisiones que jamás han dejado de tener en agitación a los
pueblos cristianos.
Aunque a esto sobresalgan a su paso las más
diversas opiniones en todos los órdenes y de todas partes, sean estas
interesadas ó no, pues desenvolviendo los encontrados pareceres de Bayle
y de Warburton, de los cuales el uno pretende que ninguna religión es
útil al cuerpo político, y el otro defiende por el contrario que el
cristianismo es su más firme apoyo.
De éstas conclusiones se pueden extraer
diferentes puntos de vista, que no vienen al caso analizar en esta
oportunidad, sólo nos ocuparemos de los conceptos del autor y sobre todo
de los más acertados, como éste que dice que: “El cristianismo es una
religión del todo espiritual, únicamente ocupada en las cosas del cielo:
la patria del cristianismo no está en este mundo. Se entiende que el
cristianismo bien entendido no debe intervenir en la “cosa” política,
salvo en la oportunidad indispensable que ha de encomendarle el
Soberano. Por eso el que se atreva a decir fuera de la iglesia no hay
salvación, debe ser desterrado del Estado, a no ser que sea la Iglesia,
el Estado ó el Príncipe del Pontífice…
Todo nos lleva a meditar sobre éstas proféticas
palabras expresadas hace aproximadamente 200 años. Y lo increíble de
esto es que aún guardan vigencia, no en su totalidad, pero sí en su
aspecto general.
Resta ahora decir la última palabra acerca de lo
mucho o poco de lo aquí expuesto. Analizar a un filósofo, crítico,
escritor y profeta, como lo ha demostrado que es Rosseau no es cosa
fácil.
Sólo debo limitarme – y así lo hice- a
transcribir los conceptos más sobresalientes de éste trabajo, podría
decir muchas otras cosas ó bien discrepar con el autor acerca de algunos
conceptos vertidos a lo largo de ésta obra.
Pero al fin de cuentas, ya lo sabemos… ni el autor llega a conformar a toda la comunidad, ni yo soy el dueño de la verdad…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario