viernes, 29 de enero de 2016

HOMERO MANZI: SANTIAGUEÑO CENTENARIO.

    Nunca imaginé que los argentinos llegaríamos a recordar con esmerado reconocimiento y respeto a nuestro ilustre comprovinciano en el centenario de su natalicio y que el Gobierno Nacional declarara al año 2007: “El año Homero Manzi” destacando su trayectoria y promoviendo el entendimiento de su obra.

Hace mas de treinta y cinco años publiqué en el desaparecido diario La Hora de Santiago del Estero, una serie de notas que tenían a la poesía de Manzi  y algunos aspectos de su vida pública, como protagonistas principales.
Por ese entonces, lo poco o mucho que se conocía del celebrado añatuyense se podían encontrar, como un material disperso entre revistas literarias, letras de tangos y uno que otro libro contando un anecdotario repetido del autor de Sur.

Salvo unos pocos que lo conocieron en vida, hicieron mención del lugar de su nacimiento, describiendo al pueblo de Añatuya su solar natal –que aun no figura en el diccionario actualizado de la Real Academia Española- como un mágico sitio de donde abrevara un sinfín de imágenes que sin duda se encausaron con el tiempo.
Y ahí está, todavía indiferenciado en esta natalidad santiagueña, el futuro Homero Manzi, nacido en Añatuya el 1º de Noviembre de 1907. Vio la luz en la casa que sirve de casco al campo “La 13” cercana a las vías férreas… hijo de Santiago del Estero, donde transcurre su primera infancia al amparo tutelar de los mitos de la selva, entre el bochorno de las siestas pobladas de duendes y escapadas a un remanso de agua cercano…” (Luís Alen Lascano, H. Manzi, Poesía y Política. Editorial Nativa, Pág. 14 enero de 1974)

Sin duda Manzi fue rescatado para la historia como un cultor de valía entre los celebres letristas y compositores que revolucionaron el tango, en este caso, el que revalorizó el rol de la mujer e introdujo una poesía fina y armónica dentro de un ámbito sórdido de figuras grotescas y paisajes grises, tal como se identificaba en la época, esas historias con música de guitarra y bandoneón.

“Tu que con bronce y viento hiciste sones
Para poblar el mundo de canciones”

Homero llegó al tango en el momento justo en que la Argentina dejaba atrás la belle epoc, para salir en busca de una identidad propia, más natural, de cara a sus ancestros. Como buen provinciano inclinado a identificarse con las causas populares y nacionales, pintó la nueva y floreciente Buenos Aires con las imágenes capturadas en su niñez en el momento justo en que lo cotidiano no dejó de ser un asombro para los ojos de quien aprendía a crecer.

“El ha visto desde niño “un farol balanceándose en la barrera” como una cosa cotidiana de cada uno de sus amaneceres, “el ladrido de los perros a la luna”, que son los mismo de siempre y tampoco han cambiado para alegría de los barrios suburbanos que los conservaban aun, como si se tratase de una continua tradición.
No está ausente la nostalgia evocativa de los “viejos amigos que hoy ni recuerdo”, ni tampoco las calles lejanas de pura tierra y sin empedrado, por ellas pregunta “como y dónde estarán”.

Tal vez esa “Juana rubia y amada” (¿?) por la que sufría pensando en ella y que solo era vista por el recuerdo, haya formado parte del paisaje lugareño de esas evocaciones tan cargadas de nostalgia y de cariño. Y los muchachos que todavía se reúnen - no en cualquier esquina- si no en la más cercana al bar., para hacer escuchar sus silbos melodiosos a la hora en que todos duermen y que al final terminan con el “codillo llenando el almacén”.

El paso del tren siempre fue una fiesta en los pueblos santiagueños, hoy cuando no una anécdota, una curiosidad para los chicos si reseña a la vecina pálida “que ya nunca salió a mirar el tren” como que tampoco están “las chatas entrando al corralón” en los contornos de ese pueblo semi viviente.
Seguramente va a ser difícil aceptar al “Barrio de Tango” como una reminiscencia del poeta por la tierra que lo vio nacer, con o sin las licencias poéticas mencionadas y que todo lo hacen posible.

Pero a fuerza de rescate, sólo una acabada prueba de que no es así, ha de significar un cambio de opinión. ( M. Brevetta Rodríguez. Nostalgias de las cosas que han pasado. Publicado en el diario El Liberal, 1 de febrero de 1987.-)

Todas las notas que publiqué en torno a la poesía Manzi, llevan como subtítulos estrofas de sus versos extraídos de sus poemas y sus composiciones, como una manera de recrear su presencia dentro del texto. Y creo que cuando escogí la obra de este autor para resaltar aspectos de su singular poemática, lo hice en base a una identificación espontánea con su vida y con su verso, que alcanzó metáforas tan dispares en su contenido, como en la época en que fueron conocidas.

“Fue lo que empezó una vez
Lo que después dejó se ser…”

Después de muerto –hace casi sesenta años- no queda mucho para investigar que no haya sido comentado, publicado o analizado por quienes fueron sus biógrafos.
Pero la vida, no deja de sorprendernos ni un instante a lo largo de nuestra existencia, así, en contadas ocasiones produce sucesos que se contraponen con lo que son nuestras creencias mientras que en otras oportunidades llega a conformarnos y a darnos la razón, como una gratificación no buscada. En este caso a todo aquello que producimos en beneficio de la cultura. “En casa siempre se hablaba en santiagueño (acentuando las “s”) A casa (en Buenos Aires) venían siempre nuestros familiares de Añatuya y de poblaciones del Chaco santiagueño (Charata y General Pinedo, entre otras)… Siempre se respiró Santiago en mi hogar. Mi padre era un hombre que nunca olvido sus raíces. En la mesa familiar, en cada momento de su vida, el y mi madre evocaban a Santiago.” (Homero Luís “Hacho” Manzi. El Liberal, 14/12/2006)
Esta es otra razón por lo que nunca consideré descabellada mi hipótesis de que el tema; “Barrio de Tango” (1942) tiene reminiscencias santiagueñas.

La bohemia, se sabe, fue una constante en la corta vida del poeta que supo vivir con intensidad desmedida cada uno de sus días, como si fuese el último de su existencia.
Su fama de permanente seductor no fue un invento alucinado de los cronistas del espectáculo, pues siempre fue ratificada por sus amigos y compañeros de sus noches suburbanas que sin duda despedían perfume de mujer. Y si algo faltaba para completar aspectos inéditos de su biografía, no dejaron de asombrarme las recientes declaraciones de una notable intérprete del cancionero ciudadano:
“Yo fui el gran amor de Homero. Yo no estaba tan enamorada, pero él si. Todo lo que hizo Homero lo hizo pensando en mí… Realmente me adoró. Sé que estaba lastimado, pero… me dijo que se iba a casar conmigo y me mintió. Dejé a mi primer marido por Homero en el 44”  (Nelly Omar,  El Clarín, 10 de mayo de 2005).

Es la triste ceniza del recuerdo.
Nada más que ceniza. Nada más.

Una mañana de 1995, mientras caminaba por Buenos Aires, ingresé a una conocida casa de artículos para el hogar. Realizada la compra, aboné la misma con tarjeta de crédito, cuando el joven vendedor confeccionaba la factura, me miró a los ojos y me dijo:
-         Este nombre me recuerda a Santiago del Estero. Mi abuelo era santiagueño.
-         ¿Y cómo se llama tu abuelo? –le pregunté-  pues no correspondía otra respuesta.
-         Homero Manzi –me dijo- seguro de que me sorprendería.
En ese momento, no pude menos que reconocer la pequeñez del mundo. Conversamos un buen rato. Lo enteré de mis escritos sobre la obra de su abuelo. Me contó que Hacho, es su padre, y que éste se encontraba radicado en Estados Unidos. Y – lo mejor del diálogo- que su abuela aun vivía.
- ¿Le podrías hacer una pregunta, de mi parte a la señora? Quisiera saber si aquella legendaria “Juana la rubia” del  “Barrio de Tango” fue en verdad uno de los amores de Homero. Sin dudas, que volveré por la respuesta.
-Le voy a preguntar, me contestó gustoso.
Un tiempo después, volví por la respuesta, trayendo de regalo un cuadro con la página impresa del diario en donde publique una nota referente a un aniversario del poeta.
Al tiempo de agradecerme, me expresó sonriente:
- Me dijo mi abuela que el único amor de Homero fue ella. Y que las otras… son puras fantasías.-
Nos reímos los dos.



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