lunes, 18 de enero de 2016

C H A Q U E T E R O S

Nota editorial del 6 de septiembre de 2008
              

     
 
 -"Nosotros en Barcelona les llamamos "chaqueteros" porque cambian de saco en todo momento" Comentaba el actor Antonio Banderas en un programa de televisión refriéndose a esos personajes sin escrúpulos, ni dignidad, que no trepidan en negar a sus jefes antes de que cante el gallo.

En verdad, así lo enuncia el diccionario de la Real Academia española: "que cambia de opinión o de partido por conveniencia personal". 

Aquí en Argentina contamos con una prospera fábrica de "chaqueteros" que transformaron en  un habito, sus conductas repetitivas, tan materiales y prosaicas que en cada una de sus intervenciones en la arena política, no dejan de evidenciar una naturaleza servil al favor de sus propios y mezquinos intereses.

Cargan con la misma naturaleza del escorpión, de igual manera que los grafica Esopo en sus celebres Fabulas. No tienen norte. No conocen escalas, ni jerarquías, ni autoridad, ni respeto por ellos mismos.

No resulta aventurado ensayar un estudio profundo de las razones por la que estos individuos le dan la espalda al deber ser, arremetiendo en contra de toda norma o pauta establecida, para quienes adecuan sus procederes en el marco de la ética y del buen propósito, que mejor se entiende como virtud.

La historia política de nuestro país, cuenta con numerosas anécdotas que nos ilustran acabadamente sobre los histéricos cambios que experimentan algunos actores que suelen advertirse en el área gubernamental. Responden a características bien definidas. Son atípicos. No son de los más simpáticos. Son émulos del dios Jano, y es obvio que son también profesionales de la mentira.

No es lógico pensar que llegan a los umbrales del poder portando la careta del hábil simulador, o que no son otra cosa que simples infiltrados en las filas enemigas, a la espera de un golpe de timón, que los coloque en posición de cambio de rumbo, para así darse la razón en soledad, pensando que han logrado su propósito.
Claro que están lejos de la lógica, pero… existen, están -con permiso de Dios-  omnipresentes, son tantos que no parecen de este mundo, pero como lo afirma mi tía, este mundo esta loco.

¿A todos aquellos -que son muchos- y que alguna vez se postularon para un cargo electivo, hicieron verdaderas campañas convenciendo al electorado que desde ese puesto de lucha prestarían mejores servicios a la ciudadanía y después que el voto los proclamara electos, se dieron media vuelta, renunciaron al derecho de asunción en beneficio del suplente y retomaron su antiguo cargo, como debemos llamarlos?

¿A los que asumen un cargo publico, jurando lealtad a su partido, a las bases de acción política, a la declaración de principios, a la diáfana ideología, por Dios, la Patria y los Santos Evangelios, y al día siguiente dicen que existe un "impedimento moral" para justificar una actitud, contraria a las razones de su permanencia en funciones, como debemos llamarlos?

¿A los que asumen portando los estandartes de una corriente de pensamiento o ideal perfectamente diferenciado y que sin mediar palabra se pasan para el bando contario, que ni siquiera es una línea interna de su partido, sino todo lo contrario, como debemos llamarlos?
"Hombres de paja/ que usan la colonia y el honor/ para ocultar oscuras intenciones /tienen doble vida, son sicarios del mal. Entre esos tipos y Yo hay algo personal" dice Joan Manuel Serrat compatriota de Antonio Banderas.

Una invasión de "chaqueteros" se viene desplazando en el campo político, como si fuera una plaga en proyección geométrica, con tendencia al contagio masivo. Por eso es importante encontrar un antídoto para la pandemia, revisando dispositivos del Derecho Electoral que ya se encuentran en desuso.

Pero a pesar de todo lo dicho, estos autómatas despersonalizados representantes insistentes de lo que no debe ser, en la vida política argentina, no encuadran en una sola denominación.
El "camaleón" de Chico Novarro (que cambia de colores según la ocasión) ya está como demodé, como "el saltimbanqui" o "el tumba cabeza o vuelta carnero", al igual que el masivo apelativo a la "borocotizacion" en homenaje al diputado díscolo que se cambió el caballo en la mitad del río.
Por ahora les cabe un apelativo, vamos a llamarlos: garcas.


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