Una
de las preguntas mas angustiantes que seguramente desvela a los
partidos políticos, es seguramente la necesidad de saber cuantos se
cuentan en las urnas, no así cuantos se cuentan en las afiliaciones.
La escasa vida democrática en este
país ha agudizado el ingenio de los dirigentes políticos en relación a
las variadas motivaciones existentes en cuanto a los modos y métodos
para conseguir afiliados, no dudamos que el excesivo tiempo de
inactividad partidaria haya logrado que el ingenio desborde los limites
de la normalidad, o mejor dicho, del deber ser en cuanto a la ética
necesaria aplicable a la ciencia política.
Si bien es cierto que no siempre se
camina por el sendero deseado muchas veces nos vemos obligados a marchar
en una procesión que nos disgusta o bien que no resulta conforme con
nuestro intereses, sin dejar de lado los casos en que se nos obliga a no
cambiar el rumbo, todo por supuesto bajo penas y condenas que no son
fáciles de evadir.
En política, pensamos, que si estamos
como nos encontramos, no hay razón para echarle la culpa al “dueño del
chancho” que es aquel que brinda las posibilidades para el mantenimiento
de la institución, somos “los chanchos” los que necesariamente debemos
encauzarnos por carriles menos adversos y paternalitas, en una palabra,
somos nosotros los argentinos los que debemos aprender a conducirnos
solos, con criterios objetivos, en ejercicio del libre albedrío, sin
atender las necesidades o intereses de los que se nos muestran como
protectores.
No hace mucho, en oportunidad en que
varios partidos políticos firmaron el acta de coincidencias con el
actual gobierno, el periódico Esquiú comentaba entre sus columnas que: “
no podía faltar, junto al Justicialismo el Partido Conservador popular,
cuyos votos se ignoran porque siempre se sumó ha aquél.”
Este comentario, que sin duda invita a una
profunda reflexión no deja de ser acertado y motiva a los dirigentes
del partido conservador popular a preguntarse no sin razón ¿Cuántos
somos…?
Esta pregunta será muy difícil de
resolverse hasta tanto el P.C.P. se enfrente sin aliados a un llamado
electoral. De otra manera se tendrá una visión aproximada según sea el
caudal de afiliados que no siempre reflejan el verdadero potencial de
las manifestaciones que se realizan a solas, en un cuarto oscuro.
Muchas cosas han pasado desde qué el
lúcido y visionario estadista Vicente Solano Lima rompiera con los
conservadores retardatarios y antiprogresistas y formara su propio
partido levantando las banderas de lo popular y lo cristiano –
imprimiendo a su plataforma la función social en armonía con la doctrina
social de la iglesia- y tantas otras sucedieron desde que se abrazara
con el entonces líder exiliado Juan Domingo Perón y advirtieran juntos
la necesidad de conducir una gran fuerza nacional para concretar
oportunamente una alianza con América latina.
Sin duda el ámbito de los grandes temas
nacionales, el trabajo fecundo en contra de las dictaduras, las
necesarias reorganizaciones internas y el diálogo permanente en la
búsqueda de la integración de un frente nacional y popular no ha
permitido que los conservadores populares puedan saber cuántos son.
Muchos años de rigor y de presión han
marcado la ruta de los argentinos. Años de miseria y desesperanza en
busca de la anhelada estabilidad qué se mostró siempre esquiva, de una
libertad que ha sido siempre retaceada y cercenada por los militarismos
de turno, así las apresuradas salidas electorales que hemos conseguido
desde 1930 a la fecha, no han sido más que engendros estatutarios
confeccionados en la soledad del poder usurpado, sin el tiempo necesario
para los gobernantes, de constituir para sí una base de acción política
que contemple las más elementales necesidades posibilitando una digna
integración.
Así concurrimos siempre a los comicios,
improvisados, vacilantes, inseguros. Lo que salvó a los conservadores
populares fue el verdadero sentido integracionista y colectivo, siempre
buscando la unión de los argentinos y alistándose junto a la corriente
más afín y coincidente que no es otra que el Justicialismo, movimiento
popular éste, que estuvo desde su creación hasta la muerte de su
inspirador totalmente convencido de la necesidad de la conformación de
un frente electoral con todos los partidos de raigambre netamente
popular.
Hoy ambos partidos han acusado la pérdida
de sus conductores. La desaparición de Juan Domingo Perón y Vicente
Solano Lima colocan al Justicialismo y al Conservadorismo Popular en
calidad y categoría de huérfanos, quienes ya han experimentado el
impacto de la desprotección reconociéndose culpables de los errores ya
cometidos.
Sin duda ha llegado el momento de asumir la
conducción de la empresa y para ello deben concientizarse de que
solos, carecen de los medios suficientes para afrontar los embates de
la crisis cada vez en aumento.
Ambas fuerzas se encuentran en una
contingencia que requiere inmediatas y urgentes soluciones, pues hay
interrogantes a los que habrá que darles respuestas validas y precisas
en el margen de la premura que la situación lo requiere.
Los argentinos no debemos olvidarnos que
tenemos un país y una idea que atender, no son éstos precisamente los
tiempos del “vedetismo”, la ridícula figuración y la fácil y vetusta
demagogia, nos esperan días difíciles a los que habrá que encararlos
con espíritu victorioso.
No hay mejores soluciones que la mesa de las
grandes coincidencias para la elaboración de proyectos comunes, la
“unión nacional” debe ser el basamento para la construcción de la
Republica.
Solos y dispersos seremos victimas fáciles
de nuestros enemigos que nos vigilan solapados y al acecho. Y no lo
hacen desde hoy, sino desde el comienzo mismo de nuestra historia
republicana.
El último resultado electoral es el cabal
ejemplo que nos demuestra que la disgregación, el unitarismo y la
individualidad no son más que expresiones de deseos que en muy contadas
oportunidades pueden llegar a convertirse en realidad.
Las bases comunes y el plural
entendimiento, deben ser la idea fundamental que encamina a los dos
partidos aludidos para alcanzar a recuperar el terreno perdido, si la
unión no se concreta de inmediato a de sorprender el momento de la
definición que no está lejos; ese tiempo habrá de encontrar voluntades
firmes y decididas, de no ser así –de aquí en mas- tanto peronismo como
conservadorismo habrán de soportar la orfandad como mejor les llegue y
aguardaran los tiempos del balance, de los acuerdos o de los
remordimientos y cada cual habrá de invertirlo en la sonoridad de la
victoria o en el silencio de la derrota.
Entonces si, nos guste o no, recién vamos a saber cuantos somos..
Publicado en el Periódico Regional del NOA La Verdad, septiembre-octubre, 1984.-
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