DE TIEMPO EN TIEMPO surge algún trasnochado que proyecta el traslado de la capital a cualquier parte |
Evidentemente
el tema no es nada nuevo, pues desde 1880 a estas partes los argentinos
hemos disentido permanentemente sobre la ubicación que debiera tener en
Capital Federal. Mas allá de los intereses personal o ideológicos,
puede decirse que nos ha motivado el sentimiento nacional siempre en
busca de aspirar lo mejor para nuestra patria. “ Todo gobierno es
imposible con la capital de la Nación ubicada en Buenos Aires” expresó
Juan Bautista Alberdi (a quien debemos nuestra Constitución). “Es
imposible que la capital del país exista en otra parte que no sea Buenos
Aires” sentenció Bernardino Rivadavia (nuestro primer Presidente).
Desde aquellas exposiciones a nuestros días,
larga a sido la centuria transitada y otros los destinos y los rumbos
asumidos por nuestro País, a punto tal que nuevamente los argentinos
tendremos que sentarnos a la mesa de las grandes opiniones, aunque esta
vez averiguar simplemente hacia donde nos quieren llevar la Capital
Federal, porqué lugares –de los mas adecuados- estamos seguro que no nos
faltan.
OPINIONES Y PROYECTOS.
El hecho de la convivencia para todos, sin
disculpar la conformidad de la generalidad ha logrado las más variadas
opiniones y los intentos, mas los proyectos no han sido pocos. Quizá la
obra del cordobés Leopoldo Velasco (Cuestión Capital de la República
Argentina, 1942) profetizo la circunstancia de que en este momento nos
ocupemos del tema, pues “tarde o temprano el asunto ha de volver al
tapete de la discusión, podemos decir que la cuestión Capital de la
República Argentina es una cuestión capital”.
Alcides Greca en su obra “Una nueva Capital
para la Nación Argentina” (1950), centró su mirada en el embalse del Río
Tercero de la ciudad de Córdoba fundamentando con claridad el tema de
las conveniencias, como lo hicieron Ezequiel Martínez Estrada e Ignacio
Carranza Ferran, cuando proponían como capital a Bahía Blanca y San
José de la Esquina, esta ultima en la provincia de Santa Fe.
Sobradas razones, seguramente, le asistieron
al ex diputado Ataulfo Pérez Aznar para pretender una capital en Mar
del Plata, allá por 1965. O cuando en 1965 Carlos Musso sostuvo que el
Valle de Calamuchita (Córdoba) era el lugar ideal.
El ex ministro de Obras Publicas, Pedro
Gordillo pensaba en 1972 en la ciudad de San Miguel de Tucumán mientras
que Emanuel Solanet ex Secretario del Instituto de Planificación
Económica Nacional, pensaba en Caleu-Caleu en el sur de la provincia de
la Pampa. Alfredo Luís Silbeira, pensó en el nombre Argéntica situando
la capital en las inmediaciones del triángulo Pico- Trenque
Lauquen-Santa Rosa y así un sin fin de opiniones como serios y
fundamentados trabajos han hecho que los argentinos situemos nuestra
Capital Federal en donde mejor le convenga a nuestra imaginación.
DE VUELTA A LA REALIDAD.
A mediados de junio el Poder Ejecutivo
Nacional remitió al Congreso de la Nación un proyecto de ley en el cual
se prevé el traslado de la Capital Federal a las márgenes del curso
interior del Río Negro en la actual jurisdicción de las provincias de
Río Negro y Buenos Aires.
Este plan estructurado en diez artículos y
nueve carillas de fundamentación, encierra en sí profunda y seria
trascendencia, que ha despertado ya no pocas polémicas, como que tampoco
ha escapado a la movilización y al estudio de todas las fuerzas
políticas –con justa causa- preocupadas por el tema en cuestión.
Sabemos que no se trata de un simple
proyecto de ley – que puede o no ser viable en su aplicación- si no que
se está poniendo en juego el destino de futuras generaciones que
constituirán la patria del mañana, los mismos que en un tiempo no lejano
han de cifrar sus esperanzas en esta suerte de “ tierra prometida” que
según se expresa, logrará dar soluciones a un sin fin de ansiedades que
está viviendo el pueblo argentino.
Esta nueva encrucijada, no es más que un
rompecabezas, que se nos impone jugar aunque tengamos que apostar con
donaciones territoriales, ley de divorcios, reformas constitucionales,
recetas mágicas anti-inflacionarias y como si esto fuera poco, un cambio
de Capital Federal, proyecto grande para no desentonar.
Antes que nada, no debemos soslayar el
hecho de que estamos en un periodo de afianzamiento dentro del marco
institucional, situación que ha costado muchísimo para el
restablecimiento de la vida democrática.
Aun estamos convalecientes de las heridas
profundas ocasionadas por la guerra interna y externa que hemos
soportado, amen de las deudas contraídas, de las que se dice que no
podremos saldar.
Si a ello le agregamos la deuda permanente
que se mantiene con el pueblo, la misma silenciosa de la que nada se
dice y que se la siente en demasía, esa deuda interna, esta muy lejos de
ser superada y a la que no precisamente se podrá abonar con “medidas
históricas”, ni con promesas optimistas, porque está exigiendo
inmediatas soluciones. Ya el pueblo ha comprendido que con la
democracia, ni se come, ni se educa, ni se cura, sin que antes se haya
dado cumplimiento a las promesas que faciliten la realidad para el
reencuentro común.
FUNDAMENTOS DEL PROYECTO.
El Poder Ejecutivo en su proyecto enviado al
Congreso ha entendido que el traslado de la Capital compromete el
destino de varias generaciones y no se equivoca. Había también de un
fortalecimiento del federalismo –que no encontramos acertado- toda vez
que con medidas de esta naturaleza, mas que fortalecer a la idea del
federalismo, se están causando sensibles heridas a quienes se consideren
con mejores o iguales derechos para ser merecedores de un supuesto
beneficio.
Si ésta decisión es solo comparable a una
tarea titánica, será para el pensamiento de los que elaboran el
proyecto. Nosotros somos mas humildes para tratar el contenido de
este fundamento que deja mucho que desear.
¿Estamos integrando el federalismo con
tendencias hacia el oeste? ¿Y el sector este, y sur ? ¿ Y que decir del
Norte Argentino que aspira también a erigirse en la tierra prometida, a
la espera de alguna solución a sus tan angustiantes problemas de todo
tipo?
Pareciera que la larga lucha entre unitarios
y federales, no ha cambiado en su esencia, pero si en su color
político. Eso sí, con distintos colores y diferentes nombres; aunque
lamentablemente, con el mismo fondo que no es otro que el interés
individual sobre el colectivo.
Sin duda nuestro país ha crecido en forma desproporcionada y a este mal lo venimos observando desde antigua data.
Por una parte, se ha producido una
concentración poblacional exagerada de un sector del país (centro), la
desolación y la ausencia poblacional por el otro (sur) y como contrapeso
el subdesarrollo económico y el analfabetismo como factores
disgregantes sobre una pobre producción (norte) conforman la estructura
integral de la Argentina.
¿Esto se arregla trasladando la Capital
hacia el sur? ¿Cuál es la meta? ¿Poblar nuestros espacios vacíos o
desarrollarnos integralmente como Nación?. Hemos conseguido en estos
años una administración vetusta y obsoleta, carente de eficiencias e
idoneidad, malos y caros servicios públicos, marginalidad y
subocupación, analfabetismo creciente, escasez de viviendas, magros
salarios y un sin fin de desaciertos a los que tendríamos que abocarnos
de inmediato.
Los males de la Argentina se han venido
arrastrando desde hace tiempo y quizá el polvo de su camino no nos ha
permitido ver mas allá de nuestras propias narices. Lo cierto es que
habrá que tratarlos con la seriedad que el tema se merece, lejos de las
utopías de las tareas titánicas.
La idea presidencial –personal e inconsulta-
de promover el traslado de la Capital al sur, ha despertado una
expectativa inusual en las conciencias argentinas. El apresuramiento de
la legislatura rionegrina en donar sus tierras para la materialización
del proyecto, el encarecimiento súbito de la tierras en el área afectada
y las constantes declaraciones de bonanzas que se escuchan de parte de
los funcionarios sureños, nos están alertando de antemano sobre la idea
de que la suerte ya esta echada, sobre todo los que hicieron el negocio
que conocían con antelación. Todo este apresuramiento desordenado y
ávido de celeridad que cuenta con un solapado y evidente dirigismo, nos
obliga a pensar que tendrá un resultado de disidencias y desencuentros
porque además el pueblo quiere hacer valer su participación entendiendo
de que las ideas expuestas deben ser superadas.
BAY BAY AMÉRICA
Un destino de frío viento y mar por la costa
del este, es lo que se nos está imponiendo. Es decir constituirnos en la
Capital más austral del mundo, como si se tratase de ganar la carrera
hacia la Antártica. De aprobarse este proyecto de ley muy lejos quedara
el sueño de la integración latinoamericana, de los mercados comunes
regulados por nuestra realidad y del afianzamiento cultural, por lo que
venimos bregando desde hace siglos.
Esa actitud sentará el principio disociánte
de la unidad latinoamericana porque se rechaza el acercamiento con el
pretexto de salir en busca de una oveja perdida con el riesgo de perder
el rebaño.
Es preciso entender que el destino de un
continente no se logra por el crecimiento individual de uno solo de sus
cuerpos en forma aislada. Por el contrario ello promueve la
desintegración y el aislamiento.
La función y el entendimiento promueven un
nexo integrador y sólido que nos hace capaces de asumir las afrentas
permanentes que surgen de las grandes potencias que no dejan de mirarnos
con ojos canibalezcos.
Nosotros (porque en definitiva a todos nos
compete la cuestión) como somos originales preferimos la teoría del
contrario sensu. Con el traslado de la Capital al sur nos aislaremos de
todo futuro posible que haga a la fusión con nuestro hermanos de latino
América. Las distancias así lo determinan y nuestra postura en materia
de relacionen internacionales también.
PONER LAS COSAS EN SU LUGAR
Trasladar la Capital Federal a Viedma es una
idea y como tal la respetamos, pero la pregunta surge clara ¿como se
hace y con que? Si estamos convencidos que no podemos pagar la deuda
interna que mantenemos con nuestro propio pueblo, si ha fracasado el
plan anti inflacionario, si no podemos contraer nuevas deudas con la
banca extranjera porque no podremos pagar ni siquiera los intereses, si
vivimos en una situación de permanente incertidumbre, no resulta
razonable ensayar un traslado de Capital cuando se es consciente que las
condiciones no son las mas propicias. Proponemos el traslado:
De los principales entes autárquicos nacionales a
los lugares en donde estén constituidos las fuentes de recursos que
representan.
De los principales centros bancarios nacionales a distintas provincias o al lugar que se pretenden como Capital de la Nación.
Los mas importantes centros científicos y culturales que puedan funcionar en cualquier parte de país.
Los centros de poder militar deben situarse en las áreas mas desprotegidas de nuestras fronteras.
Las redes aeronáuticas y ferroviarias
descentralizarse de Buenos Aires, tratando de integrarse con mayor
frecuencia, con los distintos puntos del país.
Las industrias deben producirse y administrar en los centros en que se encuentran las materias primas.
El mercado ganadero, cerealero y frutícola desarrollarse en áreas equidistantes dentro de todo el ámbito territorial.-
¿O es necesario que todos los rubros
reseñados deban provenir indefectiblemente de la Capital Federal? Si
repartimos la burocracia –con todos sus males o desprovistas de ellas
–en las provincias carentes de población- conjuntamente con el paquete
de empresas y entes estatales que representan, habremos descongestionado
la macrocefálica cabeza porteña, dándole al cuerpo argentino mejor
proporcionalidad y rendimiento seguro.
Insistir con el traslado capitalino será
enfrentar nuevamente a los argentinos que lejos de las buenas
intenciones del partido que gobierna, acarreará tras si una batalla
campal en el plano de lo jurídico-institucional, pero esa… es otra
historia.
Publicado en el diario El Liberal, 19 de octubre de 1986.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario