Cuando
para un problema no se encuentra la solución adecuada, ni se cuentan
con los elementos idóneos para afrontar el transe con posibilidades de
éxito, no existe mejor salida que echarle la culpa al otro y si ese otro
no tiene ni nombre ni apellido y tan solo se trata de una etapa
histórica o bien de un hecho sin viso material, para no
individualizarlo, que pudiere generar una reacción, tanto mejor. Y es
allí en donde aparece el tema de la crisis, culpable de nuestros eternos
males a la que se habrá de combatir prescindiendo de toda consecuencia
que esta actitud puede ocasionar.
Lo cierto es que las cosas no están del todo
bien del todo bien y estamos próximos a celebrar tres años con mandato
constitucional, sin interrupción, como debe ser a la manera de nuestras
instituciones aunque siempre buscando el camino seguro que nos lleve a
buen puerto al solo efecto de conjugar para el bien de todos, ese
permanente estado de inseguridad que campea por todo el espectro de lo
social , que no solo cuestiona los motivos del estado en que se
encuentran las cosas, sino que también arrastra la incertidumbre por
saber cual será el camino que asumirá el futuro para encausar la
normalidad.
CRISIS DE CAMBIO
Si bien el tema corresponde a la sociología,
no será de extrañarse que disimiles posturas asuman respuestas
diferentes pues no se tardará en coincidir que un cambio institucional
acarrea la crisis, visto ésta desde cualquier ángulo, así como se
expiden recetas desde enfoques variados aunque todos tendientes al logro
de la superación coyuntural.
Nosotros coincidimos con la crisis de
cambio, aunque no con los medios que se están empleando para revertir la
situación. Si bien es cierto que el mal de fondo se centra en la raíz
cultural, nada se está logrando con el arribo de metodologías extrañas a
nuestra idiosincrasia, pues seguimos transitando la misma etapa de
desencuentros e inexactitudes por lo cual estamos pagando un alto costo
social que repercute indefectiblemente en el seno de la institución
vital, que es la familia argentina.
Esta crisis de cambio nos ha traído
ansiedades foráneas, como si no fuera bastante en las nuestras, así la
expectativa de una ley de divorcio –a la que seguramente seguirá la ley
del aborto –pareciera ser que a centrado la atención poblacional, como
si se tratará de la gran solución que todos estábamos esperando, y no es
así, como tampoco será una solución el destape importado, ni la
escalada pornográfica, ni los constantes agravios a la Iglesia Católica,
temas estos que lejos de tranquilizarnos nos están impacientando cada
día con mayor intensidad.
CAMBIO DE LA CRISIS
No debemos permitir que nos rebasen los
efectos de los males del mundo, ni menos aun asimilarnos a ellos. Aquí
se trata de producir un cambio en el rumbo asumido, encauzando de
inmediato los desbordes detectados que nos están colocando en un plano
de desigualdad para con el ideal que pretendemos.
A la crisis del cambio, habrá que imponerle un
remedio que se ajuste exactamente al cambio de la crisis, que a no
dudarlo es lo que mas nos conviene.
Hoy bien podemos preguntarnos cual es el
tiempo de la espera, si es necesario esperar los resultados finales de
la etapa asumida o bien arremeter y postular las bases de una nueva
sociedad, aislando a estas de los males que arrastran y ello será
posible merced a un plan efectivo acorde con la esencia del ser
argentino, no así como un cambio de capital centralista ya que
importaría el traslado de la misma crisis a un distinto ámbito
geográfico que al margen de caro a de ser inútil.
La propuesta es cambiar de crisis y para
ello lograr el estimulo de una gran ética nacional que nos coloque al
resguardo de los absurdos de algunos gobernantes que al amparo de un
fluctuante apoyo popular establecen e imponen conductas que al futuro le
resultará difícil de erradicar. Un tema aparte sería la improvisación
con que se asume el poder, nadie tiene la dicha de conocer un plan de
acción de gobierno y ello se debe a que no existen porque solo se
trabaja para la coyuntura sin importarles el destino final que estas
actitudes colocan sobre la cabeza de todos.
A propósito, recién cantaba Litto
Nebbia:“tanta locura en mi cabeza arriesgando sueños y planes sin
certeza / cada quien hizo su vida / y el que pudo llegó al fondo del
camino...”
Publicado en el diario El Liberal, 23 de junio de 1986.-
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