domingo, 17 de enero de 2016

CRISIS DE CAMBIO O CAMBIO DE LA CRISIS



        Cuando para un problema no se encuentra la solución adecuada, ni se cuentan con los elementos idóneos para afrontar el transe con posibilidades de éxito, no existe mejor salida que echarle la culpa al otro y si ese otro no tiene ni nombre ni apellido y tan solo se trata de una etapa histórica o bien de un hecho sin viso material, para no individualizarlo, que pudiere generar una reacción, tanto mejor. Y es allí en donde aparece el tema de la crisis, culpable de nuestros eternos males a la que se habrá de combatir prescindiendo de toda consecuencia que esta actitud puede ocasionar.

    Lo cierto es que las cosas no están del todo bien del todo bien y estamos próximos a celebrar tres años con mandato constitucional, sin interrupción, como debe ser a la manera de nuestras instituciones aunque siempre buscando el camino seguro que nos lleve a buen puerto al solo efecto de conjugar para el bien de todos, ese permanente estado de inseguridad que campea por todo el espectro de lo social , que no solo cuestiona los motivos del estado en que se encuentran las cosas, sino que también arrastra la incertidumbre por saber cual será el camino que asumirá el futuro para encausar la normalidad.

CRISIS DE CAMBIO

    Si bien el tema corresponde a la sociología, no será de extrañarse que disimiles posturas asuman respuestas diferentes pues no se tardará en coincidir que un cambio institucional acarrea la crisis, visto ésta desde cualquier ángulo, así como se expiden recetas desde enfoques variados aunque todos tendientes al logro de la superación coyuntural.
    Nosotros coincidimos con la crisis de cambio, aunque no con los medios que se están empleando para revertir la situación. Si bien es cierto que el mal de fondo se centra en la raíz cultural, nada se está logrando con el arribo de metodologías extrañas a nuestra idiosincrasia, pues seguimos transitando la misma etapa de desencuentros e inexactitudes por lo cual estamos pagando un alto costo social que repercute indefectiblemente en el seno de la institución vital, que es la familia argentina.

    Esta crisis de cambio nos ha traído ansiedades foráneas, como si no fuera bastante en las nuestras, así la expectativa de una ley de divorcio –a la que seguramente seguirá la ley del aborto –pareciera ser que a centrado la atención poblacional, como si se tratará de la gran solución que todos estábamos esperando, y no es así, como tampoco será una solución el destape importado, ni la escalada pornográfica, ni los constantes agravios a la Iglesia Católica, temas estos que lejos de tranquilizarnos nos están impacientando cada día con mayor intensidad.

CAMBIO DE LA CRISIS

    No debemos permitir que nos rebasen los efectos de los males del mundo, ni menos aun asimilarnos a ellos. Aquí se trata de producir un cambio en el rumbo asumido, encauzando de inmediato los desbordes detectados que nos están colocando en un plano de desigualdad para con el ideal que pretendemos.
A la crisis del cambio, habrá que imponerle un remedio que se ajuste exactamente al cambio de la crisis, que a no dudarlo es lo que mas nos conviene.
    Hoy bien podemos preguntarnos cual es el tiempo de la espera, si es necesario esperar los resultados finales de la etapa asumida o bien arremeter y postular las bases de una nueva sociedad, aislando a estas de los males que arrastran y ello será posible merced a un plan efectivo acorde con la esencia del ser argentino, no así como un cambio de capital centralista ya que importaría el traslado de la misma crisis a un distinto ámbito geográfico que al margen de caro a de ser inútil.

    La propuesta es cambiar de crisis y para ello lograr el estimulo de una gran ética nacional que nos coloque al resguardo de los absurdos de algunos gobernantes que al amparo de un fluctuante apoyo popular establecen e imponen conductas que al futuro le resultará difícil de erradicar. Un tema aparte sería la improvisación con que se asume el poder, nadie tiene la dicha de conocer un plan de acción de gobierno y ello se debe a que no existen porque solo se trabaja para la coyuntura sin importarles el destino final que estas actitudes colocan sobre la cabeza de todos.

  A propósito, recién cantaba Litto Nebbia:“tanta locura en mi cabeza arriesgando sueños y planes sin certeza / cada quien hizo su vida / y el que pudo llegó al fondo del camino...”


Publicado en el diario El Liberal, 23 de junio de 1986.-

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