No
hace mucho, caminando en Buenos Aires del brazo de Vicente Solano Lima,
tratamos de encontrar un sitio en común en dónde se aglutinasen las
fuerzas conservadoras que, a no dudarlo, representan una notable
proporción dentro del electorado nacional.
Nuestras ideas, como no podía ser de otra
manera, se basaban en una conciliación nacional capaz de presentarse
como alternativa válida dentro del trabajo incesante de las posiciones
políticas que ambientaban el medio.
La idea, no solamente sugiere la simple
unión de los conservadores, sino que exige profundas transformaciones
dentro de lo individual, social, doctrinario y económico para no entrar
en incontables detalles, que de hecho habrá que replantearse.
La exagerada distancia que nos separaba,
no solamente hablo de años, quizás sirvió para aunar dos concepciones
distintas, pues sin dudas ambos encuadrábamos nuestras premisas desde
dos cosmovisiones, en principio disímiles, pero que en el fondo se
entrelazan, era algo así como el cauce de dos ríos que al final del
camino desembocaban en un mismo destino, ó para ser más claro siempre
terminábamos en la misma olla.
La unión de los argentinos, fue sin duda su
máxima tarea y su trabajo final, y es el proyecto que continuamos los
que pretendemos emularlo. Por supuesto, que para la gran empresa
estábamos preparando las bases para la unión de entre casa.
Pensábamos que superando las diferencias en
nuestra propia familia, podíamos marchar ya vivificados a tentar la
unión nacional, tarea, que cómo se supone, no es nada fácil.
Lamentablemente, la muerte repentina se
llevó al viejo e infatigable luchador, y no por ello a lo que quedamos,
dejaremos de trabajar por la misma causa. Hoy más que nunca estamos
fortalecidos, siempre en la búsqueda por hacer realidad nuestro ideal.
En principio tratamos de lograr un trabajo
conjunto, en dónde la participación activa fuese la tarea común de
todos, sin ninguna excepción que pudiera sustraerse o ser marginado.
No fue así. Pensamos que las diferencias se
clarificarían con el tiempo, y esperamos el proceso de decantación,
renovamos autoridades, siempre expectantes, pero hasta la fecha la
renovación resultó la quimera y el balance realizado, nos arrojó un
“debe” que sin lugar a dudas nos llevará a un replanteo sobre la marcha
de nuestra empresa.
La desaparición de los grandes líderes nos
enseñan el curso de la historia, no suelen ser reemplazados, salvo
contados casos. Los partidos ó movimientos subsisten hasta tanto
cristalizan el modelo ideal que llega a la conducción salvando los
escollos naturales y las vallas intencionales que se suelen anteponer en
el camino.
De no ser así, siempre se busca la fusión,
para el mejor de los casos, o bien se llega a la escisión plena, cuando
el vació de poder y conducción no ha logrado colmar la más mínima
expectativas de la dirigencia activa, de la agrupación de que se trate.
Si existe en el país un partido que arrastra
congénito el divisionismo, ese es sin duda el conservador, que ha venido
subsistiendo desde los albores de nuestra concepción como Nación.
No podemos dejar de reconocer que en algún
momento se advertía su desaparición, pero felices circunstancias ó malas
administraciones, impulsaron su renacimiento que hoy enfervorizado, se
erige como alternativa más que válida para enfrentar los embates de la
vida democrática y de todo cambio que ella implica.
Ahora bien: ¿Cuál sería la mejor forma de
intentar la unión conservadora...? Una alternativa sería el llamamiento
de las fuerzas dispersas que actúan, algunas en forma aislada ó en
grupos, elaborando bases de acción común, con miras indefectibles dentro
de una única esencia.
Cambiar el espíritu conservador ó mutilarlo ó
transformarlo, sería estéril, pues estaríamos ante el nacimiento de una
nueva conformación, que no viene al caso intentar.
Otra sería la construcción de un frente
amplio, capaz de conciliar las diferentes posturas, que con sólo limar
algunas asperezas, se crearían las bases necesarias para una integración
definitiva.
Sea cual fuere la alternativa, aún no se
conocen rumbos ciertos para el avance conservador, pese a que las
condiciones políticas están dadas. No dudamos que el quo vadis, se
cierne sobre las conciencias de los dirigentes, próximos a finalizar sus
mandatos, sin tener trazado todavía el rumbo a seguir, ello unido a que
en algún momento se les pedirá rendición de cuentas y para el mejor de
los casos, nobleza obliga, si no tienen respuestas, tendrán que
renunciar.
No queda mucho tiempo como para perderlo en
fantasías irrealizables, habrá que plantearse la propia existencia y
darle un trazo cierto al destino encomendado, de no ser así, seguramente
los medios, buscarán la oportunidad de cambiar la camiseta, el resto
del equipo que quiere seguir trabajando debe encontrar las condiciones
para realizar su anhelo, que no son otras que la conducción partidaria.
Debemos tener en claro que al árbol se lo conoce por sus frutos…!
Publicado en Periódico “ LA VERDAD”, Enero de 1985.-
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