Mientras los pueblos del hemisferio sur
se debaten en la búsqueda de proyectos de unidad, los americanos
estimulamos hipótesis, que mas valen perderlas que encontrarlas.
Los
americanos vivimos desde hace bastante tiempo, concentrados en la
elaboración de alternativas de todo tipo, que nos posibiliten una
integración global de acercamiento en busca de una identidad de
conjunto, que armonice con la saludable intención de unidad de los
pueblos.
No sólo los proyectos y las perspectivas de
corte económico fomentan la integración de los pueblos, es mas, desde
nuestra identidad americanista venimos sosteniendo que esos proyectos de
cambio, si no están estructurados sobre la base de lo cultural,
demorarán las soluciones, siempre y cuando no se disipen en la inercia,
por la falta de una comunicación sostenida.
Nuestro idioma, parece ser una causa de
impedimento a nuestra aspiración de formar parte dentro del contexto de
las potencias a las que se las llama ``del primer mundo'', ya que se nos
advierte permanentemente, entre todos los requisitos sobre un
acercamiento internacional, que el dominio de lenguas resulta ser
condición sine qua non para intentar lograr los propósitos de desarrollo
y perfeccionamiento.
No somos pocos los que nos sorprendemos cuando
se nos exige enfáticamente el “dominio” de tal o cual idioma, como si
fuera una condición innata o de simple y fácil adquisición, el manejo
fluido de una expresión idiomática ajena a nuestros ancestros.
CULTURA POPULAR
El idioma no es otra cosa que la actividad
permanente de la expresión oral, y ésta se nutre y encuentra basamento
en la creación de la cultura popular, la que posteriormente queda sujeta
a reglas de contenido diverso, inspiradas por los académicos -quienes
en resguardo del idioma- establecen pautas y normas referidas al estilo
correcto de las expresiones incorporadas al uso natural y corriente.
La Real Academia de la Lengua Española incorpora
al diccionario usual en forma permanente, infinidad de vocablos,
verbos, voces, etc. cooperando al mantenimiento de la unidad
lingüística, atendiendo en especial las particularidades léxicas y
semánticas vigentes en cada país, toda vez que son más de trescientos
millones los hablantes hispanos en todo el mundo.
La riqueza de nuestras expresiones idiomáticas
tienen como fuente inmediata la creación popular, la que se nutre a la
vez, del conocimiento que se adquiere y modifica con el uso y el
transcurso del tiempo, por lo que se deduce que en el futuro se
engrosaran al diccionario nuevos vocablos, quedando los mismos bajo la
vigilancia de las reglas que impondrán los académicos en protección del
lenguaje.
LA IDEA DE GARCÍA MÁRQUEZ
Todavía suenan las voces del Primer Congreso
Internacional de la Lengua Española que se llevó a cabo en la ciudad de
Zacatecas, México (1997), cuando el escritor Gabriel García Márquez
-premio Nóbel de Literatura 1982- realizó ante 200 especialistas de la
lingüística, una insólita, como alegórica disertación titulada: “Botella
al mar para el dios de las palabras”, solicitando: “que se simplifique
la gramática y sin más tramite se proceda a jubilar la ortografía ”
reviviendo así una antigua polémica que se arrastra desde principios del
Siglo pasado.
En la oportunidad el Rey Juan Carlos de España y
el entonces Presidente de México Ernesto Zedillo escucharon azorados la
propuesta del escritor, a quien no lo inhibió la presencia de los
estudiosos representantes de más de 400 hispano-hablantes.
No resulta divertido para los puristas del
idioma, lanzar al ruedo este tipo de iniciativas que requieren un serio y
concienzudo estudio previo que armonice o que supere los encendidos
debates que ocuparon tanto a Andrés Bello (1840), como a Domingo
Faustino Sarmiento (1860) sin que se arribara a un acuerdo
contemporizador, como que resultaron vanos a la luz de los memoriosos,
los tantos intentos por simplificar, al paso de los mil años de la
lengua castellana, normas ortográficas o supresiones de voces, que pese
a los intentos por eliminarlas siguen gozando de buena salud.
En un tiempo crucial para los académicos, que se
quejan sostenidamente del bajo nivel que denotan los estudiantes en las
universidades, en relación al uso y aplicación del idioma, la
aventurada propuesta del escritor colombiano, motivó algunos aplausos,
pero afloró también las iras de sus pares, encendiéndose una polémica
que llevará tiempo acallar.
DISPAREN CONTRA EL HEREJE
Mario Vargas Llosa, eterno ex candidato a la
presidencia del Perú y Miembro de la Real Academia Española, calificó a
la iniciativa como una irreverencia, advirtiendo que: “… si se acabara
con la ortografía, el español se desintegraría en tal multitud de
dialectos o de jergas, que al final llegaríamos a la incomunicación” lo
que no resulta aventurado en atención a la diversidad de modismos y
giros extraños que se vienen observando entre los hispanos parlantes.
Arturo Uslar Pietri, admitió que la iniciativa
del escritor colombiano: “… significa eliminar gran parte del valor
histórico que tiene cada palabra y toda la representación del pasado
cultural que hay en su escritura correcta, así simplificar la lengua
para adaptarla a las exigencias de los nuevos medios de comunicación
electrónicos podría desembocar en el mal de empobrecerla y de hacernos
mas torpes e inexpresivos ante el mundo que nos rodea”.
Para el escritor Rodolfo Ravanal: “la pérdida
del lenguaje es la pérdida del pensamiento; la persona que habla mal y
poco es porque piensa mal ” y si a ello le agregamos la invasión de
extranjerismos que paulatinamente ensombrecen y deforman el idioma, mas
los avances tecnológicos que buscan -como la informática - arribar con
abreviaciones inusuales a resultados sintéticos, se está ingresando
peligrosamente al limite de la inseguridad estética y conceptual.
NEGACIÓN Y APELACIÓN
Felizmente después del strepitus, llegó la
aclaración, que tuvo como protagonista al propio interesado, así García
Márquez se quejó sosteniendo que nunca había solicitado la supresión de
la gramática, admitiendo que solo solicitó su simplificación, es decir
la eliminación de letras como la hache en su concepción rupestre, entre
otras iniciativas.
También aclaró que: “… no pidió eliminar la ge o
la jota sino que se firme un tratado de limites entre las dos, para que
se sepa donde va cada una ”.
Si bien la polémica ya ingresó en el terreno de
la calma, muchas fueron las voces levantadas en contra de la poco
simpática iniciativa del exitoso escritor colombiano que puso los pelos
de punta a propios y extraños, justamente por la oportunidad escogida,
en el seno de un congreso en que se estudia la lengua.
Al margen de la incidencia obtenida, García
Márquez no ocultó su sinceridad, como tampoco desistió de su propósito,
al realizar tímidas aclaraciones sobre su ponencia, que en nada
alteraron el fondo de la cuestión. lo cierto es que la mayoría -dentro y
fuera del Congreso- le dio la espalda a sus postulados por lo que no
resulta aventurado que se condene a tan irreverente propuesta a...
cien años de soledad.-
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