lunes, 25 de enero de 2016

AHORA... JUBILAR LA ORTOGRAFÍA: otra vez la polémica.

Mientras los pueblos del hemisferio sur se debaten en la búsqueda de proyectos de unidad, los americanos estimulamos hipótesis, que mas valen perderlas que encontrarlas.
       
       
                    Los americanos vivimos desde hace bastante tiempo, concentrados en la elaboración de alternativas de todo tipo, que nos posibiliten una integración global de acercamiento en busca de una identidad de conjunto, que armonice con la saludable intención de unidad de los pueblos.

No sólo los proyectos y las perspectivas de corte económico fomentan la integración de los pueblos, es mas, desde nuestra identidad americanista venimos sosteniendo que esos proyectos de cambio, si no están estructurados sobre la base de lo cultural, demorarán las soluciones, siempre y cuando no se disipen en la inercia, por la falta de una comunicación sostenida.

Nuestro idioma, parece ser una causa de impedimento a nuestra aspiración de formar parte dentro del contexto de las potencias a las que se las llama ``del primer mundo'', ya que se nos advierte permanentemente, entre todos los requisitos sobre un acercamiento internacional, que el dominio de lenguas resulta ser condición sine qua non para intentar lograr los propósitos de desarrollo y perfeccionamiento.

No somos pocos los que nos sorprendemos cuando se nos exige enfáticamente el “dominio” de tal o cual idioma, como si fuera una condición innata o de simple y fácil adquisición, el manejo fluido de una expresión idiomática ajena a nuestros ancestros.

CULTURA POPULAR

El idioma no es otra cosa que la actividad permanente de la expresión oral, y ésta se nutre y encuentra basamento en la creación de la cultura popular, la que posteriormente queda sujeta a reglas de contenido diverso, inspiradas por los académicos -quienes en resguardo del idioma- establecen pautas y normas referidas al estilo correcto de las expresiones incorporadas al uso natural y corriente.
La Real Academia de la Lengua Española incorpora al diccionario usual en forma permanente, infinidad de vocablos, verbos, voces, etc. cooperando al mantenimiento de la unidad lingüística, atendiendo en especial las particularidades léxicas y semánticas vigentes en cada país, toda vez que son más de trescientos millones los hablantes hispanos en todo el mundo.
La riqueza de nuestras expresiones idiomáticas tienen como fuente inmediata la creación popular, la que se nutre a la vez, del conocimiento que se adquiere y modifica con el uso y el transcurso del tiempo, por lo que se deduce que en el futuro se engrosaran al diccionario nuevos vocablos, quedando los mismos bajo la vigilancia de las reglas que impondrán los académicos en  protección del lenguaje.

LA IDEA DE GARCÍA MÁRQUEZ

Todavía suenan las voces del Primer Congreso Internacional de la Lengua Española que se llevó a cabo en la ciudad de Zacatecas, México (1997), cuando el escritor Gabriel García Márquez -premio Nóbel de Literatura 1982- realizó ante 200 especialistas de la lingüística, una insólita, como alegórica disertación titulada: “Botella al mar para el dios de las palabras”, solicitando: “que se simplifique la gramática y sin más tramite se proceda a jubilar la ortografía ” reviviendo así una antigua polémica que se arrastra desde principios del Siglo pasado.

En la oportunidad el Rey Juan Carlos de España y el entonces Presidente de México Ernesto Zedillo escucharon azorados la propuesta del escritor, a quien no lo inhibió la presencia de los estudiosos representantes de más de 400 hispano-hablantes.

No resulta divertido para los puristas del idioma, lanzar al ruedo este tipo de iniciativas que requieren un serio y concienzudo estudio previo que armonice o que supere los encendidos debates que ocuparon tanto a Andrés Bello (1840), como a Domingo Faustino Sarmiento (1860) sin que se arribara a un acuerdo contemporizador, como que resultaron vanos a la luz de los memoriosos, los tantos intentos por simplificar, al paso de los mil años de la lengua castellana,  normas ortográficas o supresiones de voces, que pese a los intentos por eliminarlas siguen gozando de buena salud.

En un tiempo crucial para los académicos, que se quejan sostenidamente del bajo nivel que denotan los estudiantes en las universidades, en relación al uso y aplicación del idioma, la aventurada propuesta del escritor colombiano, motivó algunos aplausos, pero afloró también las iras de sus pares, encendiéndose una polémica que llevará tiempo acallar.

DISPAREN CONTRA EL HEREJE

Mario Vargas Llosa, eterno ex candidato a la presidencia del Perú y Miembro de la Real Academia Española, calificó a la iniciativa como una irreverencia, advirtiendo que: “… si se acabara con la ortografía, el español se desintegraría en tal multitud de dialectos o de jergas, que al final llegaríamos a la incomunicación” lo que no resulta aventurado en atención a la diversidad de modismos y giros extraños que se vienen observando entre los hispanos parlantes.

Arturo Uslar Pietri, admitió que la iniciativa del escritor colombiano: “… significa eliminar gran parte del valor histórico que tiene cada palabra y toda la representación del pasado cultural que hay en su escritura correcta, así simplificar la lengua para adaptarla a las exigencias de los nuevos medios de comunicación electrónicos podría desembocar en el mal de empobrecerla y de hacernos mas torpes e inexpresivos ante el mundo que nos rodea”.

Para el escritor Rodolfo Ravanal: “la pérdida del lenguaje es la pérdida del pensamiento; la persona que habla mal y poco es porque piensa mal ” y si a ello le agregamos la invasión de extranjerismos que paulatinamente ensombrecen y deforman el idioma, mas los avances tecnológicos que buscan -como la informática - arribar con abreviaciones inusuales a resultados sintéticos, se está ingresando peligrosamente al limite de la inseguridad estética y conceptual.

NEGACIÓN Y APELACIÓN

Felizmente después del strepitus, llegó la aclaración, que tuvo como protagonista al propio interesado, así García Márquez se quejó sosteniendo que nunca había solicitado la supresión de la gramática, admitiendo que solo solicitó su simplificación, es decir la eliminación de letras como la hache en su concepción rupestre, entre otras iniciativas.

También aclaró que: “… no pidió eliminar la ge o la jota sino que se firme un tratado de limites entre las dos, para que se sepa donde va cada una ”.

Si bien la polémica ya ingresó en el terreno de la calma, muchas fueron las voces levantadas en contra de la poco simpática iniciativa del exitoso escritor colombiano que puso los pelos de punta a propios y extraños, justamente por la oportunidad escogida, en el seno de un congreso en que se estudia la lengua.

Al margen de la incidencia obtenida, García Márquez no ocultó su sinceridad, como tampoco desistió de su propósito, al realizar tímidas aclaraciones sobre su ponencia, que en nada alteraron el fondo de la cuestión. lo cierto es que la mayoría -dentro y fuera del Congreso- le dio la espalda a sus postulados por lo que no resulta aventurado que se  condene a tan irreverente propuesta a...  cien años de soledad.-


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