A
la democracia, los argentinos la hemos interpretado y la sentimos como a
un estilo de vida. Ésta forma de gobierno, no es la perfección por
excelencia, como no lo es ningún sistema, tampoco es privilegio de
algunos elegidos, ni se le reconoce sobre él derecho de propiedad.
Nosotros debemos conformarnos en ella y
aún más, tenemos la obligación ética y moral de sostenerla y sí está
dentro de nuestras posibilidades y nos encontramos capaces de lograrlo,
debemos contribuir a mejorarla para el beneficio de todos.
A ésta altura de la civilización
pareciera que no se ha llegado a comprender el beneficio que significa
para todos vivir en el marco de un Estado que garantice los derechos y
haga cumplir las obligaciones, es decir en el Estado tutor de nuestros
propios intereses, en la guía obligada hacia un camino formal, en donde
la libertad reconoce sus limitaciones y el derecho de los unos, finaliza
en dónde comienza el derecho de los otros.
LOS QUE ARROJAN LA PIEDRA
Los partidos políticos que han dado
cumplimiento a las exigencias de ley están acreditados para funcionar
como tales, se les concede la libertad, no sólo de participar en los
actos comiciales, sino que pueden fusionarse con otras expresiones de
similares principios siempre y cuando sus estatutos internos, no
dispongan lo contrario.
Son sujetos de derecho, con personalidad
definida y caracterizada, susceptible, como cualquier persona, de ser
víctimas de injurias ó de calumnias.
Parece incierto que aún haya
representantes de partidos políticos que ignoren que las generosidades
de la democracia, reconocen limitaciones, y sin embargo cegados por una
prédica anacrónica descargan exabruptos é improperios en contra de otras
expresiones del medio, en la desesperación de una impotencia que todos
conocen y desaprueban.
Hay políticos que enceguecidos de egoísmo y
ávidos de venganzas, quizá inspirados en odios personales, arremeten en
contra de la comunidad, exponiendo como proyecto de gobierno la amenaza
y el resabio de un autoritarismo decadente. Estos señores menosprecian
todo lo que signifique oposición a sus aspiraciones. Desconocen el
sentido reflexivo de la autocrítica. Son contrarios al pluralismo y
enfermos de un egocentrismo sin pausa.
La egolatría les muestra el camino
equivocado, pero lo transitan de igual manera, ya que la euforia va
montada en el mismo “caballo” del que no se atreven a bajar.
Esta suerte de mesiánicos, auto proclamados
que se reverencian a si mismos, son los que arrojan la piedra para
después poder reinar el caos.
LOS DUEÑOS DE LA VERDAD
Hay otra especie que se nutre casi de la
misma savia de los que arrojan piedras, estos, como los maniqueos se
creen los dueños de la verdad, no pueden medir sus expresiones e
interpretan al disenso como un ataque personal.
Hacen gala de una fortaleza que no tienen,
los tienta el absolutismo, porque siempre vivieron de rodillas y no
conocen otro tenor de mando.
Caminan por la cuerda floja sin importarles
dónde van, tienen como meta llegar al destino imaginado y no se detienen
ante nada, ni ante nadie.
¿Quién es Eclesiastés? – acaso se pregunten -
jamás escucharán una respuesta de parte de sus cortesanos. Será hombre
depuesto quién se atreva a señalarles ¡ vana ilusión, vana ilusión!
¡Todo es vana ilusión, vanidad de vanidades!.
Pero son débiles, no toleran, que se los
contradiga, que se les adviertan los tantos errores que a diario
cometen. Se desbocan cuando se los sorprende en el error ó mala
práctica, le temen a la crítica constructiva y al debido procedimiento
legal.
Huyen de la responsabilidad y cuando se les
acaba el argumento sólido, apelan al insulto, al improperio, atacan la
dignidad del adversario, se burlan de sus defectos y siempre finalizan
diciendo que son los mejores.
HAY TIEMPO PARA PENSAR
Son tantos los matices –gratos é ingratos- a
lo que nos somete la vida en democracia, que cuando no la tenemos,
recién se nos ocurre revalorizarla.
La posibilidad de una Intervención Federal en
nuestra provincia, por especial pedido de los legisladores nacionales a
los que hemos enviado en representación del pueblo para la defensa de
nuestra autonomía, nos obliga a reflexionar: ¿No quieren vivir en el
marco democrático? ¿Es posible que el mandato otorgado sea tan amplio
como para proponer medidas de ésta índole, burlando así la voluntad del
propio mandante?
Así piensan y actúan los unos. El habla – decía Ortega- se compone sobre todo de silencios. Así actúan los otros.
Publicado diario El Liberal, 1992.-
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