El
tema de las libertades, no solamente ha sido casual de desvelo por
parte de los tratadistas del tema, sino que a causado a la humanidad
incontables situaciones afligentes que han llegado a pagar hasta con la
propia vida.
La libertad, no solamente constituye uno de los
derechos inalienables que caracteriza a las personas humanas, sino que
se ha constituido en el derecho por excelencia -como el derecho de la
vida- que si bien aun no está expresamente inserto en nuestra carta
fundamental lo consideramos como no enumerado.
De lo que sí se ocupa nuestra Constitución es de
la libertad de expresión, ya que el Estado liberal reconoció como
derecho individual o de las persona humana el de pensar y exponer el
pensamiento en forma oral y escrita, y , en conexión con la vida
política, el derecho de prensa, esto es el derecho genérico de “publicar
las ideas por la prensa, sin censurar previas” (art. 14 C.N).
La magnitud y el desarrollo de ésta especie se
elevó a la categoría de un derecho individual autónomo y la legislación
sobre este medio de comunicación, contempló garantizar su ejercicio
estableciendo límites e inmunidades, resguardos y seguridades con el
objeto de repeler toda intervención del poder en el Estado.
Sin duda todo fundamento debe buscarse en el
origen político de la prensa, como un derecho consustancial a la persona
humana y su consagración, dentro de la estructura del Estado liberal de
derecho como un derecho individual, cuya realización debe ser garantida
conforme con el libre juego de la iniciativa privada, la libre
competencia y la libre empresa.
Todo derecho tiende a evolucionar, de igual
manera que a quienes pretende amparar, y esto debe ser entendido con
absoluta claridad, pues cuando se llega a desvirtuar el sentido de la
tutela jurídica, la norma decae en su efectividad y se transforma en
derecho no vigente.
La libertad de prensa
Si bien es cierto que no existen derechos
absolutos, el ejercicio de las libertades -y en especial las de
raigambre constitucional- deben ser ejercidas con la prudencia necesaria
para efectivizarlas en la realidad, pues de nada sirve la letra muerta
de la ley que no tiene aplicación, como que tampoco sirve pretender la
invocación de un ejercicio sin tutela alguna.
La democracia necesita - hoy mas que nunca- que se ejercite la libertad de prensa, y que se reglamente el derecho a replica.
La argentina, por su sistema de gobierno está
deseosa de poner distancia con los regímenes totalitarios que no
solamente desconocen los derechos, sino que se muestran empeñados en
cercenar las libertades estableciendo la supremacía del Estado sobre el
desarrollo de la persona humana.
La expresión, entiéndasela desde el punto de
vista de los medios de masiva comunicación, es la realidad mas acabada
de la soberanía y de un sistema republicano de gobierno, de ninguna
manera podremos sustraer la ciencia de la información de la ciencia
política y desde que ambas se complementan, mal se puede permitir el
avance de una, sobre la otra, de ser así, tendríamos como resultado la
mordaza y el silencio y por la otra la desinformación y la falacia.
Si admitimos la libertad, concedemos la replica,
pero hacemos mención a una respuesta altruista, que provenga de los
mecanismos naturales y legales, mal se puede ejercer la libertad
constitucional dentro de un ambiente o estado de perturbación, de
castración ideológica o en actitud de agresión permanente.
Prensa libre
Habrá libertad de prensa cuando los derechos
sean efectivamente garantizados por el Estado y su ejercicio sea la
resultante del deber ser.
Es menester que en un país civilizado que actúa
dentro del cause normal de sus instituciones, se incentive el
conocimiento franco de sus logros y bondades, esto ha de realizarse en
la medida del mejor aprovechamiento de las libertades en vigencia, y no
en la imposición de limites pocos razonables y atentatorios contra el
propio ejercicio que se pretende garantir.
Mientras la prensa sea libre, sin ataduras, ni
condicionamientos de ninguna especie y presente su trabajo con
objetividad dando igual participación de todos los sectores que componen
el medio de sus desarrollo, abra sin duda libertad de prensa.
El Estado castrador
Lo que si, no debe permitirse desde ningún punto
de vista, es el avance del Estado sobre la libertad individual, es
inconcebible en este tiempo, cuando la comunicación a alcanzado el
desarrollos insospechados, revolucionando toda una estructura que se
vislumbraba como estable en la sociedad contemporánea y en las
estructuras de poder, pretender ejercitar la opresión y el temor, tal
como se viene advirtiendo en estos últimos tiempos, sobre los artífices
de la libertad de expresión.
El surgimiento del derecho social de la
información está reclamando -con justa razón- el normal desenvolvimiento
de la vieja tarea de mostrarnos la realidad, provenga ésta de donde
fuere.
No será con un endurecimiento hostil, la mejor
manera de vigorizar la democracia, como tampoco se podrá silenciar la
ineptitud, el manejo de la cosa pública, la falta de idoneidad y el
atropello embozado contra el ejercicio de la libertad.
Una prensa libre posibilitando el ejercicio de
la libertad de prensa, en situación conforme con un Estado pleno y
garante de las libertades, permitirá sin duda que la sociedad y cada uno
de los miembros adquiera su plenitud y crecimiento conforme con su
excelsa dignidad.
Publicado en el diario El Liberal, 13 de enero de 1985.-
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