jueves, 11 de enero de 2024

CARLOS ROGER, TALENTOSO PROYECTISTA DE ESPERANZAS


          Una vez más se presentó inoportuna, sorpresiva y lacerante. Impiadosa,  adelantándose en el camino de los sueños inconclusos de un artista del trazo y el tablero. Claro, que duele su presencia, que nada suele justificarla, que nadie la entiende, ni aprueba sus razones porque no pertenecen a la Vida, por más que forme parte de ella.

Así es la muerte. Una herida que nunca cicatriza, que se estanca en el paisaje y se vuelve reiterativa a fuerza del dolor que nunca cesa. No hay tiempo, ni distancia previsible que evite su presencia, ella siempre te encuentra, y no sabe de esperas.

Ayer se fue con Carlos, dejándonos a cambio una orfandad sin límites. Se llevó la alegría y la juventud de un talentoso proyectista de esperanzas, que no dejaba de anhelar un mundo en donde el acuerdo reflejase el rostro de la felicidad. Amigo, generoso y cabal, infatigable andador de distancias, buceador de misterios.

Ya no está el Pelado, se fue sin quererlo, sin saberlo. No podremos ya concretar la siembra imaginada, ni analizaremos el impacto del viento sobre el jardín de otoño. No volverá a la cancha, ni volveré al café de las mañanas mustias.

Extrañaré los sábados del cabernet urgente, de la sonrisa plena y el dialogo cansino, pausado y coincidente. 

Ahora  que de pronto descubro que la Vida va al galope, me cuesta  acostumbrarme a tanta ausencia. Me asombran las nostalgias. Me exceden los recuerdos.


Los dos sabíamos que alguna vez llegaría a golpear nuestras puertas, pero no tan temprano.

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