359 Bhul Blvd. Sharon, PA 16146 USA.- Septiembre 23 de 1997.-
“Querido Miguel: hace 50 años que escucho de ti y
te envié muchas cartas. Mi nombre es Frank, tengo 85 años y soy hijo de Joseph,
hermano de Michael, que se volvió a la Argentina con su esposa y su hijo mayor
Franco. Los dos hermanos –mi padre y el tuyo- se escribieron regularmente en
italiano, hasta que mi padre murió alrededor de 1941. Un año después recibí un
telegrama tuyo avisando el fallecimiento de tu padre y desde entonces nunca más
nos comunicamos. Me gustaría “reencender” nuestros lazos de familia….”
“…Te cuento mi historia en los EEUU, mi abuelo
Francisco casó con Rosario D´arenzo, tuvieron cinco hijos: Miguel, tu abuelo,
Joseph, mi padre, Antonietta, Teresa y Adelina. Joseph caso con Luisa Del
Vechio tuvieron tres hijos, dos varones y una mujer. Mis hermanos ya murieron.
Antonietta se casó con Francisco Bifulco, tuvo dos hijos y una hija, ya
fallecidos. Teresa se casó con Francisco D´avella, tuvieron gemelos, mas tres
hijas y un hijo, solo una de ellas vive. Y Adelina se casó con Pietro Del
Cioppo, tuvieron tres hijos y dos hijas. De esta descendencia hoy solo 5
varones llevan el apellido Brevetta. Espero que nuestros descendientes
continúen comunicándose después de mi muerte y que al pasar de los años se
visiten. Con amor. Frank.-“
La carta estaba dirigida a mi padre y se la enviaba su primo, quien no conocía con exactitud la dirección correcta de estos lares, razón por lo que su carta retornaba al remitente. Obvio que no se conocieron y sin embargo para Frank el lazo familiar, era un vínculo a desarrollar.
Cuando le respondí, le dije que mi padre, cuando llegó su carta, había muerto exactamente veinte años antes y que mi abuelo había fallecido un año después que su padre, en la fecha que recibió la comunicación del deceso. Me impresionó su buena energía y el afán de superación, pues a los ochenta y cinco años estudiaba el español y su profesor era quien traducía sus escritos.
No me dijo con quien se había casado, solo que vivía cerca del hijo y que su hija residía en Rhode Island a ochocientos cincuenta kilómetros de Sharon.
Le referí de inmediato a todas sus inquietudes, y fueron reiterados mis reenvíos que nunca tuvieron respuesta. Me pregunté siempre por la razón de su silencio, que me llevó a consultar con el correo sobre la recepción de mis despachos y la respuesta fue siempre la misma. Su correspondencia llegó a destino.
Investigué por todos los medios a mi alcance, sobre el paradero de mis cartas. Frank había manifestado los cincuenta años de espera en la comunicación y no quise que me ocurriera nada parecido.
Finalmente ingresé a la web y con la ayuda de un traductor, pude constatar, con mucho dolor, que Frank C. Brevetta fue muy activo en las iglesias y un eximio profesor de danzas. Que había fallecido a las 7h00, un jueves 19 de abril de 2001 en su residencia, a la edad de 89 años y que nació el 27 de septiembre de 1911, en la Ciudad de Nueva York. Se había recibido con un grado en la ingeniería mecánica del Brooklyn Instituto Politécnico y que se retiró como inspector del gobierno federal en 1969.
Se lo reconoce como un activo militante religioso y del Ministerio
Eucarístico en la iglesia de Stanislaus Kostka en Sharon, donde fue un
Franciscano Secular, antes Tercera Orden de los Santos Franciscanos de la
Fraternidad de Espíritu Santo.
También fue voluntario para Comidas en ruedas en Cristo Iglesia Luterana en Sharon. Y quien estableció el Premio de Pacificador Franciscano anual en Escuela de Dama Notre, Ermitage.
Él y su esposa, Teresa M. Di Leva, con la que se casó el 26 de junio de 1937 falleció el 28 de febrero de 1996, enseñaban danzas en Nueva York y en el área de Valle Shenango durante mucho tiempo.
Durante los últimos tres años asistió al Campus Shenango de la Universidad de Estado de Pensylvania en Sharon, consiguiendo honores en español, música y ciencias informáticas. También construyó y completó la fabricación de una mandolina tres meses antes de su muerte y estaba en el proceso de fabricar una guitarra.
Estuvieron presentes en su funeral, su hija Irene M Richard Grava, Scituate, R.I ; su hijo y nuera, doctor Richard J. y doctora Nannette Brevetta, sus siete nietos, Michael, Nicholas, Robert y Suzanne Brevetta; Karen y Christina Gravel y una bisnieta: Rebecca.
Detrás de estas líneas pude comprobar como las historias de vida se multiplican incesantemente.
Recién encontré estas cartas, dentro de la caja de recuerdos familiares y pensé en la incertidumbre que producen las distancias, la ansiedad y las lejanías, la fuerza de la sangre y un poco de los destinos que se marcan y que nunca se reencontrarán.
Al fin descubrí que mis cartas llegaban a destino, pero no a manos del destinatario, que permaneció recluido en un geriátrico, quizá mal o quizá en buen estado. De ser así se habría divertido con mis relatos y le hubiera aportado la respuesta que siempre esperó conocer.
Nunca me hicieron conocer su destino final, a pesar de que vivió cuatro años más, desde que logramos conectarnos.
Los años, las distancias, los afectos, esos vínculos que nacen de la sangre, emergentes en todo tiempo y lugar no son cuestiones que nos pertenezcan. Y así transcurren en el universo, de espaldas a lo que pudo ser.
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