sábado, 31 de mayo de 2025

RUBEN JUAREZ UN INTÉRPRETE AUDAZ Y PASIONAL


              La noticia llegó helada, como la triste y fría sensación de esta mañana. Una vez más nos dejó un talentoso creador, músico, compositor y cantante de excepción como lo fue Rubén Juárez. 

Lo conocí a fines de la década del sesenta cuando Pipo Mancera lo presentó en sus Sábados Circulares, como a un muchacho del interior del país (Córdoba) que no solo cantaba tangos con una voz y acento bien particular, si no que se acompañaba él mismo con un bandoneón de color blanco, lo que no es tarea fácil.

Apuesto, delgado, con impecable traje negro, aparecía sentado en un taburete desde donde arrancaba preludios a ese fuelle de color,  nunca visto antes, lo que significaba una imagen original y novedosa para la época.

Desde aquella presentación, a sus últimos días, era otro Rubén el que se veía sobre los escenarios tangueros. Había subido tanto de peso que su figura esbelta y alineada contrastaba con un sobrepeso más que considerable.

Dueño de un fraseo vanguardista y estético le imprimió al tango un sello característico y fácilmente identificable desde el primero a los últimos compases. Los arreglos que aportaba a cada una de las sucesiva grabaciones que nos entregaba, mostraban una evolución amena, confortable al oído, pero punzantes para el corazón. 

Se lo observaba sufrir en cada interpretación. Eran como heridas cortantes sus pausas repentinas a mitad de una canción para luego insertarse a tiempo de solfeo dentro de una melodía sonora y sentida que se adelgazaba en los finales hasta el hilo en la voz, imprimiendo al final de cada tema,  una bocanada de aire fresco y renovado, desde donde se apreciaba un caudal generoso de afinación como de emotiva entonación.

Más una vez lo encontré –de pura casualidad- por los piringundines porteños, a veces en calidad de intérprete, otras como un simple asistente confundido, en algún rincón del “ tanguerío”, como un parroquiano más,  de los que por supuesto, nunca se negarían a subir al escenario para el deleite de todos los presentes.

Pocas veces apelaba a introducir en su repertorio los temas de su autoría. 
Era un enamorado de los tangos tradicionales, a los que arreglaba a su gusto, imponiéndoles su sello característico, como “Pasional”, “El choclo”, “Tinta roja” o “El cantor de Buenos Aires” entre tantos otros.

En fin, nos dejó un cantante de fibra, con vocación y entusiasmo por detener los tiempos idos, esos de taco, farol, esquina y buzón carmín. 
Duele como siempre la partida repentina y tempranera, pero queda lo vivido, una historia sentida que tuvo a un joven del interior como protagonista indiscutido de un estilo intenso hasta el clamor, audaz y pasional.
Ya pasaron 15 años de esta evocación y el artista, como el zorzal, cada día canta mejor.


domingo, 18 de mayo de 2025

P A P U R A. . .

 

                                        

Fue a mediados de los 70, en una visita a la vieja casa solariega de mis padres, cuando lo vi por primera vez. Allí, en el patio polvoriento, jugaba con mi hijo mayor, que entonces tendría cuatro o cinco años. Mi hermana, que correteaba con ellos entre risas, me lo presentó: “Se llama Luis y vive a media cuadra”.
No lo recordaba como parte del barrio. Mi memoria de aquellos años estaba anclada en otros lugares: el regimiento donde cumplí un fugaz servicio militar, la cancha de Patagonia donde aprendí un básquet rudo, o las tardes en la cancha de Unión, haciendo cola para que Tuchi nos dejara pasar sin pagar entrada. Luis, quizás, era invisible a mis ojos entonces, o tal vez su presencia discreta aún no había calado en mi rutina.
Con el tiempo, Luis se convirtió en una figura constante. Lo encontraba casi a diario en la puerta de la casona, siempre dispuesto a ayudar a mis padres o a pasear a mi hijo, quien lo adoraba como a un amigo grande. Mi pequeño lo seguía con entusiasmo, y Luis, con su sonrisa perpetua, le devolvía un cariño genuino que perduró hasta el final de sus días.
Nunca lo escuché responder a su nombre. Todos lo llamaban “Papura”, un apodo que aceptaba con naturalidad, aunque nunca supe de dónde venía. Con los años, se integró a mi círculo de amigos como si siempre hubiera estado allí, organizando tertulias en la ya deshabitada casa paterna, donde las risas y los recuerdos llenaban el aire.
Luis era un misterio. Nadie sabía de dónde venía ni a qué dedicaba sus días. Solo se lo veía deambular por la calle de tierra, jugando con los niños del barrio, riendo más fuerte que ellos. 
De mediana estatura, piel trigueña, ojos oscuros y pelo ralo, siempre llegaba en silencio, observando las conversaciones con atención. Hablaba poco, quizás por una leve dificultad en el habla, pero cuando lo hacía, sus chistes y comentarios desataban carcajadas. Su risa estridente resonaba, y tenía un talento especial para inventar sobrenombres que hacían reír a todos.
Con el paso del tiempo, Luis dejó de ser aquel joven delgado para convertirse en un hombre robusto, pero su espíritu seguía siendo el de un niño: simple, educado, atento y desbordante de amabilidad. A mediados de los 90, me sorprendió con una visita a mi casa. “La situación está dura”, me dijo con una mezcla de angustia y timidez, pidiéndome ayuda para encontrar trabajo. Intercedí por él, y poco después lo nombraron agente de policía y lo trasladaron al interior de la provincia.
Pasaron los años, y no volví a verlo hasta un día, no hace mucho, cuando pasé por un bar frente a los tribunales, donde suelo desayunar. Lo vi sentado en una mesa, solo, mirando la calle. Cuando regresé del estacionamiento, ya no estaba. Pregunté al mozo por “el señor de la mesa del medio”. “Recién abrimos, fue el primer cliente”, me respondió.
Días después, me llegó la noticia de su muerte. No pude evitar pensar que aquella mañana, Luis estuvo allí para despedirse. Su partida dejó un vacío silencioso, como su presencia en nuestras vidas: discreta, pero imborrable

domingo, 4 de mayo de 2025

LLÁMAME FRANCISCO

 


Acabo de ver en la señal de Neflix  “Llámame Francisco” (en italiano: Chiamatemi Francesco - Il Papa della gente) se trata de una película biográfica italiana de 2015, sobre los años previos al Papa Francisco.

La vocación sacerdotal sobre todos los enigmas de la vida, se muestran evidentes en los años jóvenes por donde transitó Jorge Bergoglio, quien a pesar de las tantas peripecias vividas en los duros años de la dictadura argentina, supo sobrellevar el peso de tantas injusticias…

Esa profunda militancia cristiana, asociada a la enseñanza de los santos evangelios,sin duda fortalecieron su espíritu, ante el clamor de los más necesitados que acudían en su búsqueda para poder mitigar tanta miseria junta en los barrios periféricos porteños de entonces.

Se mostró una persecución feroz en contra de una juventud que exigía cambios urgentes, procurando arremeter frente a  la miseria imperante, pero la violencia de la sinrazón fue quien arremetió en contra de ellos, que luchaban a cara descubierta por sus ideales, frente a un imperio fuertemente armado conformado para desintegrar voluntades desde la tortura hasta la muerte.

Vi un sacerdote sencillo y austero ingresar a las villas miserias, descubriendo azorado las tristes imágenes que entrega la miseria, desde el hambre, la enfermedad y el desconsuelo solamente desentrañado desde la caridad cristiana. 

Vi un cura llorando de rodillas cuando recibió la noticia de lo sucedido en La Rioja, cuando los sacerdotes eran asesinados o desaparecidos, entre ellos Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville muertos en Chamical el 18 de julio de 1976, y días después el Monseñor Enrique Angelelli: llamado el Obispo de los pobres, asesinado el 4 de agosto del mismo año, en el mismo paraje donde se informó que se trató de un “accidente”.

No le fue fácil al cura jesuita, aceptar el cargo que le ofreció en persona,  monseñor Antonio Quarracino, quien le exhibió una carta del Papa Juan Pablo II  que lo nombraba Obispo titular de Auca y Auxiliar de Buenos Aires el 20 de mayo de 1992. No se trató de una distinción por su labor, fue una orden del Papa, que no podía dejar de cumplir.

Jorge Mario Bergoglio, anduvo por Alemania antes de ser destinado en Córdoba, como padre provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, durante seis años, tuvo a su cargo la Universidad Católica de Córdoba (UCC) lugar en donde pudo ocultar y proteger a jóvenes que pregonaban ideales que la dictadura repudiaba y que repelió con la fiereza de las armas, sin disimular detenciones arbitrarias, condenas sin juicio previo y asesinatos oprobiosos, como arrojar personas vivas y maniatadas desde los aviones, hacia una muerte segura en los mares argentinos.

Precisamente en su estada europea conoció el santo fervor por la Virgen Desata nudos por quien sintió una fuerte devoción. Este nombre le fue revelado en la Alemania en los años 80 y la propagó en nuestro país. Desde entonces la Virgen Desatadora de Nudos es considerada una intercesora para resolver los dificultades y conflictos de la vida, representados como "nudos" que la Virgen desata.

Lo que sigue es historia reciente y conocida, el cura villero estaba destinado a seguir un nuevo camino.  Recuerdo cuando exactamente el 13 de marzo de 2013, el cónclave que se celebró tras la renuncia de Benedicto XVI  lo eligió como el primer Papa jesuita y el primero proveniente del hemisferio sur.

Ese día que bien recuerdo, claro que me brotaron lagrimones al conocer la noticia, es lo mismo que me acaba de suceder cuando llegó el fin de esta película. Párrafo aparte para la actuación del actor Rodrigo de la Serna

A Francisco lo aguarda un nuevo camino, que no es otro, que el que lo conduce a la santidad.  Tenía que decirlo y escribir estas líneas…