Asomaba
el fin del año 1956, la crónica reflejada los días duros de la llamada
“Revolución Libertadora”, la Argentina vivía otra interrupción en la
legalidad institucional, pese a que el fragor de la lucha política no estaba ausente y se hacia sentir con Ricardo Balbín por un lado y
por el otro Arturo Frondizi, preparando su lanzamiento con el apoyo de
la estructura justicialista -que por entonces estaba proscripta- la que
mas tarde, lo llevaría a la Presidencia de la Nación.
En Buenos Aires, la obra de José Sánchez Silva,
“Marcelino, pan y vino”, llevaba cuatro meses en cartelera reseñando el
éxito plasmado simultáneamente en el interior del país. Los caballos
“Mangangá” y “Tatán” hacían las delicias del Carlos Pellegrini, para
regocijo de los burreros en ese entonces, mientras el cuarteto de Aníbal
Troilo con Roberto Grela desplazaba a la numerosa orquesta típica de
costosos presupuestos.
Fuera del país, en el nórdico pueblo de Belén,
capital del Estado do Pará en la República del Brasil, otra era la
historia. Fallecía víctima de una hemorragia cerebral un santiagueño que
años atrás había revolucionado las viejas estructuras del sanitarismo
argentino.
Era Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud Publica que
tuviera la Nación. Muchas veces el destino, al igual que la suerte,
suelen desconocer el sentido de la justicia, y para el caso Carrillo, ni
el destino, ni la suerte, ni la justicia han sabido corresponderle a
este insigne científico que adquirió desde muy joven nombradía en el
mundo entero, merced a la gigantesca obra que le debemos y que
lamentablemente aun no se ha dado a conocer en su magnitud.
EL PRIMER PAISAJE: SANTIAGO.
Su infancia y su juventud lo vieron transitar el
paisaje santiagueño, en donde adquirió una sólida formación cultural,
moral, y cristiana, empapado de las enseñanzas de su padre – otro
ilustre santiagueño con el mismo nombre – de quien asimiló un bagaje de
conocimientos que él mismo reconociera posteriormente.
Con su medalla de oro al mejor egresado de su
promoción en nuestro Colegio Nacional, algunos ensayos literarios de su
autoría y una profunda pasión por las ciencias medicas, arribo a la
Capital Federal a buscar seis años después una nueva e idéntica medalla
otorgada esta vez por la Facultad de Medicina de Buenos Aires, al medico
sobresaliente de la promoción de 1929.
Corría el año 1930, la inestabilidad política y
social lo hacia todo mas difícil. Uriburu derrocaba al gobierno
constitucional de Yrigoyen y la Universidad Nacional de Buenos Aires
–mediante concurso de por medio- distingue a Carrillo con una beca por
tres años para proseguir sus estudios en el extranjero. “Anatomía y
clínica nerviosa” con el profesor Brouwer en la Universidad de
Amsterdam, “Anatomía General del Sistema Nervioso” con Ariens Kappers,
en Berlín y “Clínica del Sistema Nervioso” con Guillain en París,
sientan las bases de una meritoria formación, para integrarse a su
regreso al país al Instituto de Cirugía que dirigía por ese entonces el
profesor José Arce.
Atrás quedó el viejo mundo que le sirvió para el
ejercicio profundo de su pasión científica, las vinculaciones con
eminentes y reconocidos investigadores de la especialidad que mas
adelante testimoniaran las condiciones especiales con las que estaban
dotado el medico santiagueño.
Era 1933, Carrillo volvía a su tierra, mientras
que en Europa, Adolfo Hitler, abandonaba la Liga de las Naciones y se
retiraba de la Conferencia del Desarme.
Ese mismo año se celebraba al pacto Roca-
Runciman, que somete a nuestro país a los arbitrios de Inglaterra,
mientras que Carlos Gardel grababa la obra de Cadícamo:
“Al mundo le falta un tornillo,
si habrá crisis, bronca, y hambre/
que el que compra un cacho´e fiambre/
hoy se morfa hasta el piolín...”
En 1937, Carrillo se adjudica del premio
Facultad de Ciencias Medicas, por su trabajo “Diagnostico de los tumores
infratentoriales”, un año mas tarde, le está reservado el Premio
Nacional de Ciencias, por su obra mayor “Yodoventriculografia” (fosa
posterior), impresa ese mismo año en ediciones “El Ateneo”, exponiendo
en mas de seiscientas paginas el producto de su estudio que lo
consagrara definitivamente como el maestro de la cirugía cerebral.
Las artes, la historia, la literatura y la
filosofía, no eran extrañas para Carrillo, una gran cantidad de ensayos
sobre las disciplina mencionadas y que aun permanecen inéditas, así lo
acreditan. Estaba dotado sin duda de una personalidad polifacética. Su
incesante labor profesional que alternaba con la investigación en la
cátedra universitaria, no le impedían militancia política, quizá por
ello nunca se desprovincializó, departiendo su fama entre Buenos Aires,
el mundo y Santiago del Estero.
Fue reconocido entre los mas destacados
dirigentes del partido Demócrata Nacional: “…entiendo que el
conservadorismo -cuya esencia es el sentimiento de respeto a la
tradición - es una fuerza doctrinaria capaz de neutralizar el efecto
inicialmente perturbador de las corrientes foráneas, los cambios
violentos en el país y los modos de vida importados con las olas
inmigratorias.
Me enrolé en esa organización política, impulsado por
convicciones, sentimientos, simpatías y por mi propia tradición
familiar...” (1)
CARRILLO, PERÓN Y LA SALUD PUBLICA.
Los cafetines de Buenos Aires lo vieron a Carrillo departir con otro santiagueño de sobrados méritos artísticos: Homero Manzi.
Corría el año 1940 y hasta el año 1945 declinó a
los ofrecimientos para ser Director Nacional de la Salud Publica, de
Asistencia Publica y del Hospital Churruca: “…no quiero alejarme de mis
tareas como profesor universitario y cirujano especializado” - comentaba a sus amigos- Estaba dedicado profundamente a la tarea de investigación,
ello muestra la razón del porque un medico de la fama de Carrillo nunca
abrió un consultorio particular, ni lucró en forma individual con sus
conocimientos.
Carrillo no ocultaba su amistad con el entonces
Coronel Perón, el mismo que le ofreció la candidatura a Senador Nacional
por la Capital Federal, bajo la sigla, del partido Laborista y la
coalición de otras expresiones políticas, que más adelante lo llevarían a
la Presidencia de la Nación.
La humildad del medico santiagueño se reflejó
una vez mas en su respuesta a tan caro ofrecimiento. En carta de fecha
11/1/46 expresaba: “…mi estimado coronel y amigo; en la convicción de mi
experiencia para la tarea parlamentaria, me veo obligado a renunciar
indeclinablemente al alto honor que me ha conferido al consagrarme
candidato a Senador Nacional...” (2)
Ignoramos las razones del cambio de actitud, ¿o
pudo más la amistad o el deseo de servir mejor a los intereses de la
patria?, porque once meses después de conocida su renuncia, aparece el
Plan Analítico de Salud Publica, editado en diciembre de 1946 y
preparado por Carrillo en cuatro gruesos tomos. Fue éste el primer Plan
Oficial elaborado en nuestro país. Se trataba de la ampliación de los
proyectos de ley que daban contenido al Primer Plan Quinquenal de
Gobierno, es decir las leyes básicas de Sanidad Nacional.
Al asumir la Presidencia Constitucional el
Coronel Juan D. Perón, la Secretaria de Salud Publica se transformó en
Ministerio y Carrillo era el ministro. Era otra etapa que comenzaba a
transitar la vida de nuestro personaje, de no haber sido así, solamente
habría descollado en el ámbito científico y nunca tal vez, se abría
encarado esa gigantesca obra publica en materia hospitalaria que hoy
cuenta con el reconocimiento de todos los argentinos.
A él le debemos todos los adelantos logrados en
materia sanitaria. Eran los tiempos de la Tuberculosis, el Paludismo,
Chagas, la Fiebre amarilla, que asolaban nuestro territorio, sin que
fueran encaradas a través de un programa serio y eficaz. La mortalidad
infantil registraba índices idénticos a los países en guerra, era el
momento de encarar campañas sanitarias en serio y Carrillo estaba al
frente.
“Todo estaba por hacerse en materia tan grave,
tan fundamental para la Nación. Nunca ni en ella ni en ninguna otra
parte se había planificado nada. El propio General Perón, cuando tuvo
que afrontar su primer periodo de gobierno hizo buscar antecedentes en
ese sentido que pudieran servirle de guía, de orientación. No se
encontró nada. Hemos buscado, General, le dijeron sus colaboradores,
hemos llegado hasta Cornelio Saavedra y no encontramos nada. Todo lo
demás es obra de Carrillo.” (3)
LOS AÑOS DIFÍCILES.
Corría el año 1954, y un sugestivo malestar
campeaba el ambiente económico-social de la Argentina, pese al reciente
triunfo del gobierno justicialista que promovió la reelección de Perón
por un nuevo periodo. Asume la presidencia del partido Alberto Teisaire,
quien no tiene mejores relaciones con Carrillo, pues le había criticado
la conducción de algunos engranajes del gobierno, que hacían presumir
un seguro enfrentamiento con la Iglesia.
Ya un extraño mal -que el también conocía-
progresivamente había minado su salud, flaquearon sus fuerzas y no le
quedaba otro camino que el alejamiento de la función publica. Lo
sucederá en su cargo el Dr. Raúl Bevacqua. Aceptando una beca en Estados
Unidos - y en busca de alivio a su quebrantada salud- se embarca en el
buque “Río Tunuyan”, perteneciente a nuestra Marina Mercante, junto con
su esposa e hijos.
A su arribo se aloja en el 82 Street West,
barrio portorriqueño, a dos cuadras del Central Park, un lugar modesto
por no decir bastante pobre; elegido éste conforme a su precaria
situación económica. En septiembre de 1955, sus predicciones se
cumplían: caía el gobierno de Juan Perón. La familia Carrillo vivió
consternada ese singular episodio, recordando quizá las causas de la
renuncia al ministerio y sus advertencias a su amigo General, las
razones de esa actitud.
Carrillo entendió muy pronto que no era verdad
el lema: “ni vencedores ni vencidos”. Se dictó orden de captura en su
contra. Fue acusado de “malversación”. Su casa fue saqueada y parte de
su obra destruida. Había llegado la hora de la revancha, aunque nunca
entendió el porque. No tenía los medios disponibles para el regreso a su
patria, aunque de todas maneras, fue advertido por su hermano
Belisario, que miembros de su familia eran arrestados sin causas y que
se había desatado una ola de persecución.
El senador norteamericano Mc Carty lo vinculó
con la compañía “Hanna Mineralización” que partía hacia el Amazonas en
un viaje de exploración y fue contratado como medico de campamento. A
esa altura de los hechos su enfermedad había hecho crisis y su suerte
estaba echada. Sabía que sus días estaban contados.
Lejos de su gente y de sus cosas amadas, enfermo
y vencido, recibía estoicamente las noticias de la campaña difamatoria
que se había gestado en su contra. Pero supo sobrevivir y trabajó hasta
el fin de sus días. Nunca recibió ayuda económica de persona alguna que
no fuera su familia; murió con la plenitud de una lucidez asombrosa que
no lo abandono nunca, junto a ella se extinguió su vida un 26 de
diciembre de 1956 a la edad de cincuenta años.
Su condición de hombre de profunda raigambre
católica y humanitaria, sin dobleces, sin rencores, ni empequeñecimiento
marcaban un perdón tácito para sus detractores. Así se evidencia en la
carta mandada a su amigo Poncio Godoy, catorce días antes de su muerte:
“…vivo en la mayor de las pobrezas de la que nadie puede imaginar... por
orgullo no puedo exhibir mi miseria a nadie, ni a mi familia, mi
capacidad de trabajo es muy reducida, poco a poco se me han cerrado
todas las puertas y no pasa un día en que no reciba un golpe. No tengo
odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno,
buscando el rincón en que cada uno de nosotros alberga el soplo
divino...” (4)
En oportunidad de editarse su “Teoría del
Hospital”, en 1951, obra ésta en donde se encuentra reseñada la
capacidad del autor, el General Perón decía en el prologo: “La acción del Ministro de Salud Publica de la Nación a tenido, pues, que ser extensa e
intensa. De ella da noticia solo en parte, esta publicación, pero no
dice nada, como es lógico, de los desvelos, contratiempos y cavilaciones
que le han costado al Dr. Carrillo llevar adelante un plan sanitario,
partiendo, puede decirse, de la nada, o peor que de la nada, de lo malo,
y mal inspirado, que era lo que antes había”.
Treinta años después...Carrillo descansa en su
tierra natal. Pareciera que en tres décadas nada ha cambiado en nuestro
país, pero sabemos que no es así. Habrá que esperar el día en que
aprendamos a comprender y valorar su obra. Mientras tanto la Nación
Argentina le está debiendo un reconocimiento a su memoria.
BIBLIOGRAFÍA:
*1) Carta de Ramón Carrillo al Presidente del Partido Demócrata Nacional, distrito Santiago del Estero
2) Carta de Ramón Carrillo a Juan Perón 11/01/46.
*3) Revista Dinamis No. 47 agosto 1972.
*4) Revista Todo es Historia, No. 117 febrero 1977, Pág. 26.-
Publicado en el Diario El Liberal, el 28 de diciembre de 1986, en oportunidad de cumplirse 30 años de la muerte de Carrillo.-
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