miércoles, 25 de octubre de 2023

LA OTRA CARA DE JULIO SOSA

por Miguel A. Brevetta Rodriguez

A 55 años de la tragica muerte del poeta-cantor.
Tango argentino patrimonio de la humanidad 

                            Sinceramente me sorprendió, no porque haya descubierto por pura casualidad un libro de Julio Sosa. Simplemente mi sorpresa llegó cuando tomé conciencia del contenido de aquella pequeña obra, editada en rústica y seguramente olvidada -o escondida- entre los tantos libros viejos que se rematan en cualquier esquina de la siempre despierta calle Corrientes.
  
       Se trata de un Julio Sosa, no cantante, sino esta vez poeta sensitivo, profundo, capaz de arrancar lágrimas o bronca sin sabor o desdén. Su poesía va más allá de lo convencional y esta vez ya no se trata de un bohemio que quiso dar a conocer sus experiencias recogidas en noches perdidas en húmedos cafés, aquí hay un mensaje vigente y lacerante que advierte con marcada sinceridad el debe y el haber de una vida, narrado con un estilo propio y sin rebuscamientos artificios, profundo y emotivo.
  
       Lo insólito del caso, lo constituye la personalidad de su autor, pues es sabido que Sosa inmortalizó tangos que permanecían inéditos, otros desconocidos y los más, que fueron de autores tradicionales o de letristas de reconocida trayectoria. ¿Por qué no habría grabado algunos de sus poemas hechos canción? Sugestiva pregunta que ha de quedar por cierto sin respuesta.
  
       Indudablemente Julio Sosa era un cantante y como tal llegó a ser un autentico triunfador, distinto seria el caso si se tratase de un Discépolo, Flores, Cobián, o de nuestros definitivos Homero Manzi o Marcos Brizzio Córdoba, que en algunos casos interpretó sus propias canciones.

DOS HORAS ANTES DEL ALBA
  
       Expresa Julio Camilloni en el prologo: “Hoy con la publicación de sus primeros versos, hace su presentación como poeta J. S. y nos sorprende el principio: vale decir desde su titulo que es todo un hallazgo - Dos horas antes del alba – hermoso y misterioso”.
   Evidentemente un buen titulo quiere decir mucho a manera de presentación, de donde se deduce, generalmente, el talento creador. Sosa maneja un lenguaje directo, casi agresivo cuando se refiere a la condición humana o a soslayar episodios de su vida real:

“El erótico error de mis padres
me dio luz, yo me llamo Fracaso...
Es mentira que tengo otro nombre
por más que lo diga
lo grite o lo ladre
el severo y absurdo
papel de un juzgado”.
  
       Cambia su actitud cuando evoca su infancia – que aunque no muy feliz – supo afrontarla son dulzura y comprensión, o cuando recuerda a su Madre en el momento de la muerte a quien rescata en un vuelo poético digno de mención especial:

“Se han quebrado tus alas
y han caído a la tierra,
como dos blancos pétalos
arrojados al viento...”
         
       Su vida, él mismo lo dijo, fue algo así como un torbellino de pasiones confundidas con las noches amargas y el licor. Pleno de ansiedades buscaba afanosamente la aventura que mas tarde volcaría a la hoja del papel taciturno, como también lo hiciera con su vida.
   Generoso, nostálgico y soñador vivía una bohemia especial, lector profundo y filósofo simple, se había acostumbrado a mirar la vida desde un ángulo propio y personal sin permitir interferencias de ninguna especie. Recio y audaz, de carácter amable y caballeresco, fue cimentando una personalidad a la que más tarde habían de identificar como: “el Varón del tango “


“Tal vez por cobardía
por el miedo indecible
de comprobar de cerca
que la carne casi siempre
es más fuerte que el alma “.
  
Sus propias emociones, sus experiencias y sus recuerdos quebraron esa imagen infranqueable cambiando al hombre recio, por un ser más cálido y humano, casi místico.


TU PÁLIDO FINAL
  
       La muerte de Julio Sosa dejó un hondo vacío, muy difícil de sustituir, pues pocas veces se registran fenómenos poseedores de un estilo tan bien definido, al que podríamos llamar – sin arriesgar demasiado – inconfundible.
  
       Su vida fue como su muerte: violenta. Quizá él mismo vaticinó su final. Amaba los amaneceres, las últimas luces de su gran ciudad y a esa brisa caprichosa que solía golpearle la cara cuando dejaba el último escenario cargando la mochila de sus éxitos.
 
        ¿Aquella noche habría pensado volver a su casa para escribir (y tal vez  mantener oculto) un nuevo capitulo de su historia....?

       Seguramente, pero el destino le arrebató su anhelo y esta vez la ironía de la muerte quiso sorprender al poeta justamente: “Dos horas antes del alba “.



Publicado en el diario El Liberal, el 23 de abril de 1977.-

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