por Miguel A. Brevetta Rodriguez
A 55 años de la tragica muerte del poeta-cantor.
Tango argentino patrimonio de la humanidad
A 55 años de la tragica muerte del poeta-cantor.
Tango argentino patrimonio de la humanidad
Sinceramente
me sorprendió, no porque haya descubierto por pura casualidad un libro
de Julio Sosa. Simplemente mi sorpresa llegó cuando tomé conciencia del
contenido de aquella pequeña obra, editada en rústica y seguramente
olvidada -o escondida- entre los tantos libros viejos que se rematan en
cualquier esquina de la siempre despierta calle Corrientes.
Se trata de un Julio Sosa, no
cantante, sino esta vez poeta sensitivo, profundo, capaz de arrancar
lágrimas o bronca sin sabor o desdén. Su poesía va más allá de lo
convencional y esta vez ya no se trata de un bohemio que quiso dar a
conocer sus experiencias recogidas en noches perdidas en húmedos cafés,
aquí hay un mensaje vigente y lacerante que advierte con marcada
sinceridad el debe y el haber de una vida, narrado con un estilo propio y
sin rebuscamientos artificios, profundo y emotivo.
Lo insólito del caso, lo
constituye la personalidad de su autor, pues es sabido que Sosa
inmortalizó tangos que permanecían inéditos, otros desconocidos y los
más, que fueron de autores tradicionales o de letristas de reconocida
trayectoria. ¿Por qué no habría grabado algunos de sus poemas hechos
canción? Sugestiva pregunta que ha de quedar por cierto sin respuesta.
Indudablemente Julio Sosa era un
cantante y como tal llegó a ser un autentico triunfador, distinto seria
el caso si se tratase de un Discépolo, Flores, Cobián, o de nuestros
definitivos Homero Manzi o Marcos Brizzio Córdoba, que en algunos casos
interpretó sus propias canciones.
DOS HORAS ANTES DEL ALBA
Expresa Julio Camilloni en el
prologo: “Hoy con la publicación de sus primeros versos, hace su
presentación como poeta J. S. y nos sorprende el principio: vale decir
desde su titulo que es todo un hallazgo - Dos horas antes del alba –
hermoso y misterioso”.
Evidentemente un buen titulo quiere decir
mucho a manera de presentación, de donde se deduce, generalmente, el
talento creador. Sosa maneja un lenguaje directo, casi agresivo cuando
se refiere a la condición humana o a soslayar episodios de su vida real:
“El erótico error de mis padres
me dio luz, yo me llamo Fracaso...
Es mentira que tengo otro nombre
por más que lo diga
lo grite o lo ladre
el severo y absurdo
papel de un juzgado”.
Cambia su actitud cuando evoca su
infancia – que aunque no muy feliz – supo afrontarla son dulzura y
comprensión, o cuando recuerda a su Madre en el momento de la muerte a
quien rescata en un vuelo poético digno de mención especial:
“Se han quebrado tus alas
y han caído a la tierra,
como dos blancos pétalos
arrojados al viento...”
Su vida, él mismo lo dijo, fue
algo así como un torbellino de pasiones confundidas con las noches
amargas y el licor. Pleno de ansiedades buscaba afanosamente la aventura
que mas tarde volcaría a la hoja del papel taciturno, como también lo
hiciera con su vida.
Generoso, nostálgico y soñador vivía una
bohemia especial, lector profundo y filósofo simple, se había
acostumbrado a mirar la vida desde un ángulo propio y personal sin
permitir interferencias de ninguna especie. Recio y audaz, de carácter
amable y caballeresco, fue cimentando una personalidad a la que más
tarde habían de identificar como: “el Varón del tango “
“Tal vez por cobardía
por el miedo indecible
de comprobar de cerca
que la carne casi siempre
es más fuerte que el alma “.
Sus propias emociones, sus experiencias y sus
recuerdos quebraron esa imagen infranqueable cambiando al hombre recio,
por un ser más cálido y humano, casi místico.
TU PÁLIDO FINAL
La muerte de Julio Sosa dejó un
hondo vacío, muy difícil de sustituir, pues pocas veces se registran
fenómenos poseedores de un estilo tan bien definido, al que podríamos
llamar – sin arriesgar demasiado – inconfundible.
Su vida fue como su muerte:
violenta. Quizá él mismo vaticinó su final. Amaba los amaneceres, las
últimas luces de su gran ciudad y a esa brisa caprichosa que solía
golpearle la cara cuando dejaba el último escenario cargando la mochila
de sus éxitos.
¿Aquella noche habría pensado volver a su casa para escribir (y tal vez mantener oculto) un nuevo capitulo de su historia....?
Seguramente, pero el destino le
arrebató su anhelo y esta vez la ironía de la muerte quiso sorprender al
poeta justamente: “Dos horas antes del alba “.
Publicado en el diario El Liberal, el 23 de abril de 1977.-
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