Narrador
puntual. Advirtió los mínimos detalles de los temas que abordó.
Conocedor de lo más profundo de la historia argentina y en especial del profundo Santiago del Estero.
Dejó por la
mitad del camino, la toga del derecho, que había intentado en la Facultad de Derecho. (1), porque sin dudas se impuso, la vocación de cantarle a su tierra
gris y agreste, que tanto nombró y amó.
Nos conocimos en un encuentro-debate, en los salones de la Sociedad Italiana, en oportunidad de una charla que abordé, sobre: "La poesía santiagueña de hoy" (2)
Recuerdo
que su presencia en el salón no pasó inadvertida para ninguno de los
asistentes, pues ya era considerado como una especie de "monstruo sagrado" de las letras,
como se definía por entonces a los escritores consagrados.
Siempre elegante,
de hablar pausado -con voz ronquilla- y de mirada penetrante, se
confesó un servidor de la poesía. Admirado y reconocido por
todos, jamás dejó de alentar a los jóvenes, ofreciéndose para realizar
correcciones a sus trabajos, aconsejando o sugiriendo las formas y el contenido que se
debía aportar a cada creación.
-" La poesía o el canto que no transmite un mensaje, no es canto, ni es poesía"- repetía en todo momento y en toda oportunidad en que se lo consultaba.
Recuerdo
su vieja casona de la Calle Alberdi en la ciudad de la Banda. Y en especial aquel "jardín
autóctono" del que se sentía orgulloso por haber logrado que pudieran
convivir en su patio, casi todas las especies arbóreas del monte santiagueño.
Su
escritorio, su preciada y nutrida biblioteca y el sinfín de pergaminos,
premios y reconocimientos que colgaban de las paredes (desde el piso
hasta el techo) como resumen de una vida fecunda y productiva dedicada
al arte de contar historias, escribir libretos, guiones para el cine,
cuentos, canciones, composiciones de las más variadas, relatos, leyendas
y mucha, pero mucha poesía.
Una
tarde de septiembre, me llamó por teléfono y acordamos en encontrarnos
cerca de la glorieta de la Plaza Libertad, porque le había surgido una
idea que quería compartir. No quiso adelantar su pensamiento.
Prefería trabajar sobre la marcha, no por improvisado, sino porque
apelaba al factor sorpresa y porque todo lo planificaba previamente.
-"Con
este fondo de la nueva fuente con sus chorros multicolores haremos un
espectáculo que se denominará: "Los poetas cantan a la primavera" ¿Qué
tal la idea?- comentó risueño.
Al
día siguiente ya estuvimos trabajando en la organización, con la
participación de la casi totalidad de poetas locales. El resultado
fue una masiva concurrencia que colmó la plaza en su totalidad aquel
día de la primavera de 1969.-
Al
poco tiempo se radicó en Buenos Aires, desempeñándose en un cargo administrativo en la Casa de
Santiago, desde donde se comunicaba sin pausas - mediante carta o por teléfono- con sus más
allegados.
LA CARTA DEL ADIÓS
Días
antes de su partida, me dejó una carta, tan insólita, como lacerante y
profunda en donde me habló del valor y la trascendencia de su amistad, del profundo cariño que
sentía por mis padres, me colmó de consejos, al tiempo que se auto
inculpaba… (¿?) nunca supe de qué.
"
Yo quedaré tan solo como un recuerdo lejano. Me hundiré en el silencio.
Ve con tu juventud a buscar la juventud que te comprenda. Quizá me
quede poco tiempo de vida, por ese mal incurable que me persigue. O la
muerte en un accidente, como ya me lo han vaticinado. Adiós Miguel, mi
pequeño amigo, hermano y compañero. Si muero en algún accidente de
automóvil es porque Yo mismo busqué mi muerte. Adiós. Dalmiro. Hoy 20 de
septiembre de 1969."
Nunca
entendí esa carta colmada de dolor y desconsuelo. ¿Lo habré ofendido
sin quererlo? -me pregunté durante años- sin respuesta. Sin embargo, nunca comentamos la misiva en las esporádicas conversaciones telefónicas que se sucedieron con el
tiempo. Ambos guardamos silencio, sobre esa carta herida y premonitoria.
Siempre
pensé que a los amigos solo hay que comprenderlos, sin pedirles
explicaciones, ni aclaraciones que no están dispuestos a develar.
El
29 de julio de 1971, recibí el prologo de un libro que nunca publiqué,
que llegó acompañado de una breve esquela, con la tarjeta personal del
amigo:
"De
mis cosas hay mucho que contarte… (¿?) Solo dándote mis cordiales
saludos de amigo y hermano en la poesía. Mis afectos respetuosos para
tus padres. Tu siempre amigo. Dalmiro."
El
20 de septiembre de ese mismo año se escuchó una voz acongojada, decir
por la radio: "murió el poeta laureado Dalmiro Coronel Lugones." La profesia se había cumplido.
REF
(1) Fue alumno libre en la Universidad Nacional de Tucuman
(2) Auspiciada por el Centro de Escritores Santiagueños, en 1969.-
Nota: Publicada en Patio Santiagueño:
https://www.facebook.com/alfredo.pelaez.9678/posts/444023395796311
REF
(1) Fue alumno libre en la Universidad Nacional de Tucuman
(2) Auspiciada por el Centro de Escritores Santiagueños, en 1969.-
Nota: Publicada en Patio Santiagueño:
https://www.facebook.com/alfredo.pelaez.9678/posts/444023395796311
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