La estampa característica de Chito siempre caminando por la Plaza |
A mediados de los sesenta,
a la salida del Colegio San José, la plaza Libertad se había convertido en
nuestro punto de encuentros, en donde motivados tal vez por las costumbres de
la época, acostumbrábamos a circundar sus alrededores mientras programábamos el
destino de la noche.
La conocida “vuelta del
perro” (1) era una especie de ritual que se cumplía inexorablemente los días
sábados y domingos generalmente entre las 19 y 21 coincidentes con la culminación
de las misas vespertinas de la Iglesia Catedral.
En nuestra misma trayectoria circulaba un simpático
personaje, de baja estatura, llamativa estampa, que por lo notoria, afinaba con
los ritos que signaron la elegancia de los años 30. Su poblada cabellera
ensortijada y brillante por los efectos de la gomina, conformaban un rostro
picaresco, en donde se destacaban unos bigotes hábilmente trabajados como
corolario de horas con paciencia y habilidad.
Resultaba sorprendente su
actitud de “aparecer y desaparecer” en simultáneo con atuendos diferentes,
sacos, corbatas, moños y en algunas oportunidades asistirse con algún paraguas
o un bastón, para marcar el garbo característico de una silueta culta y
distinguida que paseaba sin prisa serpenteando la explanada.
Nunca nos pasó
desapercibido, como tampoco dejamos de interrogarnos respecto a su identidad.
Después supimos, por el mismo, su nombre completo: Marcelino Rafael Antonio
Vozza Solá, hijo del Ingeniero Pedro
Vozza y de María Placida Solá Place; “Chito” para los amigos, que fue lo que
precisamente desbordaba en su personalidad, una simpatía si limites, que
buscaba consolidar lazos amistosos, porque estaba seguro de que cada uno de
nosotros, era el hijo de sus tantos amigos. Lo que resultaba ser verdad.
“ Y allí estaba don
Marcelino Vozza Solá con la palabra oportuna y chispeante hasta convertirse el
también en un centro de atracción que fraternalmente se dispensaba a todos La
vida de relación, la cultura de sus modales, y su inconfundible perfil físico y
espiritual, constituyeron los aspectos salientes de esa existencia nimbada de
inquietudes románticas.
La pasión por la música y
las letras, la cita literaria a flor de labios o la inserción de un
acontecimiento histórico, en nuestra diaria realidad social y política, fueron
vertientes inseparables de su persona en el centro de toda rueda de amigos. Allí se encontraba a
sus anchas y hacía gala de expresiones ingeniosas cuya cordialidad encontraba
fáciles ecos sin provocar resentimientos. “ (2)
Supo
ser alumno destacado del Colegio Nacional Absalón Rojas y más tarde estudiante
de Abogacía en la Facultad de Derecho en la ciudad de Tucumán. Fue un
autodidacta de características singulares razón por lo que abordaba variadas
disciplinas en sus múltiples conversaciones. Tuvo un paso fugaz por la arena
política que lo llevó a ocupar un cargo en la intervención a la comuna de Frías
y también acompañó al doctor Luis
Pericás en el Ministerio de Gobierno.
No se sabe con certidumbre
las causas del deterioro en la salud de nuestro rico personaje que alguna vez
fue parte del paisaje santiagueño, “Pero ni la fragilidad de las posiciones ni
el encono de las pasiones partidarias dominaron su personalidad; de ahí que
volviera siempre a la vida cotidiana en la seguridad de reencontrarse con sus
amigos sin una sola defección. Y aun, en los últimos años, ya enfermo, y
alejado de toda actividad, su espíritu sociable le hacía prodigarse en el
saludo amable y la frase galana, como si aun quedaran en su alma los ecos de
una manera de ser tan personal y característica.” (3)
El veintitrés de marzo de
1985 ya septuagenario dejó de existir en nuestra ciudad que hoy lo recuerda y
reconoce como a uno de sus “personajes populares Santiagueños”.
Fuente:
1- (pop) Costumbre de la gente joven
del interior del país de pasear en las plazas públicas, transitando las mujeres
en un sentido y los hombres en otros, para encontrarse en cada vuelta de
frente, y a veces dirigirse la palabra
2- y 3, L.A.L., diario El Liberal, 26/3/1985.
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