miércoles, 19 de julio de 2023

EN POLÍTICA DESDE ADENTRO NO SE ESCUCHA.


                            
                           Lo dije muchas veces, en algunos escritos y en rueda de amigos. El Poder es mutante, rota, se va,  aunque a veces suele volver. Y el recinto en donde habita el Poder, es como el aparato de un televisor, ni más ni menos que una caja boba, hermética, para que adentro no se escuchen ruidos extraños que  provienen de afuera.

A medida que se aproxima la fecha en que se elegirán autoridades nacionales, se suceden una serie de hechos que no pueden ser controlados, ni por quienes ejercen el poder –por más que se crean dioses- ni por el séquito de cortesanos que los rodea. Los amanuenses, que no son más que ágrafos, los aduladores que siempre rodean al mandamás y ahora los que pertenecen a la nueva clase de súbditos, que prestan servicios como “encuestadores”, no confundir con los cuestores del derecho romano.

Es que nadie puede detener los efectos de la verdad, ni opacar la salida del sol con las manos. Pero, sucede que el hombre es imperfecto, tiene fallas, y cuando ejerce el poder, es más imperfecto todavía, porque hace lo que piensa y mal piensan quienes pretenden, que el Poder sea perpetuo, que se herede por medio de un proceso sucesorio o lo que es peor, a veces pretenden adjudicarlo o transmitirlo con el dedo o a fuerza de decreto.

Lo que está sucediendo en las grandes urbes en materia electoral, no es más que la respuesta acertada a los interrogantes que se plantean los politólogos rentados, que no quieren entender que el hombre es un ser mutante, lo que resulta lógico, pues de no ser así,  pertenecería a otra especie, que no sería precisamente la humana. ¿Será por eso que se lo subestima?
                                           LA REALIDAD COMO ÚNICA VERDAD

La realidad es lo que se ve y puede palparse, no es un sentimiento abstracto, ni lo que cada uno pretende que sea, según sus intereses o su conveniencia. Lo real, es lo cierto, lo verdadero, pues así se manifiesta. Y cuando las sociedades salen a expresarse, no lo hacen influenciadas en los dichos de terceros, (encuestas) ni por las promesas de quienes saben que no podrán cumplirlas. Se pronuncian por medio de sus sentimientos, que son quienes las guían en el obrar.

A nadie le atrae la impunidad, ni los jueces dependientes y obedientes, ni los funcionarios enriquecidos de la noche a la mañana. Al electorado, no le gustan los gobernantes autistas, ni cómplices encubiertos del mal obrar de su gabinete. Se detesta la mentira, la canonjía, la confrontación estéril, y la tremolina de quienes pretenden hacernos creer que el blanco, es negro.  

Tienen que entender que el voto también muta. Se cansa de la “arriada” tediosa e innecesaria. Detesta subir a los colectivos alquilados que los conducen a la intemperie, para escuchar lo que no quieren oír a cambio de un mendrugo. 
El voto dejó de leer los diarios de Irigoyen, ni los suplementos especiales que exaltan la petulancia y la megalomanía que producen los servidores del poder de turno.  Ya no escucha paparruchadas.

Es así,  los que mandan son reacios a escuchar los “ruidos” que provienen de afuera, y quienes producen esos “ruidos”,  solo escuchan la voz de su conciencia, esa que surge de adentro.
Pero es así, nadie quiere, desde el poder, escuchar voces contrarias. Aunque esas voces existen y se reproducen en el transcurrir de cada gestión.

No se dan cuenta que existen, quienes esperan las oportunidades propicias, para exigir la rendición de cuenta, simplemente porque el poder no se adjudica a perpetuidad y como lo enseña la historia, tarde o temprano, se presenta el juzgador a administrar justicia.

Decimos que desde adentro no se escucha, porque como dice el antiguo dicho, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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