. Otro amigo que fue, Salvador Ricardo Vidal, a quien con
cariño le llamábamos Acho. Nos
conocimos por los 70, cuando todos vestíamos con traje y corbata, Santiago del
Estero era un pañuelo de cuatro avenidas lejanas y no había más de tres lugares
para el encuentro.
Las noches aquellas
de los sábados inevitables se repetían como de memoria. Tarde o más temprano
nos teníamos que cruzar, si es que no coincidamos en la misma fiesta.
No había lugar
nocturno en donde no se encontrara Acho. Lo mismo era Vinicius o la Jaula , Ruderico o el León de Oro, Valentino o
Help. Nunca supe como se enteraba de
las fiestas privadas con bellas visitantes de otras provincias. Tampoco la
facilidad con que llegaba a las máximas autoridades provinciales, en tiempos
difíciles en donde la incomunicación era moneda corriente.
Acho fue un
entusiasta en todo y en aquel entonces una suerte de pionero de un porvenir que
asomó cansino a una ciudad poco acostumbrada a las innovaciones repentinas.
Pertenecía a la generación de la mitad de los 40, los tiempos del nacimiento
del justicialismo revolucionario, que él recordaba en cada oportunidad que nos
introducíamos en la arena política.
Simpático y cordial
acaparó desde muy joven la noche de los santiagueños. En algún tiempo fuimos
compañeros de radio, pero no compartimos micrófono. Animó fiestas y
espectáculos, ejerció el periodismo, como empleado público pasó por la entonces
Dirección de Turismo, la Casa
de Gobierno y el Consejo Provincial de Vialidad.
La última vez que nos
vimos fue en la presentación de su obra pictórica: “Salvados de la quema”. Se trataba de un paciente trabajo realizado
en los basurales que bordeaban por entonces el Barrio Myski Mayu, en donde
residía.
De allí extrajo una
serie de objetos en desuso que fueron a parar al basurero, seguramente por
inútiles, a los que dio vida imprimiéndoles algunas tonalidades elaborados
sobre técnicas modernas de la arquitectura y la escultura.
-Yo pensaba –con semejante
título- que me encontraría con algunos detalles de la quema generalizada de
diciembre de 1993, le dije después de recorrer la muestra.
-No, hermano,
respondió, esto es parte de algunas cosas que la gente arroja a la basura,
porque de afuera, no saben mirar lo que tienen adentro.
En este
espacio a la buena gente que pasó por nuestras vidas y por las de muchos
otros, las despedimos de la misma manera y por siempre como a los
artistas.
Requiéscat in pace.
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