miércoles, 16 de marzo de 2016

SE FUE CARLOS TITO LOBO… EL PENSADOR SILENCIOSO.



                       N os conocimos en la Biblioteca 9 de julio de Santiago del Estero, cuando la presentación de mi libro: “Poemas con Neurosis”, al arranque de los años setenta. Recuerdo que me dijo que lo había motivado el titulo del poemario, le pareció que había cruzado la barrera de la sensatez y quería saber hasta dónde.

Por ese tiempo me comentó que elaboraba un trabajo en el que mezclaría algunas vivencias propias, con un poco de historia argentina y ciertas reflexiones que vinculaban al cristianismo con el liberalismo, el existencialismo y el marxismo, así de simple y así de profundo.

En agosto de 1975, nos sorprendió con su libro: “Versos y Reversos”, la síntesis de aquel comentario,  la suma de esos conceptos que manejaba a la perfección, ello en base a su formación intelectual en el campo de la filosofía y la lógica, adquirida en la Universidad Nacional de Tucumán, donde se destacó como alumno brillante.

El prologo de Arturo Ponsati, nos confirmó lo señalado, al expresar que:  “Tito Lobo ha dedicado una parte importante de su vida a servir una causa que, para él, para mí, para muchos, se confunde hoy con la causa del hombre mismo. Personalista y comunitaria es su definición. Humanismo enraizado allí donde el hombre tiene sus raíces en la trascendencia.
            Y por ese rumbo transitó su existencia de “rumiador” de ideas y pensador silencioso, que elaboraba constantemente el mensaje esclarecido de sus conceptos entre su Yo interactivo y el devenir constante, al sentir de Heráclito.

Buceador permanente en obras viejas y nuevas. Nunca dejó se sorprendernos con la lectura de algún párrafo que había descubierto entre sus infatigables textos en horas tardías.
-Este autor me atrapó de entrada - me decía- Y no me dejó dormir en toda la noche.

Desde cualquier mesa del “Barquito bar” vimos más de una vez, llevar a rastras los brotes de la democracia y de esos actos despóticos, aprendimos el valor de nuestras instituciones, las que cada uno, a su manera, interpretó después y divulgó en la renovación de tertulias cotidianas.

Una generosidad sin par, los buenos modales, el hablar pausado, meditado y la permanente defensa de sus convicciones,  fueron los rasgos más característicos de su personalidad.

Otro de sus trabajos: “El humanismo integral de Martín Buber” editada en 1979 por el Museo de Arte Popular José Hernández, que no llegué a conocer, reafirman el camino por donde transitó el pensador. 

Quizá por ello Ponsati dice que: “ Un amor muy grande está presente. Un amor que vence dificultades y se sobrepone a la vida misma. Un amor por el hombre, pero no por el individuo abstracto, ni por la sociedad erigida en categoría. Sino un amor por el hombre cotidiano y por la circunstancia real y concreta. Un gran amor por el país y por sus temas, a través del cual es posible descubrir ese mismo aliento universal que reflejan todos los escritos de Lobo, tanto los de tema argentino, como los otros”.

Pero, que evidentes y que extraños son los filósofos, que albergan tantos seres disociados entre si, alimentados y comprendidos sólo por ellos.
Carlos Alberto Tito Lobo (1937-2008) diseñó una amistad sobre los ejes del respeto y el agradecimiento y nos dejó un mensaje elemental, que nos condujo al aprendizaje del amor tan vivo y tan ferviente, en todas las cosas circundantes al Hombre.
            
Tal vez por ello eligió una forma distinta de transitar por este mundo.
Sintió el ciclo profundo por donde se recuestan esos misterios, que marcaron el territorio de sus días. Por ello optó por la Soledad, esa fiel compañera que no lo abandonó, ni en la vida, ni en la muerte.


                                          Santiagueña, no me digas
  Que me dejas de querer
          (Santiagueña, mejor mátame
Y vélame al atardecer)
Labios, brazos, labios.
Me muero por fenecer
   En tu cuerpo, tierra fiel.

Publicado 29/12/2008

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