martes, 8 de marzo de 2016

EL “GORDO” ANGEL ARTURO LUQUE

            

          Despues de soportar una cruel enfermedad en horas de la madrugada dejó de existir en su domicilio de “Puerta de Hierro” en Valle Viejo, Pcia de Catamarca, el ex diputado nacional  Ángel Arturo Luque, quien no pudo superar un cuadro crítico de diabetes, producto del cual un paro cardíaco lo llevó a no despertar del último sueño.

Lo conocí en el despacho del Jefe de la bancada justicialista, cuando se desempeñaba como Asesor mayor del entonces senador nacional Vicente Leónides Saadi, con quien tuvo en vida una estrecha y filial relación.

El “gordo” como amistosamente lo llamábamos, tenía un espíritu jovial y generoso. Presumía de forjar un culto de la amistad y no exageraba en su decir. Su casa bautizada como “Puerta de Hierro” en alusión a la mansión que habitó el General Juan Perón durante su exilio en España, estuvo siempre abierta para sus amigos y “compañeros” de lucha en la militancia justicialista.

Fue un luchador a ultranza en las filas del partido y nunca abandonó la corriente que inspirara su padrino político, el legendario varias veces gobernador de Catamarca, Vicente Saadi.

En 1989 su pueblo natal lo votó para que fuese diputado de la nación por lo que debió radicarse en la Capital Federal. Allí dos años después se produjo un hecho desgraciado, casualmente de idénticas características al que ocurriera en Santiago del Estero años más tarde; el asesinato de una joven en extrañas circunstancias, que desencadenó una historia de tintes novelescos en donde la intriga y la confusión subsisten todavía.

Se decía que el hecho estaba asociado con llamados “hijos del poder” - de la misma manera que sucedió en nuestra provincia-  lo que desencadenó luego de idas y venidas, una intervención federal a los tres poderes provinciales.

Uno de los acusados de estos hechos, resultó ser su hijo Guillermo Luque quien fue condenado a 21 años de prisión como autor material de la violación y el asesinato de María Soledad Morales, mientras que Luis Tula –supuesto cómplice- fue sentenciado a nueve años de prisión como partícipe secundario, dado que por entonces era pareja de la víctima y habría actuado como entregador.

Tuve - estando en su casa de visita- la oportunidad de leer casi 20 cuerpos del sumario de esa causa judicial, sin que advirtiera la participación de su hijo en el hecho. Vagos indicios, dimes y diretes, escasa documental fehaciente y un sinfín de falsos testimonios, daban cuenta de un procedimiento torpe y burdo que de manera alguna alcanzaba para una simple imputación.

A mitad de juicio se cambió la caratula de la causa, ordenada por un tribunal constituido sin ningún tipo de garantías –entre ellos un santiagueño del que prefiero -por ahora-  abstener comentarios- que arribó a una condena entre gallos y medianoches, la que finalmente fue a dormir a posterior, en los depósitos de la Corte de Justicia. Queda dicho todo.

El “Gordo” no pudo terminar su mandato en la Cámara, por decir públicamente lo que todos pensábamos y callamos, por ese entonces. Y se volvió a vivir como antes en su pueblo natal y a cargar el peso de una condena judicial y social, inmerecida e impropia, que soportó hasta el último de sus suspiros.

Estaba casado con Edith Pretti, una mujer excepcional de una infinita bondad y comprensión, también  ex diputada provincial por el peronismo, a quien le envío un fuerte abrazo y plenas condolencia por la pérdida de un amigo, todo terreno.


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